Del 26 de
febrero al 12 de mayo de 2013
Una
selección de la obra gráfica creada por Picasso entre los inicios de su carrera
y los años 30, con más de una treintena de obras procedentes en su mayoría de
los fondos de la colección de la Fundación Juan
March
L.M.A.
Pablo Picasso es uno de los grandes maestros de la estampa de todos los tiempos. La muestra Picasso, grabador (1904-1935) presentará en el Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca entre el 26 de febrero y el 12 de mayo de 2013 una selección de parte de la obra gráfica creada por Picasso entre los inicios de su carrera y los años 30, con más de una treintena de obras procedentes en su mayoría de los fondos de la colección de la Fundación Juan March.
Pablo Picasso es uno de los grandes maestros de la estampa de todos los tiempos. La muestra Picasso, grabador (1904-1935) presentará en el Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca entre el 26 de febrero y el 12 de mayo de 2013 una selección de parte de la obra gráfica creada por Picasso entre los inicios de su carrera y los años 30, con más de una treintena de obras procedentes en su mayoría de los fondos de la colección de la Fundación Juan March.
Articula la exposición una pieza cronológicamente
final y absolutamente central en su obra y en la historia del grabado: la Minotauromachie, de 1935 (“La
Minotauromaquia”), una pieza de tirada muy reducida (de la que apenas hay
ejemplares en nuestro país) y que algunos especialistas consideran la obra
gráfica más importante de todo el siglo XX. Además de otros dos grabados de la misma época y de tema taurófilo,
se exhibe también un conjunto de 28 aguafuertes
fechados entre 1904 y 1915,
con obras de las épocas azul y rosa
–como Le repas frugal, de 1904, o Les saltimbanques, de 1905–, así como grabados de la época cubista.
Pablo Picasso
(Málaga, 1881 – Mougins, 1973) concedió siempre una enorme importancia a su
producción gráfica. Desde muy joven sintió una gran pasión por el grabado, que
practicó y experimentó con casi todas las técnicas, desde el aguafuerte, la
punta seca y el buril hasta la aguatinta al azúcar. A través de tan diferentes
procedimientos, sus estampas fueron adquiriendo cotas muy altas de expresividad
y riqueza plástica, que confirman a Picasso como un maestro total de las
técnicas calcográficas. Desde 1899 hasta 1972 trabajó ininterrumpidamente este
género artístico, llegando a realizar alrededor de 2200 grabados durante toda
su vida, que constituyen casi un diario personal y que –dado que están
perfectamente datados–, permiten seguir su trayectoria del artista al detalle.
Los temas y preocupaciones reflejados en su pintura se perciben, igualmente, en
su obra gráfica, que hace patente su destreza como dibujante y su trabajo en
series temáticas.
LOS COMIENZOS DEL PICASSO GRABADOR (1904-1905)
Le repas frugal (La comida frugal) está considerada como la obra
maestra de su primera etapa como grabador. Bajo el asesoramiento técnico y la
supervisión de su amigo Ricardo Canals, Picasso
realizó este aguafuerte en 1904, en un taller del número 13 de la Rue Ravignan
de París, conocido como Bateau-Lavoir,
al que acudían asiduamente los miembros más destacados de la vanguardia
parisiense. Al igual que en sus obras pictóricas del “período azul” la pobreza,
la miseria y la desesperanza son el tema que, con un gran realismo, logró
transmitir en esta singular pieza. En 1913, Ambroise Vollard adquirió esta
plancha, junto con otras que fueron realizadas desde finales de 1904 hasta
principios de 1906, durante el llamado “período rosa”, y las edita bajo el
título de Les saltimbanques (“Los
saltimbanquis”). Las escenas de circo y el interés por los acróbatas, los
actores y la vida errante de los artistas, cuya compañía frecuentaba, se
convirtieron en foco central de su ocupación: Picasso
continúa la tradición de figuras como Arlequín, Pierrot o el bufón desde sus
orígenes en la tradición italiana medieval y la Comedia dell’Arte hasta las tempranas representaciones circenses
contemporáneas, como las del Circo Medrano, en París, al que Picasso acudía asiduamente junto a sus amigos
Apollinaire, Max Jacob y André Salmon.
LOS GRABADOS DEL PICASSO CUBISTA (1909-1915)
En 1909, dos años después de la realización de Les demoiselles d´Avignon (Las señoritas de
Aviñón), Picasso trabajó el grabado desde
los planteamientos conceptuales y plásticos que definieron el cubismo. Las
estampas de este período –muchas de ellas ilustraciones para libros de
escritores como el que fuera su amigo, Max Jacob– están compuestas por un
entramado de líneas finas y profundas que, rompiendo la perspectiva
tradicional, dan lugar al surgimiento de un nuevo espacio en el que los objetos
aparecen descompuestos en múltiples planos y puntos de vista. A esos años
pertenecen las ilustraciones para el libro Saint Matorel, considerada
una obra fundamental del cubismo analítico, en la que Picasso
comenzó a trabajar tras su estancia en Cadaqués en el verano de 1909 y Le siège de Jèrusalem, 1914 (El asedio de
Jerusalén) con ilustraciones que cabe adscribir más bien al cubismo sintético.
En algunos casos Picasso incorpora la letra
a sus composiciones cubistas –como en Nature
morte, bouteille (Naturaleza muerta con botella) de 1912– y en otros
recurre al papier collé o a fragmentos de periódicos, como en L´homme au chien (Hombre
con perro) de 1914, en su interés por vincular –con el collage– el arte con las cosas reales mismas.
LA MINOTAUROMACHIE (La
Minotauromaquia), 1935
De entre toda la obra gráfica de Picasso hay que
destacar especialmente la Minotauromachie,
un aguafuerte de grandes dimensiones, estampado en 1935, antecedente del Guernica y
esencial en la producción del artista. Este grabado, de significados múltiples,
hermético, y del que se realizó una tirada muy reducida, es una síntesis
iconográfica de los motivos que más tarde, en 1937, recogerá Picasso en El Guernica.
Picasso consigue captar en esta obra la angustia
existencial del ser humano partiendo de situaciones vividas y realidades
sentidas personalmente, echando mano de toda clase de recursos formales, de
símbolos y figuras de otras generaciones, épocas y culturas, extrapolando una
experiencia personal a un lenguaje universal, usando toda clase de recursos
formales que pone al servicio de su necesidad de expresión.
En La Minotauromaquia se dan cita, en torno al espacio taurino, muchos motivos, algunos muy
típicos del repertorio iconográfico de Picasso;
en esa obra, todas las figuras antes citadas terminan implicadas, de un modo u
otro, en una especie de juego, en un enfrentamiento que, aunque se presenta
como la eterna lucha del bien y del mal, deja intuir el deseo del triunfo de
las fuerzas del bien.
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