miércoles, 22 de diciembre de 2021

CRÓNICAS ARGENTINAS VII. De la vida, encuentros, rodocrosita, bandera y migraciones

Estatua del general san Martín con sus nietas María Mercedes y Josefa Dominga. Buenos Aires.

El arquitecto Carlos Thays diseñó Barrio parque en 1912, donde abundan las embajadas, entre ellas la de España

Julia Sáez-Angulo

Fotos: Adriana Zapisek

23/12/21.- Buenos Aires.- Estoy de vacaciones y de turista, por lo que no voy a hacer esfuerzos ímprobos para recabar entrevistas que me resultarían interesantes, sobre todo con Jorge Fernández Díaz, escritor argentino al que sigo con puntualidad en su crónicas y sobre todo en sus relatos maravillosos con una prosa rica y vivaz. La revista Zenda da buena cuenta de su trabajo. Fernández Díaz es un digno discípulo del gran Borges. Me limitaré a leerlo que es lo mejor que puede hacerse con los escritores para que, en muchos casos, no decepcionen.

Mis vacaciones son para estar y disfrutar con amigos y conocidos, amén de mis anfitriones que tienen mucho que decir, contar y mostrar. La Navidad la pasaremos en Nordelta, zona noble del country, con la familia que tiene niños, y ya se sabe que donde hay niños hay alboroto y alegría.

Para después de Navidad, tengo encuentros ya y medio cerrados con el entrañable Roberto Alifano, gran conocedor de la literatura española y experto en Borges; con la poeta Sol Durini, en el palacio de Sans Souci; con la pintora Cristina Santander que reinterpreta con maestría la pintura española del Siglo de Oro y suele exponer en la feria de Estampa; la escritora Elsa Leonor di Santo, que hizo la tesis doctoral en Madrid sobre  el dramaturgo del Siglo de Oro Juan de Matos Fragoso (1606-1669), coetáneo de Calderón de la Barca; con la maravillosa escultora Norma d´Ippolito; la fotógrafa Grace Rogers; la uruguaya Verónica Musselli, que lo sabe todo sobre la Agricultura…, y qué sé yo. No hay tanto tiempo; un mes pasa rápido, máxime cuando hay fiestas por medio. 

De momento Raúl Lavalle sigue siendo mi guía ilustrado en la capital argentina y nadie podría contar con mejor cicerone para hacerlo. A él no se le escapa un latín. En una fuente de la avenida del Libertador descubrió y me mostró una fuente con esta inscripción: amicitia vera iluninat. La verdadera amistad ilumina.

Compra de regalos en los shopings (lo argentinos, reticentes con lo inglés, desde el episodio de las Malvinas, utilizan con frecuencia su lengua “americana”). Ya lo dijo Benedicto XVI: cada regalo que llegue a nuestras manos que nos recuerde al gran regalo de Dios en estos días: su Hijo Jesús hecho Niño, el Mesías, el Señor.

En las tiendas de bisutería no faltan los collares, pulseras y pendientes de rodocrosita (“color rosa” en griego), considerada la piedra nacional de Argentina, aunque no hay decreto institucional para tal afirmación. Una piedra que va contra las energías negativas, según el prospecto publicitario. Es un buen regalo como souvenir. Adriana me obsequió con un colgante de rodocrosita.

El lenguaje simbólico es sugerente y tiene un punto. A la bandera blanquiazul argentina también se le atribuyen significados: desde el original color azul Borbón del rey de España, frente al invasor Napoleón en la península, a los colores de María, para aquellos que veneran a la madre de Cristo, a la Virgen de Lujan, patrona de esta tierra. Argentina cuenta también con una aparición mariana, Nuestra Señora del Rosario de San Nicolás, un santuario muy visitado de fieles, en la misma provincia de Buenos Aires.

Resido al lado del Barrio parque de las embajadas en Buenos Aires, donde los edificios son palacetes que decimos en Madrid, algunos de estilo Tudor y la mayoría de estilo afrancesado o italiano de primeros del XX, con sus rejas curvilíneas. No falta una casa racionalista de Le Corbusier, frente al Museo de San Martín. En ella estuvo algún tiempo Victoria Ocampo y recientemente vivió en ella uno de los Macri, ex presidente de Argentina. En un palacete recubierto de hiedra residió la princesa polaca Delfina Krasicka Orlofska, autora de bellos textiles artísticos, que expuso en su día junto a los cuadros de la pintora Adriana Zapisek. Conmovedora la estatua de San Martín en bronce junto a sus dos nietas María Mercedes y Josefa Dominga. Buenos Aires. 

El empresario Mario Saslovsky que vivió de niño en el barrio de Flores, de clase media, cuenta que a veces los niños se acercaban al barrio de las embajadas para ver como vivían los ricos. Hoy él reside aquí. Es un hombre hecho a sí mismo. Empezó la carrera de Medicina, pero llevaba el comercio en la sangre y se entregó de lleno a él, al negocio electrónico. La vida es siempre sorpresiva; el éxito de los audaces y el fracaso es  mera circunstancia pasajera. Lo importante es la marca de la infancia que se imprime en la vida. Luciano Pavarotti decía: “yo de niño era pobre, pero no me enteré, porque era feliz”. Pues eso.

Mi querido amigo, el historiador Víctor Morales Lezcano, prepara una ponencia sobre la emigración árabe (sirios, jordanos, palestinos y libaneses) en Argentina durante el período 1890-1945. A casi todos ellos los llaman los turcos por aquí y se fueron a las zonas más secas del país, como Santiago del Estero o La Rioja argentina, un clima más acorde a sus países de origen. El padre François Narsh, maronita del Líbano, tuvo en Argentina su primer destino, porque aquí, la colonia libanesa es numerosa y próspera. Ya saben aquello de que, en los negocios, donde haya un libanés que se quite un judío, y donde haya un armenio, que se quite el judío y el libanés.

"Amicitia Vera Illuminat", inscripción en una fuente de la Avenida del Libertador

Colgante de rodocrosita argentina

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