domingo, 27 de diciembre de 2009

Mario Soria, ensayista, prepara dos libros sobre Dios y Poesía



Julia Sáez-Angulo

Nacido en Oruro, Bolivia (1936) y naturalizado español, Mario Soria es licenciado en Derecho por la universidad Complutense de Madrid. Funcionario público y periodista, es autor de artículos y ensayos filosóficos y literarios. Actualmente colabora en varias revistas y es conferenciante habitual en diversos foros culturales de la capital de España.

-Nació en Bolivia, aunque reside en Madrid. ¿En qué medida sigue nombre y valores de la cultura hispanoamericana? ¿Qué nombres le interesan?

Resp. Atento a la literatura hispanoamericana actual no lo estoy demasiado. Sin duda, conozco a Benedetti, Pacheco, Gelman, por ejemplo. Me gusta el primero, especialmente por el sentimiento que expresa, tan espontáneo, sin afeites, penetrante, intenso, siempre capaz de ser no sólo del autor, sino también enteramente del lector. Pero mis preferencias se han detenido antes: Francisco o Franz Tamayo, Herrera y Reissig, José Asunción Silva, Barba-Jacob, César Vallejo…, así como Martín Fierro. O sea que resulto en mis gustos literarios poéticos bastante anacrónico, si bien estos clásicos pa-sados me hacen estar presente siempre, sin seguir yo la moda. He ahí el privilegio de lo clásico y de quienes lo apreciamos.- En punto a la novela, sin duda Mújica Laínez: lo conozco, me gusta. Con todo, a veces yo le podaría algunas páginas.

Más atento estoy a la filosofía hispanoamericana: Alberto Buela, Juan Antonio Wídow y sus discípulos, los redactores de la revista Gladius, entre otros. Manifiestan todos ellos un pensa-miento vigoroso, muy distinto del europeo, tan sumiso a los sofismas liberales y democráticos, como ayer lo estuvo, por lo general, al marxismo.

- Usted tiene contactos con la Universidad Católica de Chile. ¿En qué consiste su colaboración?
Resp. En realidad, los tuve. Concretamente con la revista Philosophica, de la facultad de filosofía de la Universidad Católica de Valparaíso. Di-rigía la revista mi gran amigo y notable filósofo Juan Antonio Wídow. Así pude escribir en ella, no siempre siguiendo la orienta-ción tomista de la publicación, porque acogían Wídow y sus cola-boradores ideas que, sin coincidir exactamente con las suyas, ex-presaban la diversidad de pensamiento y tendencias propia de la amplia ortodoxia católica. Como la revista dejó de publicarse hace años, terminó mi relación con dicha universidad.- Después cola-boré en la revista Intus Legere, de la universidad privada “Gonzalo Ibáñez”, asimismo chilena. En dicha universidad también era ca-tedrático de filosofía medieval mi amigo Wídow.

-¿Qué libro está preparando ahora?
Resp. Tengo ya escrita una especie de ensayo sobre Dios, tema que a mi atrevimiento especulativo siempre lo ha seducido. Creo ser este asunto el más alto que puede abordar la inteligencia humana. Tengo que corregir lo escrito, pulirlo, a veces desenvolverlo un poco, precisar las ideas. Pero me da pereza hacerlo, como si fuera un enorme -para mis fuerzas- edificio en construcción y yo el único albañil. Espero acabarlo y que no sea el resultado insignificante.

Filosofía y Poesía hermanas. Ideas, tropos y sentimientos

- ¿Por qué le interesa y se ha especializado en la poesía?
Resp. Siempre me ha gustado mucho la poesía y, por ende, me ha interesa-do. Del mero gusto he pasado al concepto, a la reflexión. Y pensando, he descubierto en la poesía, expresado con tanto fuerza como en la naturaleza, un sentido secreto, una trascendencia arrebatadora, perceptible cuando se sabe saborear el verso y comprenderlo exhaustivamente. E ínsita en la naturaleza, es la poesía también hermana de la filosofía. Ya Novalis señalaba el parentesco íntimo de poesía y filosofía. Yo creo que cuanto una lo dice mediante ideas, la otra lo expresa con tropos y sentimientos; porque ambas nacen de la misma intuición intelectual, si bien con modalidad diversa. Ambas son percepción total. Esa totalidad me ha seducido siempre.

-El arte es otro de sus capítulos. ¿Qué opinión le merece la serie de exposi-ciones “Las Edades del Hombre” que usted ha visitado?
Resp. La serie de exposiciones “Las Edades del Hombre” me parece un acontecimiento artístico extraordinario, particularmente las muestras de pintura y escultura sacras. Ha servido la serie men-tada para dar a conocer a centenares de miles de personas tesoros ocultos en catedrales, conventos, iglesitas parroquiales remotas: tesoros supervivientes al descuido y la rapiña, milagrosamen-te preservados de las destrucciones jacobina, liberal o comunista. Para mí, empezando por la exposición vallisoletana, de 1988, has-ta la última, de Soria, pasando por Astorga, Avila, Segovia, Zamora, Burgo de Osma, etc., todas han sido motivo de goce extraordinario. A alguna fui hasta cinco veces, examinando las piezas expuestas concienzudamente, nunca ahíto de emoción y belleza. Sé que algunos necios han impugnado este acontecimiento cultural y religioso o burládose de él: por ejemplo, Francisco Umbral. Pero sólo demuestran ignorancia, barbarie o insensibilidad estética.


Ascética y mística ante el anhelo de lo absoluto


-La ascética y la mística están entre sus artículos, ensayos y conferencias. ¿Por qué?
Resp. Más que la ascética, la mística. Desde muy temprano me ha seducido ese itinerario espiritual que empieza con la curiosidad y el anhelo de lo absoluto y termina uniendo al hombre con Dios. Jovencito, me asomé perplejo y maravillado a San Juan de la Cruz. Y a con-tinuación, a otros como él: Teresa de Jesús, Ruysbroeck (el Rus-broquio de nuestros clásicos), Fenelón, etc. Porque creo que así como Dios es el objeto especulativo supremo en filosofía, es también análogamente el objeto práctico supremo, fin último, como dice Santo Tomás, entrañado en todas las obras humanas, siquie-ra de modo implícito. O sea, que nuestra vida entera, conocer y obrar, se determina por la mística. Dios es lo máximo a que se puede aspirar y se puede alcanzar. La ascética sólo es medio, ca-mino para el término sumo.

- ¿Qué le inquieta o interesa de la cultura de nuestros días?
Resp. Me inquieta la superficialidad de gran parte de la cultura actual, o de lo que se llama así, monopolizada generalmente por los medios de comunicación y los innumerables boletines telemáticos. Muy útiles todos, ciertamente, siempre que no usurpen el papel de la sabiduría acumulada y heredada, la meditación, el goce estético aportado por las obras artísticas reales, no por sus páli-dos sucedáneos electrónicos o impresos, raquítica imitación de la plenitud real. Me inquietan los odios y afectos mezquinos que suscita esa superficialidad, la ignorancia que propaga, las mentiras que acredita, empleando unos medios que más que de infor-mación lo son de formación y deformación.



Sobre poetas bolivianos y teólogos

-Como conferenciante, ¿qué temas ha expuesto y cuáles le interesan?
Resp. He hablado sobre el poeta boliviano ya citado, Francisco o Franz Tamayo; Angel Amor Ruibal, el gran teólogo gallego, por lo menos equiparable a Rahner y De Lubac, en teología, y a Zubiri en filo-sofía. También he hablado de información; del filósofo siciliano Miguel Federico Sciacca; de la encíclica Spe Salvi; de las relacio-nes entre cultura árabe o islámica y cristianismo.
En general, me interesan religión, filosofía, artes plásticas, poesía, historia, política, periodismo.

-¿Por qué le interesa de manera especial el mundo árabe?
Resp. Me parece que hay que distinguir entre árabes e Islam. Existen, por ejemplo, cristianos palestinos, coptos, maronitas, sirios, mel-quitas, etc., que pueden ser considerados árabes racialmente, pe-ro que no son mahometanos. Y existen los musulmanes, árabes o no, extendidos desde Indonesia hasta Mauritania: más de mil mi-llones de personas. Unos y otros me interesan: aquéllos por her-mandad religiosa; éstos, por su historia, su arte, su filosofía y su mística, sus relaciones con el cristianismo e influencia sobre éste, sus ideas políticas, sus grandes hombres, como Násser; su gastronomía, tan elaborada. Y me interesan por su vínculo con España. A alguien, escandalizado al escucharme, le aseguraba yo: “España es medio mora”. Lo cual, para comprobarlo, basta con echar un vistazo por Andalucía, Aragón, Castilla la Nueva. Pero la otra mitad es cristiana. Y camina la historia de nuestro país, o debiera caminar, como por sobre el filo de una navaja, sin caer, ni a derecha ni a izquierda, en el abismo excluyente, cosa que la-mentalemente a menudo no lo ha hecho, para desgracia y sufrimiento de muchísimos españoles y perjuicio de lo que podría ser firme síntesis de varios elementos, no uniformidad ni disgregación.

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