SANT PERE DE RODES |
MAQUETA |
Dentro del entorno del Parque Natural del cabo de
Creus, a unos ocho diez km del precioso
puerto de Port de la Selva, se alza,
montaña arriba, a unos 520 mtrs sobre el nivel del mar el
impresionante conjunto del monasterio
benedictino de Sant Pere de Rodes.
Sus orígenes, envueltos en la leyenda, se pierden en
el tiempo.
Antes de las edificaciones actuales, existió en el siglo VI una iglesia de la que nada sabemos. El único resto que quizás quede está en la cripta (espacio relacionado
con el culto a las reliquias) que hay bajo el presbiterio de la actual iglesia:
una columna adosada, pero no es totalmente seguro.
¿Qué se
veneraba en tan abrupto y escarpado lugar en tiempos tardo-antiguos? Una
piadosa tradición estima que las reliquias del cuerpo de S. Pedro, el apóstol de Jesús, junto con otras, que
milagrosamente habían llegado desde Roma a la costa catalana y que allí, en ese
escarpado lugar, hallaron seguro cobijo durante siglos, en medio de una
Hispania invadida por los musulmanes. Nada prueba tal cosa. Estamos a obscuras,
por ahora, acerca de todo lo relacionado
con los orígenes de Sant Pere.
Posteriormente Sant Pere de Rodes, situado en plena
Marca Hispánica, recibió de los reyes carolingios y de los papas importantes privilegios y así en el 944 el monasterio se convirtió en abadía. Hildesindo, hijo
de un noble llamado Tasio, fue el
primer abad.
Sean cuales
fueren los orígenes de Sant Pere, sólo en siglo X comenzó su esplendor,
cuando el ya mencionado Tasio y
Gausfredo, conde de la cercana Ampurias,
se interesaron por él.
Se convirtió la abadía más importante del condado de
Ampurias y alcanzó gran prestigio como
centro de peregrinación. La consolidación de su poder y prestigio fue durante los siglos XII y XIII.
Lo
favorecieron enormemente los condes de
Ampurias, que lo convirtieron en su
panteón familiar, como aún hoy día recuerdan los casi invisibles restos
de pintura mural que, protegidos por un cristal, se conservan en una pared
lateral del atrio y que muestran el escudo del condado de
Ampurias.
La actual
iglesia, por su originalidad
arquitectónica, es única en época medieval catalana. La nave central tiene
enorme altura de 16 mtrs, está rematada
por una bóveda de cañón y sostenida por
enormes pilares y columnas, los capiteles de las columnas son de tipo corintio.
Las dos naves laterales -con bóveda de
cuarto de cañón- actúan como contrafuertes de la nave central y desembocan
directamente en la magnífica girola.
Todo el
conjunto de esta iglesia evoca la
grandeza y grandiosidad de las
construcciones romanas y, personalmente, en algunos aspectos me recuerdan la
grandiosidad del mausoleo y el palacio que el emperador Diocleciano
hizo construir después de su abdicación (305 d.C.) para pasar en él los últimos
años de su vida en la actual ciudad de
Split (Croacia). Por todo esto la
monumental iglesia de Sant Pere es única en la época medieval.
Sabemos que la iglesia actual fue consagrada en el año
1022, lo que no indica que
estuviera acabada, sino sólo finalizada
la cabecera. Tenemos muy escasa documentación sobre este templo.
Las obras se
podrían haber iniciado en s. X y posiblemente
terminaron en el s. XI.
FRAGMENTO DE LA PORTADA DE CABESTANY |
Más tarde
fue construida la portada del atrio,
decorada en mármol por el maestro Cabestany, a mediados del XII. De ella
hoy sólo quedan dos pequeñísimos
fragmento en la base inferior de la puerta que daba acceso a la iglesia, uno a
cada lado. Esta magnífica portada subsistió hasta principios del s. XIX en
el que sufrió un gran expolio.
Fragmentos de ella hay esparcidos por muchos museos.
En las
excavaciones realizadas en 1989
aparecieron en el palacio del abad 658
monedas de oro y plata correspondientes a los siglos XIV y XV. Hoy este tesoro
está en el Museo Nacional de Arte de
Cataluña.
Con muy
diversas vicisitudes -en el siglo XIV se
inició el proceso de decadencia, aunque en el XVII y el XVIII, gracias a la
expansión del cultivo de la vid en Cataluña hubo una recuperación- los monjes
vivieron en Sant Pere hasta 1798.
Finalmente los ataques de tropas francesas y de los bandoleros dieron la
puntilla e hicieron que la comunidad se trasladara en esa fecha a Villaseca y
en 1818 desde Villaseca a Figueras. En
1835 la desamortización hizo desaparecer definitivamente esta comunidad
benedictina.
Desde la marcha de los monjes, el abandono y las
expoliación se cebaron con en el otrora espléndido monasterio. Hoy, pálida
sombra de lo que fue, sigue alzando su imponente figura, con frecuencia envuelta en la bruma, desde la cumbre de
la montaña Verdera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario