L. M. A.
31.03.11.- Madrid .- El escultor extremeño, residente en Madrid, Pedro Monago García, (Villanueva de la Serena. Badajoz) expone una veintena de esculturas en el Museo Tiflológico de la Organización Nacional de Ciegos ONCE de Madrid, en una muestra coordinada por Miguel Herrero Torbellino. Julia Sáez-Angulo, vicepresidenta de la Asociación Madrileña de Críticos de Arte de Madrid, AMCA, escribe en el catálogo:
"Tiene el convencimiento de que la madera es un ente mágico, material noble y cálido que se aviene como ningún otro a la escultura. Su textura es una tentación al tacto. En realidad, toda la escultura que se precie es una invitación a ser palpada, acariciada y mimada. Los que carecen de luz saben ver con las manos lo que el vidente no “ve”.
Madera de nogal autóctono o americano, de caoba brasileña, de cerezo español, de tilo, de pino de Balsaín... algunas de estas maderas muy codiciadas, caras, casi inencontrable, dan acogida a la veintena de esculturas de Pedro Monago en esta exposición, donde la mujer es tema predominante, símbolo o alegoría del pensamiento del autor.
En su trayectoria artística (que comenzó muy joven como dibujante, modelador y tallista, interrumpido en el tiempo por su labor de diseño industrial y trabajo empresarial), le hemos visto series escultóricas coherentes sobre la memoria de Luis Chamizo, el poeta rustico de su tierra, o de Tauromaquia, con las diversas suertes del toreo.
Ahora Monago nos ofrece una sucesión de personajes que cuentan historias concentradas en el bulto redondo de la escultura. Cada una de las piezas es la narración de una invención, que va desde la soberbia Menina velazqueña, hasta la Venus del Espejo, pasando por la maternidad expectante, Penélope, Geisha con pamela, Muchacha afligida, Dama con pendiente, Beso de la pareja, El jornalero o las garzas, una de ellas en un sutil móvil sobre bandas de metal, para aludir al vuelo del ave.
Mención aparte merece la pieza titulada El declive, en la que un atleta -el capital- que sujeta a duras penas la obra donde el dolor, llanto, lamentos y esfuerzo, quedan reflejados en el bajorrelieve de la parte inferior. Toda una alusión a la situación socio-económica de de nuestro tiempo.
Cuidar el proceso hasta la última pátina
Pedro Monago no busca el realismo naturalista en las caras sino que ofrece cabezas o fisonomías abiertas a la interpretación del espectador; lo que sí busca con ahínco es lograr el movimiento, la tensión, el esfuerzo o el reposo que cada figura requiere según el tema representado.
El escultor siente el apremio del tiempo y su trabajo es paciente a la vez que incansable para recuperar la dedicación que la vida profesional restó a su entrega al arte. Consagración, entrega y entusiasmo no le faltan. Sorprende tanta energía ante la talla de la madera a la que dota de permanencia “eterna”, para ello la talla y la trata a la vez de modo artístico y científico. No quiere que el tiempo la deteriore. Investiga de continuo sobre las distintas pátinas que habrán de proteger y embellecer el acabado final de la pieza. “El tacto es la mejor pátina para la escultura”, afirma el autor.
Pedro Monago, escultor laborioso –también pintor-, es exigente y atento durante todo el proceso de creación: dibujo, modelado, pantógrafo y talla directa. Él sabe que poco importa el esfuerzo de la ejecución, porque al final lo que cuenta es la expresión o la belleza de la obra de arte. La pieza única e irrepetible que condensa su creatividad de artista".
En la inauguración estuvieron diversas personalidades, como Justo Reinares Díez, director de Cultura y Deportes de la ONCE y artistas y críticos como Agustín Sanz, Hector Delgado, Víctor Ochoa, Víctor García, Gianna Prodam y otros.
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