domingo, 12 de noviembre de 2023

Crónicas jienenses I.- Sorihuela de Guadalimar, un singular pueblo olivarero con Torre del Homenaje


Olivares del Condado y Las Villas

Ante un olivo recargado de aceituna


Julia Sáez-Angulo

11/11/23 .- Madrid .- Está en la comarca del Condado jienense, con la sierra de de Segura al fondo, lo que le da una buena tradición de caza. Sorihuela de Guadalimar, pueblo rico olivarero, con el Guadalquivir y el Guadalimar como ríos fecundantes, cuenta con una buena Torre del Homenaje, bien restaurada, vestigio de un antiguo catillo del siglo IX, desde donde se ejercía la vigilancia y alarma, cerca de las localidades de Iznatoraf y Chiclana de Segura, durante los momentos fronterizos de cristianos e islámicos. Ambas localidades situadas en la espiral de altos cerros acabaron siendo reinos taifas en el siglo XII, reconquistadas, como toda la zona del Conzado y Sevilla, por el rey Fernando III el santo.

Invitada por la pintora y escritora Margarita Día Leal (Linares, 1951) y su esposo Luis Leal González, presentamos los dos recientes libros de ella: “Los recuerdos no se olvidan” (2022) y “Luchando por la vida” (2023), que hablan precisamente de Sorihuela de Guadalimar y sus gentes. De hecho, el segundo, son unas memorias de un sorihuelense, Ángel Victoria Gómez, un nonagenario, hombre valiente para contar el pasado con tensa guerra civil incluida, porque, como decía la escritora Ernestina de Champourcín, cuando era anciana: “ya tengo edad para ser impertinente”.

Las portadas de cada libro son obra de la propia autora. Una representa un cuadro de una Sorihuela geometrizada, al óleo y el otro, un dibujo a color con “la mesa chismosa”, que le cuenta lo que pasó por las paredes del caserón de los abuelos en los distintos tiempos y generaciones.

La presentación tiene lugar el Museo de Jacinto Higueras, sede también del Ateneo Ilugo de Santisteban. Un edificio hermoso, que alberga una reproducción de una escultura de Higueras para el panteón de Armando Palacio Valdés en Avilés, con el personaje, en su día popular, de la Demetria, en su obra “La aldea oscura”.

En la visita al Ateneo Ilugo (antiguo nombre de Santisteban) escuchamos una conferencia sobre las cuatro Órdenes Militares españolas, Alcántara, Calatrava y Santiago de la Corona de Castilla y Montesa de la Corona de Aragón. Militares y hospitalarias, su objetivo era “recuperar la España perdida”, tras la invasión de los mahometanos. El IX congreso sobre Genealogía y Heráldica, disciplinas auxiliares de la Historia duraba una jornada entera.

Atravesar estas tierras jienenses del Condado es una bendición de cerros, cuevas y evocaciones históricas, porque, como toda Andalucía, o más bien toda España, se trata de un rico yacimiento arqueológico, donde los vestigios que aparecen son, además de íberos y celtas, romanos visigodos, árabes y cristianos. “Castellar, pueblo íbero” reza la leyenda de un gran monumento iluminado, sito en una rotonda a la entrada.

Margarita Díaz Leal heredó en su día la llamada Casa del Médico, de sus abuelos María Guerrero Labrador y José Leal Santoyo, un caserón inmenso, de los muchos de piedra que hay en Sorihuela, porque muy cerca del pueblo está la buena cantera de piedra dorada. Entrar en esta casa, fosilizada en los años 50 en lo que a ornamentación y enseres se refiere, es como un decorado listo para cualquier película sobre las obras de los Hermanos Álvarez Quintero. Andalucía en su esencia de primeros del siglo XX. Los utensilios y adminículos de su abuelo médico están todavía presentes en su despacho. Los fórceps de hierro para sacar niños del útero materno dan miedo, pero el Dr. Leal trajo al mundo muchos niños y las madres, agradecidas, regalaban a su esposa un plato de cerámica de alavera u otras procedencias, porque hacía colección. Todos ellos están colgados en la pared, más de un centenar. En las hornacinas, damajuanas de colores.

Lo más singular de la casa, la denominada “mesa de San Juan de la Cruz”, una pieza donde, al parecer, depositaron el cuerpo del mistico castellano, cuando camino de Úbeda iba herido hacia su morada final. Todos los años se celebra en Úbeda la fiesta del santo, el 14 de diciembre, donde se hace una bella representación y recital poético del “Cántico espiritual” y, después, los frailes invitan a chocolate con bizcocho a los asistentes. Todo muy conventual. Margarita se siente muy teresiana y carmelita. Guarda con devoción un cuadro de familia sobre la santa reformadora del Carmelo.

Dos cooperativas de aceitunas en Sorihuela: San Blas y Santa Águeda. El nombre de esta última santa, patrona del pueblo, que cuenta con una bella estatua renacentista, y celebra la fiesta el 5 de enero. La repostería panadera es excelente en toda la zona. Los ochíos, especie de galletas saladas, son exquisitos y ligeramente distintos en forma y sabor en casa pueblo jaenero del Condado.

El almuerzo lo llevamos a cabo en el inmenso cortijo de Los Poyos de Luis Leal. Casi doce mil olivos que se reparten por las distintas áreas, con diferentes denominaciones: Cantones, Huecos de la Poza, Albacete, La cuesta del pino, El Poyo, Cortacuellos, Estacas de Párraga, Pelotoca, El Moro, Los once hilos, La Toba, Las Monjas, La Manga de la Chaqueta, Hoza de la Calera, Hoza Méndez, Tejero y Carrascal de Calero. Unas 75 hectáreas; de cien a doscientas mil kg. de aceitunas, según el año. Un olivo da una media de 150 kg de cosecha. Un laberinto en la inmensidad de árboles plateados, a punto de madurar las aceitunas picuales para aceite. Un laberinto, en el que Luis Leal se siente como un rey en sus dominios

Son muchos los gastos que conllevan los olivos, explica Margarita: "abonos, sulfatos, dos tractores monumentales, una corredera, dos todoterreno, arreglo de los caminos imposibles y sueldos… Se queda todo en la mitad".

La excursión ha sido magnífica, los jabalíes y ciervos solo salen en la noche. La caza de zorzales es muy apreciada por los italianos, según me dicen. La naturaleza, el campo atendido y cultivado es una bendición de Dios. Kilómetros y kilómetros sin ver una sola casa; eso ya, apenas se percibe en el resto de Europa. Vistas lejanas de campos de olivos, como trencitas de mujeres africanas. La niebla nos envolvía en algunos momentos con hilachas que volaban. La comida campestre de chuletas, morcilla y chorizo a la parrilla era excelente.

Olivares  de Sorihuela de Guadalimar

Dibujos de Margarita Díaz Leal

Julia Sáez-Angulo ante un olivo repleto de aceitunas


1 comentario:

Anónimo dijo...

Querida Julia, tu crónica, como siempre, impecable y bien documentada. Como te comenté, esa es mi tierra y me ha encantado que la mencionaras en tus textos, con motivo del libro de Margarita. Me he emocionado con tu comentario y no he tenido por más que llamarte, haciéndote saber que estabas en mi tierra. Suerte para Margarita y su libro. Buena estancia por tierras de El Condado y un abrazo para ti. Paco Vicent .