L.M.A.
La madrileña Galería de Arte Eboli presenta, como cada año, una suerte de Festival del Arte Naïf en España, en esta ocasión con la obra de setenta pintores de diecinueve países. La exposición se podrá visitar desde el 10 de marzo al 18 de mayo de 2012. Amalia Fernández de Córdoba, directora de la citada Galería, participa igualmente con su obra ingenuista, dentro del mismo estilo.
El presidente d la Asociación Madrileña de Críticos de Arte, AMCA, Tomás Paredes, ha escrito un texto para la ocasión titulado: “Brindis por un arte delusorio” en el que dice:
El arte, en cualquiera de sus manifestaciones, debe ser un acto de intimidad, desnudo, sincero, de entrega absoluta, de manos abiertas, si no, no es. Es otra cosa, que puede tener lenguaje, presencia, pero que no es arte. Hay miles de libros de poemas parcos en poesía. Abundan los cuadros, pero no todos son obras de arte.
Arte, sin adjetivos, sin artificio, sin ambages en su consideración, que conmueva, aquello que posea emoción y misterio es lo que me impacta. No me gusta el rubro arte naif, pero está tan arraigado, tan aceptado y normalizado, que es temerario intentar otra calificación. Por naif, en general, se entiende un hacer autodidacta, gran colorido, perspectiva intuitiva, un producto ajeno a las reglas que rigen el arte académico. Aún, hay quienes lo identifican con un arte infantil, primitivo o desaliñado en las formas y composición.
Para mi es un arte delusorio, engañoso, confundidor, como es el flamenco, la poesía o el cine. Un arte que se esconde, que se camufla con la idea romántica de la honestidad. Y no todo lo honesto es arte, aunque fuere plausible. Es muy difícil y complejo luchar contra los falsos prestigios. ¿Cómo decir, sin colusión, que alguien, que se tiene por una estrella, hace baraterías y que, por contra, otra persona poco conocida expresa con digna soledad y solercia la grandeza del arte? Al naif se le colma de parentescos, de comparaciones, para intentar menospreciarlo o cuanto menos, tergiversar su entidad y horizonte.
Venancio Blanco, el maestro de la escultura y el dibujo, traductor del lenguaje de los mirlos, lleva muchos años luchando por promocionar el dibujo de los niños, por hacer que los niños despierten su natural concepción de la naturaleza y nos inunden con su inocencia y su naturalidad. El arte de los niños no es naif, es distinto a los impulsos de un adulto, que ha vivido, que está implicado en la dinámica social, más o menos contaminado. El arte primitivo tiene su tiempo concreto, obedece al despertar del hombre a la vida en sociedad, a la construcción simbólica del ser. El naif no es primitivo, es genuino, originario, simiente de un corazón desencontrado en la batahola banal del espectáculo.
Escribe Antonio Granados Valdés, naifista convencido, patriarcal y generoso, que se trata de “un estilo de vida, es una manera de ser, una necesidad vital”. Estas cualidades si que acercan a la realidad de esta arte mágica, que tanto y tan bien ha defendido y di-fundido Amparo Martí, otra musa naifista. El poeta Manuel Urbano, crítico y aedo, con aroma exquisito de quien se conoce cantor, se ha referido así al mundo del autor naif: “es el de la esperanza humana originaria, el de la utopía, el de la verdad recóndita sin fronteras ni edades. Por eso en él vibra la grandeza de la mirada que se enfrenta al sol”.
La grandeza y la humildad de la mirada que se enfrenta al sol, a la vida, con toda la humildad del mundo, sin la dictadura de las ideas recibidas, sin los modos de las modas.
El arte naif está definido por la naturalidad, por la solvencia de una presencia no adulterada, por la necesidad de un “desesperado testimoniar”. Poco que ver con el pulso infantil, ni con el balbuciente primitivo, con la decoración o con el arte bruto. Es la expresión que procede de un alma atormentada por la búsqueda de su alegría o su melancolía.
El arte, desde una óptica amplia, no está constreñido a la verdad, la pureza, la honestidad. Esos elementos pueden ser un medio, pero nunca un fin. El arte es plástico y por esa ventana accedemos al palacio de su realidad. Hay obras maravillosas, que son un emporio de verdad, pero, otras, ajenas por completo a ella, no dejan de tener un influjo social determinante. Ingenuo no es equivalente a torpe. La ingenuidad refiere falta de malicia, candidez, morosidad, pensamiento, ausencia de contrapartidas, darse tal cual.
Convendría que los lectores de esta isagoge leyeran a Jacobo Fijman(1898-1970), un poeta candoroso, músico y pintor, un hombre blanco, sin malicia, internado en un manicomio sin estar loco, que representa la más alta y nítida poesía. Un padre del naif, con menos suerte que El aduanero, conoció todos los infiernos imaginables y nos legó el inmenso tesoro de su lucidez habiendo vivido una noche eterna con su licor amargo.
Jacobo Fijman, de origen ruso, que escribió en español y se naturalizó argentino, de escasísima obra, dijo algunos de los fundamentos del arte y su refundación, cuando aseveró: “el arte tiene que volver a ser un acto de sinceridad”. Y esto vale para todos los que se acercan al arte, lo buscan o lo conocen. La chispa del arte es deudora de la inteligencia, cuando salta nos llena de resplandor y de vida, nos enriquece. Y nos ensancha el corazón. Esa chispa se esconde en la expresión de la presencia alucinada, con independencia de estructuras, soportes y colores ¿Acaso alcanza la profunda belleza de la fotografía en blanco y negro la de color? ¿Debe la inteligencia malrotar los tesoros del corazón?
Éboli, ¡cuantas resonancias de hermosura y distinción!, presenta la IX Muestra de Arte Naif Europeo, congregando obras de artistas de diecinueve países. Setenta y dos autores comparten espacio, compitiendo en particularidad, cada uno con el alcance que le concede su talento, su fuerza interior y su ambición.¡ El arte siempre viene del talento!
No es el lugar, ni el momento, de hablar de todos ellos o de destacar alguno, aunque siempre nos acabe interesando un nombre sobre otros. Es hora de saludar y acoger a estos espíritus libres para pedirles que se hagan cada vez más libres, más desnudos, más hondos, más comprometidos con ese “viaje irrenunciable” que indica Osvaldo Elliff.
Quiero recordar aquí a mi querido amigo Nuno Lima de Carvalho, iberista de pro y naifista sin fisuras, protector de este arte que sólo se consagra, se redime y se cumple en su magia y en su ángel. El arte, sin adjetivos, es mágico o no es arte. Debemos volver a la senda de la emoción, del misterio, de la inteligencia, de la belleza, la situemos donde fuere. Quiero brindar con Amalia, naif y naifista sin cuya perseverancia, la salud del arte naif sería otra. Y con Victoria da Madragoa, angelesa, arbitraria, lúcida, desveladora de mundos reales que los demás no vemos; hechicera, radical, pobre, admirada, luz.
El poeta paceño, Antonio González Bravo (1895-1961), que practicó un arte límpido que se entiende, llegando a tantos rincones del alma y de los ojos, termina así su poema “Brindis”: “En esta noche espléndida, oro y plata el espacio,/ oro y plata la casa, levantemos el santo/ vaso del corazón. Todo florece. / También el corazón está florido”.
En esta ocasión, oro y plata, quiero levantar el vaso del corazón y brindar con otros corazones floridos que vibran en estos iconos, que testimonian vivencias y sueños, que son una garantía del ser- cada cual con su pasión enhiesta, alcance donde alcanzare-, que se expone con toda franqueza, con las palmas limpias, esperando una mirada cómplice, un leve esfuerzo en descubrir la chispa que le salva, que le justifica, que le da sentido. ¡Brindo por la gracia de lo imposible, por el oro de estos sueños que se funden en una sonrisa!”
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1 comentario:
La exposición de la Éboli es un clásico de las citas de arte naïf en Madrid, imprescindible para poder disfrutar de unos momentos deliciosos mostrando los paisajes, los sentimientos y las emociones de todos esos pintores maravillosos.
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