viernes, 17 de marzo de 2023

LA OTRA ESPAÑA



VíctorMorales Lezcano                                           

A lo largo de mis primeros viajes a Marruecos vine a conocer en la ciudad de Marrakech (1978) a Mohamed Larbi Messari (Tetuán, 1936-Rabat, 2015), con motivo de la primera convocatoria de una incipiente asociación de intelectuales marroquíes y españoles. Retengo aún la acogedora recepción que nos dispensaron nuestros anfitriones del país vecino, muy especialmente aquella en que se prodigó Mohamed Larbi Messari. Amigo con quien a lo largo de los años me uniría una relación tan cordial como fructífera en el delicado territorio de la comprensión y de la correspondencia mutua entre ciudadanos de dos países vecinos. Recuerdo que entre la plana mayor invitada en la ocasión coincidí por primera vez con Juan Goytisolo (1931-2017), Mohamed Chakor (1937-1917), Bernabé López García,  Simon Lévy (+ 2011) y Domingo del Pino, entre otros marroquistas, y precisamente con Larbi Messari, entre las firmas que venían engrosando una pléyade de escritores: ensayistas, gente de la prensa, literatos, historiadores y un breve etcétera de intelectuales hispano-marroquíes, motivados todos ellos por una voluntad de comprensión de la trama compleja que los siglos habían ido hilvanando en las Dos orillas de las aguas que circulan a lo largo del estrecho de Gibraltar. Aquella incipiente convocatoria devendría, pasados unos veinte años, en el Comité Averroes, de raíz y urdimbre hispano-marroquí; tiempos en que todavía se seguía comentando que la abundancia informativa y bibliográfica creciente de origen hispano-marroquí no invalidaba aquello de que el conocimiento mutuo entre los  finisterres ibérico y magrebí continuaba, sin embargo, siendo foco de un permanente estado demasiado agraz.

Si es cierto que la sentencia palaciega del difunto Hassan II ("España y Marruecos están condenados a entenderse") se convirtió con el tiempo en una suerte de axioma, que sirvió de acicate para incrementar de nuevo el encabezamiento de algunas cuantas publicaciones de un africanismo renovado de marcada tónica marroquista,  no menos cierto es que la postrera descolonización del Sahara Occidental, entre octubre de 1975 y febrero de 1976, vino a conferir a las relaciones de España con su vecino del sur por excelencia un dramatismo histórico que, teóricamente, vendría a poner punto final al enredo territorial y marítimo urdido al sur de punta Tarifa por un concurso de factores cómplices. Además, dicho quede aquí, en esos años finales del decenio de 1970-1980, se fue incrementando una suerte de doble reflejo de dos mentalidades complejas tanto en la publicística marroquista como en la española, sumidas ambas en una cuestión clave: ¿cuántas Españas coexisten en España?; ¿cuántos Marruecos caben, coexisten, en Marruecos?; ¿las diferencias internas detectables, sea entre Euskadi y Extremadura, sea entre Andalucía y Cataluña se pueden relacionar con las diferencias existentes en Marruecos entre el fértil Lucus, la región de Oriente (Uxda), o la comarca Hauz de Fez y la región de Errachidia, puerta del desierto de piedra?  Habría que convenir, sin embargo, en que las diferencias internas de España y Marruecos no son impedimento para reconocer a cada uno de los dos países de marras como identidades nacionales independientes; aunque, eso sí, de perfiles geopolíticos diferenciados. 

Podemos adelantar ahora que la obra de Mohamed Larbi Messari, titulada La otra España (ed. Diwan Mayrit, 2022; traducida del árabe al castellano por Abdelkhalak Najmi) y con prólogo de Miguel Ángel Moratinos, es, a todas luces, un ensayo atractivo de la otra España que quiso retratar Messari en la primera edición vertida en lengua árabe, de su indagación en torno al período de transición de un régimen político dictatorial (franquismo) a otro de naturaleza demoliberal (imperfecta, con frecuencia), como el que terminó por implantarse entre 1977-1982 en la España contemporánea.   

                                                II

Larbi Messari plantea y resuelve el período de la transición democrática en España entre las páginas 15-52, mientras que, a partir de entonces, abre el autor una segunda parte que, dicho sea de paso, vuelve a concernirnos en la actualidad: España y la cuestión del Sahara.  

En las páginas que integran otro tándem de La otra España (75-172) se incluyen aspectos nada triviales, como la reacción de la opinión pública occidental tras el 11S de 2001, vivo todavía en el recuerdo de los que por entonces ya estábamos entrados en años, cuando no se trata de la pulsión republicana anterior a la que Ramón Tamames bautizó como "la era de Franco" y cuyo permanente "revival" histórico ha sido, a propósito, nutrido por los desatinos finales del reinado de Juan Carlos I. Lo que es más, no deja de haber en La otra España algunos bocetos y ciertas pinceladas tocantes a cuestiones que fueron de candente actualidad hace algo más de treinta años, como, por ejemplo, aquello de la constante centrifugacidad (Unamuno dixit) del nacionalismo separatista vasco y catalán, el impacto en España del fenómeno inmigratorio procedente del centro y sur de América, de una parte, y el rumano y el norteafricano, de otra, potenciados a partir de la revitalización económica de España desde los años 90 del siglo XX.

El autor de estas cuartillas apuesta a favor del hecho de que Larbi Messari dedicara unas cuantas páginas, nada exentas de interés, tanto cultural como intelectual, incluso si leídas hoy en día, al pasado histórico y a los ensayos de renovación bibliográfica en España concernientes a las relaciones hispano-marroquíes, a la percepción árabe de la importancia que el legado andalusí ha entrañado para dar al-islam, así como para la península ibérica en la Edad Media y algunas de sus resultas (todavía no resueltas). Finalmente, se desprende de la selectiva recuperación del contenido que poseen la tercera y cuarta partes de La otra España la presencia de eminentes estudiosos de las cuestiones antes señaladas, que han dejado para largo su huella intelectual, como ocurre con Alfonso de la Serna y Gutiérrez-Répide, Pedro Martínez Montávez (a quien hemos perdido últimamente), María Jesús Viguera Molins, Carmen Ruiz Bravo-Villasante, por citar solo testimonialmente a quienes tanto debemos en los campos de estudio, en parte aquí aludidos, que se han ido encabalgando en los tres últimos decenios transcurridos. Razón por la cual los ilustres arabistas e historiadores de escuela, desde Gayangos a García Gómez, por acotarlos exempli gratia, no figuran en la nómina de referencia, a la que Messari recurrió selectivamente cuando redactó la versión originaria de La otra España.


Añadimos que no sería justo no aludir en estas cuartillas escritas con un amistoso recuerdo, de mi parte, del autor de La otra España, al reconocimiento de la función cultural que Messari eligió desempeñar entre el sur de Tarifa y el norte de Espartel, así como a su labor a través de los medios publicísticos del Istiqlal, partido político del Marruecos independiente a partir de 1956, al que nuestro homenajeado perteneció largo tiempo. Sin que ello, a propósito, fuese obstáculo alguno para que Abderrahman Yusufi, primer ministro de militancia socialista que gobernó en Marruecos, encomendara a Messari el Ministerio de Comunicación en 1998. Ministerio siempre "arriesgado" en un país de características gubernamentales espinosas, como suele ocurrir en el Magreb árabe y amazigh.

Téngase en cuenta también el noble afán de La otra España de ofrecer en lengua árabe las páginas de un prontuario claro, afectuoso al tiempo, sobre la España contemporánea cuando sonó la hora de la transición entre dos regímenes políticos opuestos (democracia liberal versus franquismo). Messari optó por referirse en un extenso paréntesis a una de las polémicas historiográficas más señeras, sesudas y, también, partisanas, dedicado al período islámico de la historia de España en las obras de A. Castro y N. Sánchez Albornoz (103-123 pp.).

Citamos por separado, como final de esta recensión, el largo inciso que Messari consagra en La otra España al pulso interpretativo de aquella España "que la salen a encontrar los cristianos con sus cruces, los moros, a la morisca y los judíos que con vihuelas en la ciudad (de Toledo) estrugían", como nos recordó R. Menéndez Pidal.

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