lunes, 21 de noviembre de 2022

R.T. Erdogan propone una reestructuración de la ONU




Víctor Morales Lezcano

El transcurso del tiempo suele jugar malas pasadas. De ello arranca la frecuencia con que se difuminan recuerdos atinentes a los últimos quince o veinte años de la vida ciudadana en muchos y varios países del universo-mundo.

La figura y la trayectoria pública del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, no suelen ser recordadas, sino, como máximo, a partir de la celebración de las elecciones generales que tuvieron lugar allí el 3 de noviembre de 2002. O sea, hace justo veinte años.  Si de esta elemental periodificación se rescata el hecho de que el Partido de la Justicia y el Desarrollo obtuvo la mayoría absoluta en esos comicios con unos flamantes 363 escaños a su favor, podemos situar con algo de claridad la figura −y ulterior trayectoria− de Recep Tayyip Erdogan, entonces destacada personalidad del Partido de la Justicia y el Desarrollo; es decir, de la configuración política islámica moderada. En rigor, ha llovido algo desde hace años en la milenaria península de Anatolia, hoy República de Turquía, que, desde entonces, preside Erdogan mismo. 

Más allá de cualquier otra intención, el breve prólogo anterior solo aspira a recuperar la trayectoria de Erdogan en la historia de la República de Turquía, dentro de lo que historiográficamente venimos llamando historia del mundo actual, o sea, postcontemporánea. 

Sacando partido del dicho de que el río Pisuerga transcurre por Valladolid, procede saber que el presidente acaba de dar a luz un ensayo de reflexión sobre política internacional que no está, de ninguna manera, desprovisto de interés. El título (editado en inglés) adelanta sutilmente su contenido central: A Fairer World is Possible. A Proposal Model for a United Nations Reform (Eylül, 2021). O sea, que es posible construir un mundo más equitativo. En rigor, este discurso de R.T. Erdogan posee, desde el principio hasta el final de las páginas que lo constituyen una aseveración de evidente y candente actualidad: el mundo no consta solo de cinco miembros. Según nos recuerda el autor, ya hubo, en las postrimerías de la primera guerra mundial del siglo XX, una sana inspiración mundialista que fue bautizada como Sociedad de Naciones, cuya idea-fuerza era la de abolir el recurso a la guerra para solventar pacíficamente los conflictos entre las naciones... y los pueblos del sistema de convivencia mundial. Erdogan añade, empero, que, como sabemos, aquella sana inspiración mundialista que recogió el Tratado de Versalles vino a fracasar. Ese fracaso condujo a la segunda guerra mundial del siglo XX.

Para enderezar de nuevo el principio de la resolución pacífica de los conflictos de alcance internacional, e incluso regional, fue por lo que se dio luz verde en la ciudad de San Francisco a la Carta de las Naciones Unidas, hecho que ocurrió el 26 de junio de 1945. Es justamente aquí donde el discurso de R.T. Erdogan despliega su trayectoria más analítica, desvelando cómo la articulación interna, vertebral, de la ONU (Asamblea General, Consejo de Seguridad, Corte Internacional de Justicia), más allá de sus logros y fracasos, está hoy harto necesitada de una reforma, puesto que la ONU siempre ha servido, en puridad, a los fines hegemónicos de las grandes potencias.

El incisivo, claro y lúcido análisis del presidente Erdogan gira en torno a un leitmotiv que se impone: el mundo es más grande que el construido por las cinco potencias integrantes del Consejo de Seguridad, al tiempo que se trata de potencias estelares y dominantes en las esferas económico-financieras, militares, científicas y culturales. 

No le tiembla el pulso a Erdogan cuando adelanta que a la altura de la compleja etapa que estamos experimentando a escala planetaria, se impone la reestructuración de la ONU; siempre y cuando los lícitos intereses, aspiraciones y necesidades de todas las naciones que pueblan la institución onusina posean obligaciones y derechos en estricto pie de igualdad. Cierto es, añade R.T. Erdogan, que procede crear y difundir la noción de que the world is bigger than five countries, con vistas a obtener un consenso global, conducente a lograr unas relaciones internacionales definitivamente multipolares, multicéntricas y multiculturales. O sea, más lacónicamente, ya no es posible expresarlo: un mundo de todos, interpretado por todos y para servir a todos los pueblos.



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