miércoles, 7 de septiembre de 2022

Crónicas Escurialenses XXXIX.- OCTAVIO UÑA JUAREZ : EL REAL MONASTERIO DE EL ESCORIAL, MONUMENTO SUBLIME DEL RENACIMIENTO RACIONALISTA

Real Monasterio de El Escorial


Julia Sáez-Angulo

8/9/22.- Madrid.- “Ni “piedra lírica” como dijo Ortega y Gasset, ni “mole de piedra” como dicen otros, el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial es un monumento sublime del Renacimiento racionalista”, le digo al profesor Octavio Uña, que conoce bien la construcción, el edificio, porque residió en él largos años.

“Naturalmente -replica el profesor- porque tanto el rey Felipe II como el arquitecto Juan de Herrera eran lulianos, seguidores y amantes de la geometría pura como principio de orden en la arquitectura, en la construcción de las cosas. Allí late Pitágoras. La fundamentación del Monasterio es ciclópea, para contrarrestar la pendiente de la falda de la montaña. A Raimundo Lulio (1232-1316) lo invitaron a la Universidad de la Sorbonne en París para que explicara sus teorías.

En el monasterio se despliegan con claridad las tres figuras magnas de la geometría: el triángulo, de la divinidad. El Patio de Reyes es un triángulo que nos lleva al interior, al altar.

La esfera es el símbolo de la perfección, contiene en sí todos los puntos del universo. Y finalmente el cubo, con sus sólidos lados, de cuatro en cuatro, que sostienen férreamente la basílica y el Monasterio: dieciséis patios y varias torres. Las oquedades y los llenos, junto a su cimborrio, la inmensa bóveda de granito, vencido a veces por la lluvia, que ha necesitado inyecciones de materia.

Desde el coro se ve la gloria pintada por Luca Cambiasso, donde observamos orden y jerarquía en los cielos… La complejidad del monasterio se resuelve en una armonía perfecta.

Tiene razón Tomás Paredes cuando habla de que Juan Bautista Toledo y sus aparejadores construyeron buena parte del Monasterio, pero la intervención de Juan de Herrera en la segunda entrada fue decisiva, para dar solidez y armonía a la construcción. No hay más que ver esos muros de tres y cuatro metros de espesor, para derivar fuera las aguas que caen de la montaña, esas escaleras oportunas hacia los sótanos, esa Galería de Convalecientes, que más bien parece Galería de resucitados hacia la luz, desde donde algunas tardes se ve la magnífica puesta rojiza del sol en el Pico de San Benito… Yo dormía sobre esa Galería de Convalecientes, con una espléndida vista hacia el horizonte.

Por otra parte, la actuación del gran rey Carlos III (1716-1788) hay que tenerla en cuenta. Él fue artífice de las oportunas Casas de Oficios y la gran lonja ante el Real Monasterio, que le añaden un empaque señorial a la fachada limpia de toda ornamentación. Ni siquiera hay doble escalera interior hacia palacio…”

El profesor Octavio Uña Juárez (Zamora, 1945), catedrático de Sociología en la Universidad Complutense, me emplaza a hablar con calma, otro día, del Real Monasterio, que él admira hasta la pasión. Dos horas no bastan para explicarlo, el profesor es exhaustivo y quiere que dediquemos una mañana y/o una tarde enteras a tomar notas con precisión. Pero como yo sé que "lo mejor es enemigo de lo bueno" (lo inmediato es lo bueno y lo posible lo mejor), me lanzo a publicar estos primeros apuntes comentados por el profesor, porque en cada uno de los encuentros con él, sabré captar nuevas apreciaciones de su fecundo y disperso conocimiento.

El Cafetín Croché de San Lorenzo es el lugar donde el poeta Octavio Uña organiza recitales líricos, junto a la dueña Maricruz Lorente, y entrega los Premios que ya van por su XXXV edición. Una proeza nada fácil en estos tiempos que no parecen propicios a la lírica.

    Octavio Uña mostró el Monasterio, en su día, a visitantes ilustres como la Reina Isabel II de Inglaterra, al canciller Konrad Adenauer de Alemania y otros visitantes de relieve. También lo mostró al filósofo José Luis Aranguren, que se lo pidió como un favor, y lo recorrió con atención junto al arquitecto Luis Cervera Vera y otros muchos escritores, sobre todo poetas, que se quedaban extasiados ante la magnitud y magnificencia de un edificio tan soberbio.

    Para el escritor Dionisio Ridruejo, que hizo un precioso soneto al Monasterio, lo califica como una obra que comenzó en el pasado, pero nos lleva al futuro y al porvenir. En osada paradoja llama al monasterio de El Escorial «llanura vertical y torreada», de uno de los “Sonetos a la piedra”, que Ridruejo dedicó al Monasterio de El Escorial y otros monumentos.

Juan Cano Ballesta, de la Universidad de Virginia lo explica así: “Algo semejante nos revela el soneto «Al monasterio del Escorial en el jardín de los frailes» (XXXVI). Haciéndose eco de las vanguardias, y de los grandes poetas del 27, la poesía se convierte también aquí en «álgebra superior de las metáforas», según la expresión de Ortega. Éstas constituyen repetidos intentos de interpretación de la inmensa mole de piedra. Ridruejo lleva a cabo un esfuerzo ciclópeo para inyectar espiritualidad, dinamismo, movimiento ascensional a la pesada mole arquitectónica. A veces lo logra con el oxímoron («llanura vertical») o haciendo violencia al lenguaje, a la lógica común, para prestar fuerza y tensión a la piedra muerta: «milicia [agresividad] de la piedra», «hasta el alma de piedra en la explanada», «muralla gentil», «robusta eternidad del sueño». Lo estático se combina con lo dinámico y espiritual, la pesadez con la gracia, la robusta materialidad con el sueño y con la eternidad en una evocación imaginativa en que la geografía es robusta realidad y cantera de vigorosas metáforas.

     El poeta interpreta poéticamente el imponente monasterio como una derivación de la orografía castellana («llanura vertical y torreada») y le dedica cuatro sonetos, además del XVIII. 

  El Escorial es, ante todo, Arquitectura... Es construcción. Es medida. Mesura -como diría el Padre Sigüenza-. Es conquista -frente a la naturaleza circundante- de una fórmula matemática de edificación.

        Por todo ello, el profesor Uña no pudo resistir cuando oyó decir a un concejal, empapado de prejuicios, : “A lo mejor, viviríamos mejor sin el Monasterio entre nosotros”. 

    "¡Eso es blasfemo!", exclamó el profesor Uña levantándose. 

    Era uno de esos políticos locales, ignorantes, anticlericales o come-curas, a los que cualquier referente religioso le produce erisipela. De esos que hacen tanto daño a los ciudadanos.

    "La ignorancia no es que sea atrevida, ¡es una desgracia! La opinión de aquel concejal y de quien opina como él, contrasta con la de dos grandes sabios que ha dado España en el siglo XX: Miguel de Unamuno y Ortega y Gasset, ambos elogiaron como nadie el Real Sitio y el Real Monasterio. El primero dijo aquello de que todo español que se precie no debe dejar de “peregrinar a El Escorial, como un musulmán lo hace a la Meca”. El segundo lo llamó "piedra lírica".

Los posibles detractores acaban callando. 

    "Hay que defender el Monasterio contra concejales incultos, que sencillamente niegan la realidad…", concluye Octavio Uña, para quien el tema de la grandeza del  Monasterio no se acaba nunca y, por eso, quedamos emplazados para seguir hablando de él otro día, en el restaurante La Cueva, de San Lorenzo, "otro lugar histórico donde se cambiaban los caballos de tiro para subir a la montaña de la sierra de Guadarrama".

    N.B. No olvidemos que el monasterio de Felipe II iba también dirigido a los Padres Jerónimos, orden religiosa austera en su regla. Soledad, oración y trabajo. Ni siquiera permite la canonización de sus monjes como santos, como humildad incluso post mortem. Se rige por la Orden de San Agustín, eso explicaría que sean los agustinos quienes ocupan ahora el Real Monasterio. Se trata de una orden religiosa exclusivamente ibérica, puesto que solo se implantó en España y Portugal. Estuvo muy vinculada a las monarquías reinantes en ambos países.

Monasterio y Monte Abantos, desde la Silla de Felipe II

Fachada del Real Monasterio con San Lorenzo y las parrillas


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