Julia Sáez-Angulo
4/10/25.- Madrid.- El filósofo danés existencialista, Soren Kierkegaard, abrirá el curso de Filosofía en el Ateneo Escurialense, por el profesor y fundador de la institución José María Calvo, al que él califica como “filósofo impertinente”. Como no puedo asistir, y bien que lo siento, tendré que escucharlo en el podcast de la web del Ateneo, porque Kierkegaard es un filósofo que me interesa particularmente, por lo mucho que me interesó y estoy segura de que me influyó en el pensamiento y en la vida.
“Soren Kierkegaard y el Existencialismo” (hay que atravesar la “o” de Soren con una diagonal para escribirlo bien en danés. Mi ordenador no lo tiene) era el tema monográfico que tuve que estudiar durante todo el curso de Preuniversitario, durante el último año que así se denominaba el de acceso a la Universidad. El profesor García Trevijano, un hombre con buen humor, fue el encargado de transmitirnos el conocimiento filosófico más profundo, tras la primera asignatura de filosofía que habíamos estudiado el año anterior, en la que me concedieron -modestia aparte- matrícula de honor, lo que me llevó a ser llamada por mis compañeras “la filósofa”. Me hubiera gustado más el apelativo de “la Latina”, pero ya lo ostentaba Doña Beatriz Galindo.
¡Ya me hubiera gustado a mí ser filósofa con Edith Stein!, pero no me atreví a estudiar Filosofía en la Universidad, porque, honestamente, temí que me patinaran las neuronas. Estudié Derecho y tampoco me arrepiento. Yo era una chica que prometía, pero me quedé en oca cosas. Estábamos a finales de los 60.
Soren Kierkegaard (Copenhague, 1813-1855) fue el padre del existencialismo y de él bebieron muchos otros filósofos, pensadores y escritores del XX. La filosofía de Kierkegaard se centra en la condición de la existencia humana, en el individuo y la subjetividad, en la libertad y la responsabilidad, en la desesperación y la angustia. Todo aquello me parecía un descubrimiento tremendo y angustioso. Criticó con dureza el hegelianismo de su época y lo que él llamó formalidades vacías de la iglesia danesa. Buena parte de su obra trata de cuestiones religiosas, la naturaleza de la fe cristiana, la institución de la Iglesia, la ética cristiana, las emociones y sentimientos que experimentan los individuos al enfrentarse a las elecciones que plantea la vida… Esto último me apasionaba.
Me dediqué a leer en masa, sin guía alguna, sobre todo a Unamuno y a los franceses. La literatura de Georges Bernanos que sintonizaba con esa filosofía la devoré: Bajo el sol de Satán, Los grandes cementerios bajo la luna o Diario de un cura rural. El título unamuniano “Del sentimiento trágico de la vida” (1913) me atormentaba. “Nada” (1945), de Carmen Laforet, era una novela tremenda, o “Primera memoria” (1960) de Ana María Matute resultaba angustiosa… Me faltaba la respiración, no había alegría de vivir… por mucho que la vida no fuera fácil.
La literatura existencialista me absorbía, al tiempo que me dejaba algo turulata. Creo que me faltaba madurez suficiente para digerirla. Entré en la Universidad con 16 años, aunque cumplía 17 durante el curso.
En los 80, el escritor y agregado cultural español en Dinamarca, Jesús Riosalido, me invitó a dar una conferencia en la Casa de España en Copenhague. En aquel edificio solitario y con jardín había una habitación para invitados, donde dormía sola, sin nadie en la casa. Al dar un paseo solitario en la mañana por Copenhague, leí en grandes letras Kierkegaard ante un cementerio. Entre, y como Hamlet, me puse a conversar con un sepulturero, en inglés, francés y español, para preguntarle donde estaba la tumba del filósofo Kierkegaard. No nos entendimos.
Cuando me encontré con Jesús Riosalido se lo conté y se echó a reír. “kierkegaard” quiere decir cementerio en danés. ¡Vaya extravagancia para un apellido! Al día siguiente, Jesús y yo fuimos a visitar la tumba de la escritora Karen Blixen, autora de “Memorias de África”, bajo un roble”. Fu emocionante. Guardé una ramita de aquel roble durante varios años en casa. En Copenhague conocí a la cantante argentino/danesa Estela Uriarte (Elmkist por matrimonio) y disfruté de su voz aterciopelada. Su amistad todavía permanece.
Miguel de Unamuno
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