L.M.A.
El martes 13 de diciembre, a las 19,30 horas, se inicia en la Fundación Juan March (www.march.es, también en Facebook y Twitter: @fundacionmarch) el ciclo de tres conferencias LOS SALONES GALANTES, inspirado en el libro de la ensayista italiana Benedetta Craveri, La cultura de la conversación, que es a su vez el título de la primera conferencia, que da la propia Benedetta Craveri (en italiano, con traducción simultánea); a la que le seguirán, el jueves 15 de diciembre, el especialista en pintura francesa y director artístico del Museo Thyssen-Bornemisza Guillermo Solana, quien hablará de Los salones galantes en la pintura francesa del siglo XVIII; y cierra el ciclo, el martes 20 de diciembre, el historiador francés Roger Chartier con La opinión pública en el siglo XVIII. Entre la oralidad y lo escrito.
BENEDETTA CRAVERI
El objeto de mi conferencia es recorrer los momentos fundadores de ese arte de la conversación que durante tres siglos, desde finales del siglo XV hasta la caída del Antiguo Régimen, se ha impuesto como connotación distintiva del estilo de vida de las élites europeas. Por lo tanto, empezaré desde el modelo humanista italiano tal y como se ha estado elaborando a través de la reflexión de Pontano que, con su De Sermone (1499), inaugura la reflexión europea sobre la conversación como forma de la vida civil, para luego recordar el impacto suscitado por los tres grandes tratados pedagógicos posteriores del Renacimiento, El Libro Cortesano de Baltasar Castiglione (1528), Galateo de Giovanni della Casa (1558) y La Conversación Civil (1574) de Stefano Guazzo. Escritos en italiano y enseguida traducidos a varios idiomas, estos textos difunden en Europa el código de conducta -el know how como diríamos hoy- del gentilhombre moderno.
Sin embargo, a principios del siglo XVII Francia es la que hace suyo el modelo italiano, copiándolo, interiorizándolo según sus exigencias y otorgándole un carácter nuevo y original. Hasta entonces, el debate teórico sobre la conversación y las maneras de la vida civil había sido prerrogativa de grandes humanistas, y su enseñanza, más allá de las características contingentes de la pequeñas cortes italianas a las que uno y otro tratado hacían referencia, se quería universalizar. En cambio, en Francia, el ideal de “manera de vivir” para adoptar como modelo no procede de arriba, sino que se elabora poco a poco desde el interior de las élites mundanas, para luego imponerse como rasgo constitutivo del carácter nacional.
Por primera vez, en la historia de la civilización occidental toda una sociedad se mira al espejo, se estudia, se analiza y se refleja sistemáticamente en su propia apariencia y en los problemas de la comunicación, haciendo de ello el elemento distintivo de su identidad. Lo que está en juego es un arte de la palabra capaz de matizar la agresividad y favorecer el consenso y la cohesión social a través de un intercambio armonioso. Es un arte capaz de uniformar y al mismo tiempo distinguir, así como de producir entretenimiento, placer, información y cultura. Precisamente de esta reflexión colectiva tomaba forma la conversación à la française que, por sus múltiples funciones, debía imponerse como rito central de la sociedad aristocrática del Antiguo Régimen.
Mi propósito aquí no es evocar en todos sus múltiples matices el complejo cuerpo de normas que han marcado el arte de la conversación y han hecho de él emblema de toda una civilización, sino ver si este arte efímero de la palabra, vinculado a un mundo –el de los privilegiados– y desaparecido definitivamente con la Revolución Francesa, tiene aún algo que enseñarnos.”
ROGER CHARTIER
En esta conferencia quisiera, en primer lugar, discutir el concepto de «origen» cuando los historiadores lo movilizan para entender una ruptura tan decisiva tal como la de 1789 en Francia. Semejante perspectiva conduce a cuestionar la operación, clásica en toda la literatura consagrada a los lazos entre la Ilustración y la Revolución, que remite los gestos de ruptura respecto con las autoridades a la difusión de las ideas « filosóficas », suponiendo así un engendramiento directo, automático, transparente de las acciones por los pensamientos. Contra la definición clásica que la considera la Ilustración como un conjunto de ideas críticas, ¿no cabe acaso considerarla como un conjunto de prácticas múltiples que guía la preocupación por la utilidad común, cuya mira es una gestión nueva de los espacios y las poblaciones y cuyos dispositivos (intelectuales, institucionales, sociales, etc.) imponen una reorganización completa de los sistemas de percepción y ordenamiento del mundo social? Después plantearé tres cuestiones cuya relevancia me parece fuerte para comprender las mutaciones políticas y culturales en el siglo de las Luces: la relación entre opinión pública y opiniones populares, las transformaciones de las prácticas de lectura, a menudo entendidas como una «revolución de la lectura» y el papel –o la ausencia– de las mujeres en la construcción de un nuevo espacio político. Finalmente analizaré la apropiación de la Ilustración por la Revolución francesa, lo que obliga a revisar la noción de «precursores» y puede sugerir que, tal vez, es la Revolución la que hizo la Ilustración, es decir que es a partir del acontecimiento que se constituyó un repertorio de obras y de autores que supuestamente lo habrían preparado y anunciado.”
Nacida en Roma, Benedetta Craveri es licenciada en Letras,
en la especialidad de Filología Clásica. Desde 1988 ha sido profesora de Lengua y Literatura francesas en la Facultad de Lenguas y Literaturas Modernas de la Università della Tuscia y en 2005 se trasladó a la Università
degli Studi Suor Orsola Benincasa en Nápoles como profesora ordinaria de Literatura francesa. Ha sido condecorada con la Orden al Mérito
de Comendador de la República Italiana y con el de Officier des Arts
et des Lettres de la República Francesa. Colabora en las páginas culturales de “La Repubblica”, en “The New York Review of Books” y
en “Revue d’Histoire Littéraire de la France”.
Nacido en Madrid en 1960, Guillermo Solana es doctor en Filosofía y profesor titular de Estética y Teoría de las Artes en la Universidad Autónoma de Madrid. Entre sus publicaciones destacan las ediciones de los diarios de Delacroix (El puente de la visión, 1987), los escritos de arte de Diderot (1994), la crítica de arte de Baudelaire (Salones y otros escritos sobre arte, 1997) y la crítica de arte ante el impresionismo (El impresionismo: la visión original, 1997), así como la monografía Paul Gauguin (1997, reeditada en 2004). Es autor también del catálogo razonado de la obra del escultor Julio González en las colecciones del IVAM (2001).
Ha sido comisario de varias exposiciones, y crítico de arte de El Cultural
del diario El Mundo y en la actualidad desempeña su cargo
como director artístico en el Museo Thyssen-Bornemisza.
Nacido en Lyon en 1945, Roger Chartier es un historiador
de la cuarta generación de la Escuela de Annales,
especializado en Historia del libro y en las ediciones literarias.
Hasta 2006 ha sido director de estudios en la Escuela Superior de
Estudios en Ciencias Sociales. Ha sido distinguido con la Annual Award de la American Printing History Association, en 1990; el gran premio de historia
(Prix Gobert) de la Académie française, en 1992;
es Doctor honoris causa de la Universidad Carlos III (Madrid);
y Fellow de la British Academy.
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