-->
Julia Sáez-Angulo
6/5/19 .- Madrid .- El profesor,
periodista y ajedrecista Antonio López de Zuazo es el autor de Ciento y pico libros sobre ajedrez” Biblioteca
ajedrecista. El libro va dedicado “a la memoria de Ramón Rey Ardid (1903 –
1988), campeón de España y de Aragón, autor del libro Los principios de ajedrez que me enseñó a jugar, con quien logré unas
tablas y a quien entrevisté en el teletexto de TVE en 1987”.
Antonio López de Zuazo Algar
(Zaragoza, 1946) residente en Madrid y veranea en Garrucha (Almería), organiza
todos los años, en este pueblo costero un torneo, gran evento ajedrecístico,
principalmente con niños y padres, de gran éxito y reconocimiento. Este libro
de libros va a ser recibido con alborozo. Su biblioteca ajedrecista se encuentra
en su casa de El Toboso (Ciudad Real), donde pasa los fines de semana y tiene
un museo monográfico su esposa, la pintora María Pilar Venegas. El autor ha escrito varios Diccionarios de periodistas.
El
libro Ciento y pico libros sobre ajedrez”
Biblioteca ajedrecista. lleva un prólogo de la escritora Julia Sáez-Angulo
y de la ajedrecista, Doctora en Medicina Cristina Lisbona, así como un epílogo
de Isabel Torremocha Cagigal, profesora de Lengua Castellana y ajedrecista. El
prólogo de las primeras dice así:
“En el ajedrez, deporte fuerte como
la vida, donde hay que tomar decisiones y con ellas se gana o se pierde. Las
reglas, la estrategia y las tácticas son claves de combinación y armonía, de audacias
y celadas, de maniobras y sutileza, de retos y peleas, de presión y aguante, de
victoria o derrota, incluso de tablas o empate. Con 16 piezas cada uno de los
dos jugadores, blancas, negras, alfiles, peones, rey, reina... todas ellas sobre
64 escaques de un tablero, hasta llegar al inevitable fin del jaque mate o
tablas. Del tablero a la vida, con jugadas previsibles o imprevisibles de una
partida. Un juego que roza el infinito.
El ajedrez requiere una tarea de
concentración y reflexión antes de actuar, algo que subraya la necesidad de la
inteligencia humana para llevarla a cabo. El ajedrez es una disciplina mental de
la que se deriva dominio y experiencia, ejercicio y autodisciplina en el pensamiento.
España tiene una fuerte tradición ajedrecista que conviene conocer y divulgar.
La bibliografía es un género dentro
de la escritura y un arte, que Antonio López de Zuazo, profesor de Comunicación
en la Universidad Complutense, domina porque ya ha trabajado en este campo. Su conocimiento
bibliográfico, a la hora de investigar y recopilar, se pone de manifiesto en
este volumen de Ciento y pico libros
sobre ajedrez. Libros en distintas lenguas y de diversas procedencias, de
los que él ha hecho una sabia indagación y expurgo.
Poseído por el entusiasmo, el
profesor López de Zuazo ha creado una escuela de difusión y enseñanza del
ajedrez entre pequeños y mayores en la localidad almeriense de Garrucha, lugar
de sus vacaciones veraniegas, donde los encuentros y concursos estimulan el
conocimiento del ajedrez y la dinamización mental de sus practicantes. Como se diría
en la UNESCO, el profesor Zuazo es el animador cultural del espacio y el tiempo
en las coordenadas que lo enmarcan.
Leontxo García, veterano divulgador
del ajedrez, afirma que “el ajedrez aporta innumerables habilidades cognitivas
a los niños, como el pensamiento autocrítico, el control del primer impulso, la
empatía y el pensamiento flexible, entre otras”. No hace falta ser niño
prodigio para acercarse al ajedrez –algunos creen que es un deporte o un juego
solo para los muy inteligentes-. En el conocimiento siempre hay grados y, por
tanto, igualmente en el ajedrez. Acercarse a él es comenzar una carrera que
puede llegar muy lejos, pero el ritmo será pautado, según el que le imprima cada
ajedrecista.
El autor de Ciento y pico libros sobre ajedrez no ha querido incluir
bibliografía de poesía o narrativa sobre el tema, para no dispersar el concepto
del libro y poder centrarse en los ejemplares claves de referencia, pero el
campo literario es otra mina en la que el ajedrez también se ha aposentado con
arte, baste citar algunos títulos como El
jugador de ajedrez de Mäezel (1836), una de las mejores historias
extraordinarias de Edgard Allan Poe; Una
partida de ajedrez (1941), de
Stephan Zweig; La partida de ajedrez.
Poema en un acto (1915), de Francisco Villaespesa; La novela de don Sandalio, jugador de ajedrez (1933) de Miguel de
Unamuno; La tabla de Flandes (1990), de
Arturo Pérez Reverte, o El ajedrez de la
vida: Una reflexión sobre la idea de progreso en la evolución (2010) de
Jordi Agustí. La lista de títulos literarios podría ser abundante, si no
interminable.
El autor ha querido prescindir
también de las citas sobre el ajedrez. Y con su permiso, me voy a permitir
algunas de las más célebres en este prólogo. José Raúl Capablanca, jugador
cubano de ajedrez, campeón mundial de 1921 a 1927, dejó numerosas afirmaciones
con agudeza y gracejo, entre ellas: El
buen jugador siempre tiene suerte o De
pocas partidas he aprendido tanto como de mis derrotas. El escritor argentino
Jorge Luis Borges declaró en una entrevista en 1981: El ajedrez es uno de los medios que tenemos para salvar la cultura,
como el latín, el estudio de las humanidades, la lectura de los clásicos, las
leyes de la versificación, la ética. El ajedrez es hoy reemplazado por el
fútbol, el boxeo o el tenis, que son juegos insensatos, no de intelectuales.
Aristóteles, Shakespeare, Cervantes...
dejaron hermosas citas sobre el ajedrez. Nombraremos a dos autores españoles
más recientes: Jacinto Benavente quien dijo que el ajedrez es juego de dioses: manejar a nuestro antojo un mundo en
pequeño con todas sus figuras, o finalmente, Miguel de Unamuno, que con
cierto humor o displicencia afirmó que el
ajedrez procura una suerte de inteligencia que sirve únicamente para jugar al
ajedrez. En suma, al decir de Savielly Tartakower: En el ajedrez, como en la vida, la mejor jugada es la que se realiza.
Las tiendas especializadas en
ajedrez –como las de té- proliferan en las grandes ciudades. En ellas se juntan
libros especializados sobre este deporte, junto a los objetos o adminículos que
conlleva. Un disfrute visual y táctil ante los tableros y sus piezas, ante sus infinitos
materiales que van desde la madera al mármol y el alabastro, pasando por el
metal o el poliéster, amén de los tableros
en el suelo, como el del célebre balneario de Archena (Murcia) y tanto otros.
El ajedrez es deporte, conocimiento,
vida y pasión. Seguir los grandes nombres de la Historia del Ajedrez es una aventura asombrosa y otro tanto, de los
autores que han escrito sobre él, como nos proporciona este libro del profesor López
de Zuazo. Detrás de los grandes nombres de jugadores de ajedrez, vino y vendrá
la máquina, el autómata, la robótica, la electrónica, el contrincante mecánico
o digital... pero detrás de la inteligencia artificial está siempre la
creatividad de la inteligencia humana que la dota de soporte. Que los robots se
rebelen o superen a la inteligencia de los hombres y mujeres está por ver”.
Garrucha (Almería) Torneos de ajedrez
I
En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.
Adentro irradian mágicos rigores
las formas: torre homérica, ligero
caballo, armada reina, rey postrero,
oblicuo alfil y peones agresores.
Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.
En el Oriente se encendió esta guerra
cuyo anfiteatro es hoy toda la Tierra.
Como el otro, este juego es infinito.
II
Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.
No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.
También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y de blancos días.
Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonía?
Jorge Luis Borges
Soneto del libro EL HACEDOR, Buenos Aires, Emecé, 1969
Garrucha (Almería) Torneos de ajedrez
I
En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.
Adentro irradian mágicos rigores
las formas: torre homérica, ligero
caballo, armada reina, rey postrero,
oblicuo alfil y peones agresores.
Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.
En el Oriente se encendió esta guerra
cuyo anfiteatro es hoy toda la Tierra.
Como el otro, este juego es infinito.
II
Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.
No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.
También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y de blancos días.
Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonía?
Jorge Luis Borges
Soneto del libro EL HACEDOR, Buenos Aires, Emecé, 1969
1 comentario:
Una de las mayores fortunas de mi vida ha sido que mi padre ( q.e.p.d ) me enseñara a jugar al ajedrez a los cuatro años. Él llegó a ser campeón senior de Castilla en los tiempos de Pomar, Torán, Medina y otros muchos otros grandes jugadores españoles. Yo mismo he ganado algún campeonato universitario, e incluso en el tiempo que viví en Inglaterra disputé algunos torneos de bastante nivel con no malos resultados. Hoy día sigo practicando, de vez en cuando, aunque no con la asiduidad debida, este maravilloso juego que tanto nos enseña y nos permite mejorar, no solo nuestra capacidad intelectual, sino también algunas virtudes y elementos necesarios para enfrentarnos a la problemática de la existencia. Se aprende en las victorias y en las derrotas, se aprende siempre. Como se dice en esta -- una vez más -- maravillosa entrada de Julia Sáez Angulo, Savielly Tartakower señala que en el ajedrez, como en la vida, la mejor jugada es la que se realiza. Esta es una importante reflexión porque implica muchas cosas, a poco que se piense. No es casual que geniales escritores, como Borges y él mismo Cervantes, fueran grandes aficionados al ajedrez. Y fue un español, Ruy López, hace siglos, uno de los primeros grandes maestros ajedrecistas. El rey Alfonso X el sabio fue otro gran aficionado a este juego que algunos señalan tiene su origen en la antigua India, pero que España difundió en Europa desde la Edad Media. Inolvidable es la partida de ajedrez que Ingmar Bergman nos muestra en el cine entre el Caballero y la Muerte, en la película El Sèptimo Sello, una obra maestra de la cinematografía. Amo el ajedrez, me ha enseñado tantas cosas... Gracias, Julia por traernos aquí al profesor Zuazo. Gracias por, como siempre, incrementar nuestro horizonte cultural y nuestras expectativas personales.
Publicar un comentario