Juana Pericás y Elisa Sáez Angulo recibieron los Diplomas de Excelencia entregados por María Eugenia Martínez, presidenta de la Tertulia Ilustrada de Madrid.
Julia Sáez-Angulo
3/8/25.- El Escorial .- Aunque el afecto era el mismo, mi hermana Elisín era la favorita de mi padre, ella era simpática, graciosa. Yo lo era de mi madre, porque sacaba buenas calificaciones académicas y eso le gustaba. Mi hermana era cuatro años menor que yo. Cuando mi Elisín era adolescente, tenía las piernas tan largas, que mi padre decía que parecía una cigüeña. Hoy, su nieta adolescente, Isabel, es como ella.
La llamábamos Elisín, porque llevaba el nombre de mi madre, Elisa, y había que diferenciarlas. Mi padre decía que, al teléfono teníamos las voces idénticas y no podía diferenciarnos. Los hijos de los vecinos en Uruñuela (La Rioja) se llamaba Felisín, Basilín, Ambrosín y Jesusín -no me lo estoy inventando, es real-, por lo que cuando ellos y mi hermana estaban jugando por el patio o las huertas respectivas, y oían el grito familiar de un nombre acabado en “in”, decían que era llamada para el otro, o acudían a la vez para saber que querían de ellos.
Mi hermana tenía buen carácter y caía muy bien. En Uruñuela, saludaba a todo el mundo interesándose por la familia. Yo era más expeditiva con la gente. El resultado era, que a ella le regalaban peras, manzanas, tomates, lechugas… y a mí, nada.
Elisín estudió Políticas, pese a su bachillerato en Ciencias. Se casó con un abogado, Guillermo Slöcker, apellido austriaco de un descendiente del médico que trajo la reina María Cristina de Habsburgo Lorena de Viena, el Dr. Slöcker, que se afincó en la península. Mi hermana decidió estudiar Derecho para enriquecer el despacho conyugal, porque le convalidaban numerosas asignaturas. En vez de la abogacía, ella ejerció como procuradora de tribunales para practicar la conciliación familiar. Los juzgados en Madrid están tan dispersos , que ella decía que tenía que candar como geisha por arrozal, para llegar puntual a sus obligaciones jurídicas. Suspiraba por la Ciudad de la Justicia que unificaría a todos los juzgados.
Tenía buen humor y se tomaba la vida con gachonería. Paseaba a Chui, un perro juguete, cuya raza no recuerdo. Un día lo dejó en mi casa, porque asistíamos a una boda, y el animal se quedó en el jardín, pero el can como era diminuto se escapó por la gatera. Al no ver a Chuy cuando regresamos en la tarde, Ely -también la llamábamos así- se puso nerviosísima y fuimos a buscarlo al cercano parque Eva Duarte. Entre tanto le iba ofreciendo dinero a San Antonio, para que le ayudara a encontrarlo. Nunca le fallaba el santo, según decía. Ella preguntaba a todo el mundo por su perro perdido y, al fin, unas señoras le dijeron que lo habían visto con otra mujer, que pensaba llevarlo al veterinario o a la perrera. Mi hermana se asustó con esta última posibilidad. Fue subiendo la oferta a San Antonio, porque decía que era un santo muy interesado en favor de sus pobres. La llamada de su veterinaria la tranquilizó. Chuy estaba con ella en la clínica. San Antonio cumplió y ella le entregó doscientas mil pesetas en su cepillo para sus pobres. “Si mi marido lo sabe, me mata”.
Otra pérdida también le costó un dinero. Al bajar del autobús, por la noche, en plena nevada madrileña, se le cayó el anillo de oro con un escudo del apellido, muy en boca en los 70. Ella y tres pasajeros más que descendieron, le ayudaban a buscarlo entre la nieve, pero el anillo no aparecía. De pronto uno de ellos se puso a imprecar a los otros porque el anillo había caído allí y si no aparecía era porque alguno de ellos se había quedado con él. Mi hermana, perpleja, trataba de calmarlo y los otros, incómodos se despidieron. Elisín me contó la historia por la noche, calificando de energúmeno al que reprochó a los otros. Ella seguía ofreciendo dinero a san Antonio para encontrar su anillo. A la mañana siguiente, volvió al lugar, rebuscó entre la nieve ya marrón y casi derretida. Allí estaba la joya. Su tesis era que el energúmeno se llevó su anillo, y que san Antonio le depositó otro en el lugar para ella. Le había ofrecido una buena cantidad para sus pobres y no quiso desperdiciarla.
En los comienzos de la Transición, a partir de 1975, Elisín se afilió al partido carlista con objetivos cooperativistas. Trató de cerca a don Carlos Hugo de Borbón, al que me presentó un día. Era un hombre inteligente y atractivo. El nombre de Elisa figuró en el listado de las papeletas electorales. No llegaron al cinco por ciento que se requiere legalmente para continuar como partido. El carlismo se disolvió.
El arte de Marc Chagall
A Elisín le gustaba el arte y acudía a los cursos que el Obispado de Madrid impartía en Alcalá de Henares. Ella daba, a su vez, algunas conferencias de arte, en el aula de la iglesia de San Ginés los sábados en la mañana. Un día dio una sobre Marc Chagall (1887-1955) y dijo que era un pintor excelente de las vanguardias parisinas, uno de los más relevantes de la primera mitad del siglo XX, un colorista excepcional… En el coloquio, le llevé la contraria: Chagall no era un gran pintor, era un ilustrador colorista, un narrador de historias por encima de la pintura, un dibujante de cuentos, un cuenta-cuentos… La pintura es otra cosa, enfaticé. Nos enzarzamos un poco y el auditorio escuchaba perplejo nuestro debate. Terminó en tablas.
Mi hermana murió en 2015 de un infarto. Fue terrible. Se desplomó en el vestíbulo del Colegio Profesional de Procuradores de Madrid. Un médico forense acudió rápido en su ayuda, pero no había nada que hacer. Yo me pellizcaba, porque no creía lo sucedido. Ella era más joven que yo. Iba contra la naturaleza. Creo que lloré más mi pérdida que su muerte. Dios me perdone. Ella había heredado el piso de mis padres, cerca de mi casa y yo me prometía una jubilación muy cercana a ella, con las ventajas afectivas que ello suponía. Teníamos muchas complicidades. Nos gustaba hablar de la familia y calificar con humor a cada miembro. Elisa fue una mujer irrepetible. Quienes la conocieron me recuerda lo encantadora y elegante que era. Dicen, que Dios se lleva primero a los buenos, a los que están preparados y listos. Yo tengo para rato.
Sé que la semblanza hecha de mi hermana Elisa Sáez Angulo ha quedado pobre. Ella merecería algo más serio y profundo. Queden estos párrafos como un simple apunte.
De mi hermano Luis no hablaré, porque afortunadamente sigue vivo. Estudió Periodismo y fue director adjunto del periódico “La Rioja”, diario al que consagró toda su energía profesional. Su única hija Ainhoa, es mi adorada ahijada. La familia, con todas sus ocasionales contradicciones, ofrece, sobre todo, raíces y muchas alegrías y satisfacciones.
Más información
https://lamiradaactual.blogspot.com/2016/03/placa-in-memoriam-de-la-procuradora-de.html
Placa en el Colegio de Procuradores de Madrid.
Elisa Sáez-Angulo, primera a la izda, con un grupo de amigos.
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