jueves, 24 de marzo de 2011

"La tertulia del café de Pombo" tras el proceso de investigación y restauración



L.M.A.



La pintura de José Gutiérrez Solana, La tertulia del café de Pombo, forma parte de la
colección permanente del Museo Reina Sofía de manera habitual; en concreto se halla
colgado en la segunda planta del edificio Sabatini y hasta el momento, no se había
tenido la oportunidad de estudiar la obra en profundidad. Hace un par de años los
restauradores sí apreciaron que el barniz había perdido trasparencia en algunas zonas
y que en el centro del cuadro aparecían craquelados (leves agrietamientos de la
pintura). Por ello la obra fue trasladada al taller de Restauración el 8 de junio del 2009,
con el fin de realizar un estudio en profundidad.

Como primera medida se decidió realizar un análisis radiográfico para comprobar si los
craquelados eran superficiales o afectaban a las capas subyacentes de color. Dado el
tamaño de la pintura, fueron precisos dos días para concluir esta labor; el lienzo mide
162x210 cm, por lo que hubo que montar siete placas en el reverso, entre el bastidor y
el soporte de tela, para dar cobertura total a la superficie.

UN SORPRENDENTE DESCUBRIMIENTO
Las placas fueron digitalizadas posteriormente en un escáner que dejó al descubierto
que bajo las figuras del Café de Pombo hay —y se distingue con absoluta nitidez—
una pintura de carácter religioso donde se aprecia un altar barroco y delante una
penitente.

En formato vertical, perpendicular a la pintura visible, y por la claridad de algunos de
sus elementos, bastante trabajada, aparece una escena de interior de iglesia. En el
centro se observa un altar cubierto con un paño que cae por sus lados; sobre él, tres
candelabros, varios objetos de culto, quizás el cáliz, la patena y el copón y dos
cabezas que, por la expresión doliente de una de ellas, probablemente representen
bustos relicarios de mártires. En el fondo aparece pintado un altar con una figura en el
centro, posiblemente una virgen Delante se ve con claridad una figura arrodillada,
apoyada en una de sus manos y cubierta por ropajes de carácter religioso. Hay que
señalar que en la radiografía no se aprecian trazas de la cabeza ni de los pies. Se
trata de un disciplinante similar al que pinto años más tarde, en 1930, en Antes de la
procesión o en El tránsito de San Ignacio de 1931. El empaste de la pintura empleada
para el paño sobre el altar es la causa de los craquelados que se percibían en la zona
central de la pintura.

FASES DEL PROYECTO
En los trabajos desarrollados en el Departamento de Conservación-Restauración se
han utilizado diversas técnicas: luz visible, ultravioleta, infrarroja e imagen radiográfica,
con el objeto de conocer de forma exhaustiva el estado de conservación de la obra,
analizar las alteraciones y buscar la solución más precisa.

Luz visible
El primer paso consistió en el estudio mediante macrofotografía con luz natural, lo que
nos permite conocer con más detalle la técnica del artista así como apreciar con una
mayor definición el estado de conservación de la capa pictórica. En esta ocasión, las
imágenes fueron tomadas con un objetivo macro de 100 mm., lo que permitió
sobrepasar los 4 aumentos en alta definición de imagen. A través de estas primeras
tomas se nos descubre en detalle la técnica del artista y cómo los colores fueron
aplicados en capas muy empastadas junto a otras llenas de aglutinante utilizadas para
que las pinceladas deslicen fácilmente y sean fiel reflejo del gesto del pintor. Se
observó cómo los fondos están trabajados sumando capas que, en ocasiones, fueron
raspadas con la espátula antes de añadir la siguiente. Esta forma de pintar, formando
intensos contrastes de materia y color con fuertes empastes junto a sombras muy
grasas aplicadas con abundancia de aglutinante, es característica de la técnica de
este artista.

Luz ultravioleta
La utilización posteriormente de esta técnica, mostró las diferentes respuestas
fluorescentes que dan los materiales presentes en las capas exteriores. Su intensidad
cromática varía dependiendo de las distintas propiedades y de la antigüedad de la
aplicación de los diferentes elementos que forman la superficie de una pintura. Esto
permite identificar visualmente la presencia de repintes o añadidos cromáticos no
originales, el empleo por el artista de diferentes aglutinantes y barnices o el estado y
grosor de la capa de barniz que la cubre.

En la pintura de Solana lo primero que llamó la atención es que la capa de barniz
aparecía extendida de una forma muy irregular (La propia técnica del autor incluye
capas de barnices que se pueden confundir con las añadidas posteriormente).
También se observó una respuesta fluorescente muy escasa en los empastes con los
que se elaboraron las carnaciones de las figuras. Sin embargo, al comparar la imagen
ultravioleta con la de luz visible se puede ver que en esta última el acabado brillante
del barniz es muy regular y ha sido aplicado de manera uniforme. Por lo tanto, la
causa de una imagen tan desigual es otra. Solana empleaba diferentes aglutinantes,
aceites y barnices, en distintas proporciones y medios de aplicación según la calidad
del objeto que está pintando. Por eso, los paños de los trajes, las carnaciones o la
superficie del espejo del fondo dan distintas respuestas cromáticas al estar pintadas
con desiguales mezclas de aglutinantes y pigmentos.

Reflectología infrarroja
Las técnicas de radiación infrarroja se utilizan en el examen de objetos artísticos desde la
década de los sesenta del siglo pasado y han permitido, sobre todo desde su
digitalización, espectaculares hallazgos de dibujos subyacentes, arrepentimientos en
la composición o detalles ocultos como firmas o inscripciones. En definitiva, nos
muestra los comportamientos de las capas subyacentes de color en el espectro no
visible.

En los lienzos de José Gutiérrez Solana es difícil esperar de la reflectología infrarroja
estos hallazgos. El grosor de las capas de óleo es tal que la radiación infrarroja, a
pesar de tener una mayor longitud de onda que la luz visible, no tiene capacidad de
penetración en ellas. En este caso sí nos aportó importantes datos sobre la forma de
trabajar del artista. Por otra parte, se pudieron apreciar unos trazos alrededor de la
cabeza del personaje situado a la izquierda de Gómez de la Serna que no se
corresponden con la imagen visible sino con una composición subyacente. Ante este
descubrimiento, se hizo necesario el uso de la imagen radiográfica para comprobar de
qué se trataba.
Imagen radiográfica

Los rayos X atraviesan todos los elementos que constituyen una pintura e impresionan
las placas radiográficas en razón de su número atómico. En este caso nos descubrió
con claridad meridiana que bajo las figuras del Café de Pombo se hallaba una pintura
de carácter religioso. Solana reutilizó un lienzo sobre el que ya había pintado, en
formato vertical, una escena de altar, y por la alta definición del registro radiográfico de
algunos de sus elementos, en un estado bastante avanzado.

LA OBRA
La Tertulia del café de Pombo fue realizada por José Gutiérrez Solana en el año 1920,
a instancias de Ramón Gómez de la Serna, escritor, animador de la vanguardia en
España y amigo del pintor. El inventor de las Greguerías, síntesis de varios recursos
lingüísticos cercanos al dadaísmo, es el personaje que está de pie en el centro de la
composición rodeado de varios de los asiduos partícipes en la tertulia que los sábados
por la noche dirigía desde 1912. Se trata de una de las obras más emblemáticas del
pintor y escritor José Gutiérrez Solana, gran aficionado a este tipo de reuniones de
intelectuales frecuentes en el Madrid del primer tercio del siglo XX.

El lienzo muestra una extraordinaria galería de personajes, tras la naturaleza muerta
reflejada sobre la mesa del Café. La composición es simple, equilibrada y estática, y
las posturas de los personajes, rígidas. Como en otra importante obra de Solana
perteneciente a la colección del Museo, La visita del obispo (1926), los personajes
parecen autómatas, seres desprovistos de vida. Solamente Ramón Gómez de la
Serna y Solana muestran una leve sonrisa. La atmósfera es densa y opresiva, y el
pintor hace uso de un clásico recurso, el espejo que cuelga sobre el grupo y que
produce un efecto ambiguo (¿reflejo o cuadro?), con el que crea un efecto casi surreal
y misterioso.

En el lienzo no aparecen todos los miembros de la tertulia. Solana habla de este hecho
en el epílogo de “La España Negra”, donde dice que lo lamenta, pero que habría sido
imposible representar a todos los que asistían. No obstante, retrata a algunos de los
tertulianos más habituales y de esta forma nos traslada a un momento singular de la
vida intelectual española de los años veinte y da a conocer los rostros de algunos de
sus protagonistas.

En el centro de la composición aparece Ramón Gómez de la Serna (1888-1963),
propietario del cuadro antes de que pasara a formar parte del Museo de Arte Moderno.
De izquierda a derecha y por este orden, fueron retratados: Tomás Borrás (1891-
1976), periodista, comediógrafo, novelista y autor de cuentos; Manuel Abril (1884-
1943), escritor, periodista y crítico de arte; José Bergamín (1895 - 1983), poeta, crítico,
ensayista y autor teatral; José Cabrero, pintor santanderino y único de los personajes
retratados por Solana sobre el que apenas se dispone de datos; Mauricio Bacarisse
(1895-1931), poeta, novelista y ensayista; el propio autor, José Gutiérrez Solana
(1886-1945); Pedro Emilio Coll (1872 - 1947), escritor venezolano, y Salvador
Bartolozzi (1882 – 1950), pintor y dibujante.

La Tertulia del café de Pombo en las colecciones del Museo Reina Sofía:

El lienzo ingresó en la colección del antiguo Museo de Arte Moderno mediante una
donación realizada al Estado Español por parte de Ramón Gómez de la Serna, en
1947, por lo que forma parte de las colecciones del Museo Reina Sofía ya desde sus
inicios.

Actualmente, el cuadro se muestra al público en la segunda planta del Edificio
Sabatini, dedicada a la irrupción del siglo XX, más concretamente en la sala 201,
titulada Modernidad. Progreso y decadentismo y, dentro de ésta, en relación a la
generación del 98, la España negra y las contradicciones de una modernidad que no
logra despegarse de los fantasmas del antiguo régimen. Se sitúa así en el contexto de
la crítica social y política estimulada por la experiencia del desastre y la decadencia
nacional y en relación con el expresionismo de Ignacio Zuloaga (1870-1945) y Darío
de Regoyos (1857-1913).

LA TERTULIA O LA SAGRADA CRIPTA DEL POMBO
El Antiguo Café y Botillería de Pombo, que sirvió de escenario para la pintura de
Solana, inaugurado a comienzos del siglo XIX, se encontraba cerca de la Puerta del
Sol, en el número 4 de la calle de Carretas, zona de librerías y tiendas de ortopedia.
Es muy posible que fuese una botillería que se transformase poco a poco, por influjo
de las modas, en un café. Autores de finales de siglo XIX mencionan que es una de
las botillerías más antiguas de Madrid. Parece ser que era un local modesto y sombrío
afamado por su leche merengada y el sorbete de arroz. Junto a otros cafés, como el
Nuevo Levante, el Universal y el Candelas, fue uno de los más conocidos locales de
tertulia del Madrid del primer tercio del siglo XX.

Es allí donde, en 1912, el escritor Ramón Gómez de la Serna decide fundar su tertulia
literaria de los sábados, que se extendía hasta la una de la madrugada. La tertulia se
denominaba "La Sagrada cripta del Pombo" y reunía a algunos de los intelectuales
(jóvenes promesas) de la época. Gómez de la Serna dijo que eligió este café "por ser
un anacronismo", frente a otros locales más elegantes y floridos. La reunión semanal
se mantuvo hasta su interrupción en el año 1937. Tras la Guerra, el Café de Pombo se
convirtió en un lugar sórdido y prostibulario de la noche madrileña, pues las prostitutas
del cercano Café de Zaragoza (al que el humor madrileño denominó: café de la sífilis)
daban un aspecto muy diferente del que tuvo en los años veinte. La botillería cerró
definitivamente en 1942.

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