L.M.A.
29/4/23.- Madrid.- La escritora Xenia García es la autora de “Kudryyavka (Perra de pelo rizado)”, premio Unicaja de novela, publicado en Alianza Literatura. Una historia contada en primera persona, tras la noticia de un ex marido muerto de infarto.
Xenia García (Sevilla, 1975), estudió Ciencias de la Información, Máster en Dirección de Comunicación y Marketing y Máster en Escritura Creativa por la Universidad de Salamanca. Ha publicado los libros de relatos "El trigo que cae" y "Cárceles de azúcar" Premio MonteLeón). Con su primera novela ha sido galardonada con el Premio Unicaja de Novela Fernando Quiñones.
¿Por qué no se habla más de la enfermedad mental?
Supongo que por el estigma que supone tanto para el enfermo como para su familia. Y también por miedo. Sin embargo, es curioso que las enfermedades mentales sí que han sido un tema recurrente en la literatura y no así la enfermedad física, aunque ambas tengan en común ese estigma social. Pareciera que el que enferma mentalmente tuviera cierta responsabilidad sobre su padecimiento. Los estigmas asociados a la personalidad o al comportamiento exilian al enfermo a otra realidad, los confinan, los señalan con el dedo y los acusan de cierta debilidad. Antes se aislaba y ahora se silencia, que es sin duda otra forma de aislamiento. De lo que no se habla, no existe. La literatura desempeña en este sentido un papel esencial para romper silencios y encender empatías, para ayudarnos a comprender esas otras realidades y sobre todo a nombrarlas.
¿La literatura salva?
Es una afirmación poderosa y poética, sin duda. No le resto poder a la literatura, pero diría que nos salvan los médicos, la ciencia, tener todos los días algo que comer. Sin embargo, la literatura nos ayuda a sobrellevar esos tiempos en la sala de espera que de otra forma serían insoportables. Nos da cobijo y nos duele. Creo en la literatura que duele. A mí me ayuda a reconciliarme con el mundo, a perderme y a no temer sus grietas, a sentirme menos sola. La literatura no solo nos permite vivir miles de vidas sino que nos ayuda a descubrir esas otras vidas que guardamos dentro. Es una magnífica herramienta de autoconocimiento y en ese sentido sí que nos salva. Construir nuestra propia narrativa y apaciguar la hostilidad del mundo nos redime.
Sexualidad y sexualización
Son dos conceptos bien diferentes que a veces se confunden porque se quieren confundir. Ocurre con las mujeres, pero también con la infancia -la hipersexualización de la infancia- y a veces deriva en una cuestión de extrema gravedad que no debería alarmarnos exclusivamente cuando adquiere matices delictivos.
La sexualización pasa necesariamente por el ojo del otro. Es ese otro el que nos convierte en objeto, aunque hay gestos que favorecen esa cosificación: regalarle a una niña un bikini con relleno es sexualizarla, fotografiar a las niñas en posturas poco infantiles, maquillarlas, transformarlas en objeto sexual y exhibirlas. Eso es sexualizar. Imponemos nuestra sexualidad adulta a los niños, sobre todo a las niñas, y es también una forma de aniquilar la infancia. Nada tiene que ver con expresar libremente nuestra sexualidad. Después, cuando esas niñas llegan a la edad adulta, aparece la presión por depilar el vello público, poses lánguidas y cuerpos excesivamente delgados. Es del todo perverso que ni siquiera reflexionemos sobre la hipersexualización de las niñas, por un lado, y la continua infantilización de la mujer con pubis de niña, por otro.
¿Cuento o novela?
Creo en la fluidez de los géneros. En lo que Monterroso llamó el movimiento continuo: “El ensayo del cuento del poema de la vida es un movimiento perpetuo”, escribió. Los géneros están al servicio de la historia narrada y los contadores de historias acudimos al cuento o a la novela indistinta o simultáneamente. El momento vital del escritor también es determinante, claro, porque la novela requiere una inmersión absoluta a veces poco compatible con la conciliación de la vida familiar. Escribo y leo cuentos desde que era niña y hace unos meses sentí por primera vez que mi historia requería una mayor extensión. Hace un par de años que leo fundamentalmente novela, pero no encarcelo las historias que quiero contar en un género. La vida es compleja y a veces es ensayo, novela, cuento o poema. O todo a la vez.
¿Podemos sacar algo positivo del sentimiento de culpa?
La culpa es a menudo un mecanismo de control y no siempre corresponde a hechos reprobables. Cuando ese es el caso, se trata de una culpabilidad inútil y manipulada. Sirve para que adaptemos nuestro comportamiento a las normas del entorno, por eso nos habituamos a ella desde la infancia, normalmente en el entorno familiar. Es muy difícil cumplir las expectativas de todo el mundo, así que tarde o temprano terminamos por defraudar a los demás y a nosotros mismos. No sé, no consigo pensar en nada positivo derivado del sentimiento de culpa salvo, quizás, el aprendizaje que nos aporta al revisar nuestro comportamiento para redimirnos cuando realmente corresponde. El proceso de digestión de nuestras culpas me resulta sumamente interesante.
¿Qué significa para ti el Premio Fernando Quiñones?
No sabría responder a esa pregunta. Quizás en un año sea capaz de mirar con cierta perspectiva este día a día que estoy viviendo con entusiasmo y vértigo al mismo tiempo. Sí sé que jamás me permití soñar con una editorial como Alianza. Crecí con los libros de bolsillo de la editorial. Nunca imaginé formar parte de su catálogo, así que de momento me estoy dando una tregua y dejándome llevar. Sin duda una de las mayores conquistas es la visibilidad que un premio así le da a tu obra. Por primera vez desde que comencé a publicar, el lector que lo desee puede comprar mi novela sin verse obligado a padecer un auténtico periplo para llegar a ella.
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