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La ciudad de Oaxaca, en medio de cuatro valles que forman tres importantes cadenas montañosas, es otra bella ciudad colonial mejicana que merece la pena visitar. Su centro histórico está muy bien conservado pero, al ser bastante extenso, es fácil ver muchos edificios antiguos muy deteriorados en cuanto te alejas de lo que es el Zócalo, la Catedral y la peatonal calle Alcalá. Otro problema de Oaxaca es que, al igual que en San Cristóbal, hace un frío increíble por las noches, hasta tal punto que en el hostal donde estábamos tuvimos que dormir con ¡tres mantas!. Durante el día y cuando sale el sol, suben mucho las temperaturas pero, si no ocurre así como nos pasó a nosotros durante dos días seguidos, hay que ir casi tiritando mientras recorres la ciudad. Un tercer problema es que la encontramos bastante más cara que Chiapas y que, excepto en el centro-centro y la peatonal Alcalá, hay mucho tráfico y contaminación, por lo que la estancia no se hace tan placentera.
En la ciudad, pues, paseamos todos los días por el bello Zócalo y por la colindante Plaza Alameda en frente de la catedral. Ahí desayunamos varios días, vimos al Madrid derrotar al Barsa y nos sentamos a comer algo mientras escuchábamos las bandas de mariachis que tocaban esperando recaudar algunas "perrillas" de los turistas.
La Catedral, aparte de su magnífica fachada barroca, tiene bellos cuadros en su interior, casi todos obra del pintor poblano Daniel Dávila y está flanqueada por hermosas capillas con cuadros a los lados. Destaca una espléndida Virgen del Perdón nada más entrar, la rarísima Capilla de la Cruz de Huatulco, con un cuadro singular de dos campesinos mártires en fondo azul encima del altar y debajo de la cruz ennegrecida, y la Capilla del Señor del Rayo. Cuenta la historia que este Cristo fue traído de España en el siglo XVI y colocado en el templo. Un día despejado y sin nubes cayó un rayo incendiándose y convirtiendo en cenizas todo su interior. Milagrosamente, la imagen del Señor fue respetada por el fuego quedando intacta y sólo oscurecida. Esto extrañó a la mayoría de las personas que no daban crédito a lo que veían. Y, desde ese día, a este Cristo moreno se le conoce con el nombre de "Señor del Rayo".
Pero la verdadera joya de la ciudad es la hermosísima Iglesia barroca de Santo Domingo, construida entre 1570 y 1608 como parte del convento dominicano de la ciudad. Está perfectamente restaurada. Tiene cinco espléndidas bóvedas, una magnífica Capilla de la Virgen del Rosario, 6 bellas capillas a la izquierda y 4 a la derecha, un retablo dedicado a la Virgen de Guadalupe y otra hermosa capilla lateral dedicada a Sto. Domingo. El retablo del altar mayor, realizado entre 1956 y 1959, y el comulgatorio y el púlpito en 1964, son extraordinarios. Los retablos originales desaparecieron todos durante la "ocupación militar".
Ésta es la historia escrita por los propios dominicos, que permanece así dentro de la iglesia: "Este convento fue construido a fines del siglo XVI por los Padres Dominicos, quienes lo decoraron a principios del s. XVII. En 1862 fue convertido en caballerizas por exigencias de la guerra y, en 1869, destruyeron los 14 altares, verjas, púlpito, etc. En 1901 lo abrieron de nuevo al culto después de haberlo adecentado las autoridades eclesiásticas y, desde 1938, fecha en que lo recuperamos los religiosos, venimos trabajando por devolverle su antiguo valor artístico. Esto está escrito a la derecha de la iglesia al entrar y fechado en abril de 1959. En la versión edulcorada gubernamental (de la Dirección General de Educación y Bienestar Social) se lee en la parte izquierda: "Durante la época de la Independencia y de la Reforma, el claustro sirvió de cuartel a las fuerzas vencedoras de uno y otro bando, por lo que la soldadesca le causó algunos deterioros". Hay diferencia, ¿verdad?
En fin, en el folleto oficial de la Iglesia, a la venta en la tienda parroquial, puede leerse que todo ello es resultado de la Ley de Desamortización de Bienes de Manos Muertas de 1856 y de las Leyes de la Reforma de 1859 promulgadas por el Gobierno de Lerdo de Tejada y por las cuales el Gobierno se apropió de todos los bienes de la Iglesia.
Entre los 25 templos y ex conventos que tiene la ciudad, admiramos también la Basílica de la Soledad, que alberga la imagen de la patrona; la Iglesia de San Felipe Neri con una bella fachada plateresca del XVI, hermosos retablos dorados y ese "portento de arte y belleza" que es el retablo churrigueresco de su altar mayor restaurado con pan de oro; y la coqueta Iglesia de San Juan de Dios con bellas pinturas en los techos muy bien conservadas y otras en las paredes (quizá sean lienzos) ennegrecidas y deterioradas.
Y muchas cosas más que recorrimos siguiendo las rutas naranja, amarilla y café designadas en el folleto que nos dieron en la Oficina de Turismo y en la que se detallaban los 47 monumentos históricos que engalanan Oaxaca.
También pudimos asistir a una Monumental Danza de la Pluma el sábado 2 de marzo y al despliegue de danzas folkloricas del Grupo de Bachilleres de S. Luis de Potosí en el Jardín El Pañuelito el domingo 3, ambas actividades dentro de la MIDO (Muestra Internacional de Danza Oaxaca 2013), que terminará el sábado 9 de este mes.
Fuera de la ciudad hicimos tan solo tres pequeñas excursiones, al apremiar ya el tiempo porque en casi dos meses tenemos que estar de vuelta: al Monte Albán, y a ver el Tule y Cuilapan.
El Monte Albán es la ciudad prehispánica más grande de esta región y la primera urbe planificada del continente americano (data de 500 aC a 300 dC). Son ruinas sagradas para los zapotecos y los mixtecos. Subimos en una "combi" a unos 2.000 metros para ver su juego de la pelota, sus diversos edificios y ascender hasta la cima de la Gran Plataforma Sur. Lo hicimos acompañado por un señor japonés de 62 años, artesano de Hokkaido y ya jubilado, al que conocimos en el hostal. Al principio pensamos, bueno este pobrecito japonés que no hablaba ni "papa" de español y "chapurreaba" un poco de inglés, pues claro tenemos que ayudarle y hacer alguna excursión con él. Dicho y hecho. Le invitamos a acompañarnos a Monte Albán. Pero caramba, el "japonesito" nos salió un "avezado mochilero". Había estado por toda Africa, por todo el Sudeste Asiático, por China varias veces, Sudamérica y Europa. Y todo eso hablando un poquito de inglés. En fin, que allí nos quedamos silenciosos admirando el paisaje, y a la sombra, en todo lo alto de la Plataforma Sur, con el japonés a nuestra izquierda, que no hablaba y que parecía estar meditando en plan Buda. Nuestro silencio fue interrumpido, minutos después, por las risas, voces y algarabía de unos ciento y pico estudiantes de Veracruz que, con sus maestros, venían a visitar el sitio y estaban ya subiendo por la pirámide.
Aprovechamos entonces para seguir recorriendo la esplanada central superior de la pirámide y disfrutar de las vistas, en 360°, de todo el valle. Bajamos, vimos lápidas grabadas, el observatorio astronómico, un edificio en forma de punta de flecha, la galería de los danzantes -que no son tales porque se ha descubierto que eran guerreros capturados y posteriormente sacrificados en vez de personas bailando danzas rituales-, más edificios, más estelas, y llegamos hasta la cima del Montículo Norte con, otra vez, espectaculares vistas de todas las ruinas y de sus alrededores.
Terminamos viendo el buen museo del sitio arqueológico, en el que descubrí dos libros que parecían magníficos. Un "Hernán Cortés" del historiador mejicano José Luis Martínez (Fondo de Cultura Económica 2003, 1.000 páginas) y una "Historia Económica de la Nueva España en tiempos de los Austrias" de Francisco Calderón y de la misma editorial.
Al día siguiente, y acompañados por nuestro inexcrutable japonés, nos fuimos a ver al "Milenario Sabino", que es como se conoce al árbol más grande del mundo. He aquí sus datos técnicos:
Nombre común: Ahuehuete o Sabino
Familia: Taxodiacea
Género: Taxodium
Edad: Más de 2.000 años
Grosor, diámetro, altura y peso: 58 m, 14 m, 816,8 m3, 636 toneladas
Pongámosle primero un poco de poesía con unos versos de Juan de Dios Peza:
¡Con qué pompa a la vista
te presentas Titán de estas risueñas soledades,
si sacuden tu copa las tormentas y
sollozan en tus ramas las edades.
¿Qué te puedo decir?
Inspiras tanto que a mí me basta recoger tu nombre
y darte mi mutismo como canto
¡Junto a un árbol así nada es el hombre!
Y ahora un poco de prosa:
"Este auténtico habitante de la tierra, este venerable testigo de las revoluciones de los hombres y las cosas, que ni las tempestades ni el Rayo, ni la sucesión de siglos han podido destruir, por poco cae víctima de un rico comerciante de Oaxaca que ofreció una cantidad muy merecida a los indios del Tule por su árbol, tal que quería cortar para hacer vigas y tablas. Felizmente desecharon con desdén la proposición de este vándalo, permaneciendo en pie y cubriendo con su sombra perfumada a cuantos vienen a admirarlo por su ramaje opulento y alegre, por ser el refugio de millones de aves, y por su gigantesco tronco, por el que corre todavía a raudales la generosa sabia que lo nutre".
Bueno, pues a este imponente "Soy un Ser vivo, no cortes mis ramas" le hicimos fotitos desde todos los ángulos posibles, le dimos unas cuantas vueltas, nos sentamos a admirarlo un rato, le dimos una última vuelta de despedida y nos fuimos a ver a "su hijo", de mil años, que está allí, al lado de la iglesia adyacente. El sistema de aspersores, eso sí, funcionaba a todo trapo porque hay que darle de beber a las enormes raíces que debe tener este "animal de árbol".
Como todavía era pronto (el "arbolito" está a sólo 10 km al este de Oaxaca), nos fuimos a Cuilapan de Guerrero, un pueblito al sur, casi en la montaña, para ver su hermoso ex convento y templo dominicano de 1555. Entramos por una larga iglesia sin techo y a la que le faltan hasta algunas columnas (cuyos restos encontramos luego tirados en el parque de la entrada), vimos la iglesia que sí terminaron y que estaba a punto de cerrar, y pasamos después a recorrer los dos pisos del bello claustro renacentista. El japonés se quedó meditando fuera, ya que puso mala cara cuando vio que había que pagar 35 pesos para entrar. La mayoría de las paredes están blancas y vacías, y tan solo quedan el árbol genealógico de los dominicos y algunas pinturas en la pared. Al salir vimos el monumento al héroe de la independencia mejicana Vicente Guerrero, que fue apresado y ejecutado aquí.
Entre otras excursiones que se pueden hacer desde Oaxaca hay dos que querríamos haber hecho. Las menciono tan solo.
La primera era ir a "Hierve el Agua", unas bellas cascadas petrificadas formadas por los manantiales de agua mineral de las montañas. Se desciende por ellas para verlas desde el pie de la montaña. En los tours sale cara porque se va también a otros sitios que no interesan y, si la haces por tu cuenta, hay que ir primero a Mitla y luego esperar alguna furgoneta que te lleve por el camino de tierra hasta la cascada y, al parecer, hay pocas, por lo que puedes tener problemas para volver.
Y la segunda, más interesante, era ir a los famosos Pueblos Mancomunados, que son ocho aldeas zapotecas en las tierras altas al norte del Valle de Tlacolula. Son excursiones que sólo ofrece la Oficina indígena de Bienes Mancomunados y salen caras. Por si alguien se anima he aquí un resumen. Eliges tú el itinerario entre unos diez que hay, así como el número de días que quieres estar. El guía es obligatorio. Nosotros, después de mucho pensar, nos inclinamos por uno "facilito" de dos días: ir a Cuajimolas y hacer dos caminatas. El programa era:
Primer día: Salida a las 7 horas (por nuestra cuenta y en transporte público) y llegada a Cuajimolas a las 9 horas. Allí te espera el guía para hacer de 9:15 a 13 horas la Ruta Ojito de Agua, recorriendo el Cañón del Coyote y llegando hasta dos miradores. Comida a las 14 horas y tarde libre para ir al famoso mirador de Yaa-Cuetzi que está a tan solo un kilómetro. Cena a las 19 horas y, a las 21, a dormir en una cabaña.
Segundo día: Desayuno a las 8, caminata con guía a Llano Grande de 9 a 12, comida a las 13 y salida a las 15 horas para Oaxaca.
El precio todo incluido es de 1.700 pesos para dos personas que, con la ida y vuelta a Cuajimolas por tu cuenta, se te pone en dos mil pesos. Para 4 personas el precio se reduce a la mitad. Intentamos buscar a dos personas más pero no lo conseguimos. Y como además había que subir a más de 3.000 metros, pues lo dejamos. De todas formas, menos mal que no fuimos porque ese fin de semana (2-3 de marzo) hizo un frío enorme.
¡Imaginaros a 3.000 metros, en cabaña y helados a dos "carrozas" como nosotros! Pues no, no puede ser, ¿verdad?
Cansados del frío de Oaxaca nos fuimos al "calorcito" de la costa: al hermoso Puerto Escondido.
Bienvenido al Paraíso en la Playa
¡Donde tienes que estar!
Para "Puerto" salimos a las 9 y media de la mañana en una furgoneta de 12 asientos (incluido el del conductor) y tardamos unas 7 horas. Al principio fuimos por la carretera del Valle de Zimatlan flanqueada por la Sierra Madre a izquierda y derecha (seguro que fue, por estos parajes, donde John Huston rodó "El tesoro de Sierra Madre"), pero pronto empezamos a brujulear montaña arriba, curva tras curva, hasta llegar a la cima, cambiamos de valle y bajamos zigzagueando hasta llegar abajo del todo donde suele haber un pueblito y el río de rigor. Después repetimos la operación tres o cuatro veces hasta llegar finalmente, y mareados de tanta curva y cambios de altitud, a Puerto Escondido. Una buena habitación cerquita de la playa, una visita al kiosko de información turística a por el mapa de la ciudad y ¡ala! a pasear por las playas Principal y Marinero, que estaban a 5 minutos del hotel. Y digo pasear, y no bañarse, porque solo de ver la arena negruzca y el agua oscura contaminada se te quitan las ganas. Aparte de que allí, en la playa, estaban ancladas todas las barcas de los pescadores. A la mañana siguiente nos fuimos andando más lejos por la playa hasta la Zicatela, la más famosa de aquí, reconocida como una de las mejores playas del mundo para practicar el surf. Eso sí, "exclusiva para surfers con experiencia". Al ser una playa larga y recta, las enormes olas forman una línea continua que empieza a romper por la izquierda y sigue por la derecha como si fuera una serpiente. Debe haber roca debajo y por eso las olas son tan altas. Allí nos quedamos, a la sombra, viendo el "rompimiento de olas" y esperando a que algún surfer se atreviera a entrar. Algunos lo intentaron pero las olas rompían en distintas direcciones (eso nos dijo el chico salvavidas) y, después de un tiempo intentando llegar a la cresta de la ola, desistieron de su empeño. Tampoco había nadie nadando ya que es muy peligroso pero sí vimos 3 ó 4 perros que campaban por allí a su aire y con sus dueños lejos. Por cierto, todos los puestos de salvavidas de la playa tenían un mástil en el que ondeaba la bandera mejicana. Si esto ocurriera en nuestra querida España, todos los puestos de salvavidas serían considerados "fachas", ¿no?
También intentamos subir al faro pero lo encontramos vallado y con un letrero que decía "Propiedad Federal". Nos contentamos buscando un mirador, en el Camino de la Luz, con espléndidas vistas sobre la bahía y con las rocas rompiendo contra los arrecifes de abajo.
De Puerto Escondido nos fuimos a Acapulco en un Primera y aun así tardamos casi 9 horas en recorrer los 387 km que separan ambas ciudades. Claro es que paramos dos veces para comer algo, que el bus se detenía en ciertas estaciones intermedias y que estuvimos "bloqueados" media hora larga al pasar por Río Grande. Había jóvenes tirados y sentados en la carretera impidiendo el paso de los camiones y autocares, mientras la mayoría de los turismos pasaba lentamente por un camino lateral. Al final, nuestro conductor llevó también al autocar por ese lateral hasta que un grupo de jóvenes le puso delante un tablón largo con clavos para que no pasara. El joven portavoz de la protesta subió al bus a pedirnos dinero para comprar libros para las escuelas (¡aquí la mordida se generaliza por momentos!), todos los pasajeros miramos para otro lado, hubo intercambio de frases entre nuestro conductor y el joven, y minutos después... nos dejaron pasar. ¡Esto es injusto, que un grupito pare a tanta gente! masculló el conductor nada más poner en marcha de nuevo el autocar y añadió: "Si mi hijo no tiene escuela (al parecer, estas demostraciones van en contra de la reforma educativa que ha aprobado ya el actual Gobierno mejicano) y no puede estudiar, que se ponga a trabajar". A todo esto, el revisor había aprovechado la ocasión para hablar con los piqueteros en la carretera y comprar algo de comida y bebida para él y para el conductor. Lo recogimos un poco más adelante y unos 20 minutos más tarde ya estaban ambos comiéndose sus viandas, después de haber parado convenientemente el autocar en un puesto de comidas de la carretera.
Acapulqueña linda, acapulqueña
Playera esbelta pálida y sensual
En tu mirada ardiente y soñadora
Hay un reflejo de tu ardiente mar.
Cuando en la playa luce tu silueta
En el amparo de un atardecer
Quisiera ser del mar ola coqueta
Y tu cuerpo en mis manos envolver.
Sirvan estos ripios, copiados en el acceso que da al Cerro de la Quebrada acapulqueña, para introducir la famosa Acapulco, la "Perla del Pacífico", como se la conocía en sus días de gloria por la belleza de su espectacular bahía, única en el mundo. Sin ir muy lejos, John Kennedy y su mujer pasaron aquí su luna de miel, Elvis vino a rodar una película y muchos famosos hacían escala a menudo en sus playas. Pero eso era en los gloriosos 60 del pasado siglo. Hoy en día, y pese a los esfuerzos ímprobos que se vienen haciendo (¡Acapulco puede! es el "grito de guerra" que se puede leer ahora por toda la ciudad), nos ha parecido que Acapulco está fuera del circuito turístico internacional. No hemos visto a ningún turista durante los dos días que hemos estado recorriendo la ciudad y, en las playas, algún norteamericano viejo y pare usted de contar. Además, su arteria principal, la Costera Alemán que circunvala la bonita bahía de Acapulco, está toda "patas arriba" por obras para hacer una vía rápida que modernice y revitalice la zona. Y la bahía, a pesar de las limpiezas efectuadas, debe seguir contaminada. Y de las dos lagunas de agua dulce cercanas a la ciudad, mejor no hablar porque las dos mojarras que me he comido en los días que pasamos aquí ¡sabían a cieno!
Eso sí, el magnífico arco casi circular de más de 20 km de costa que forma la bahía impresiona, toda ella rodeada de lindas montañas.
Primero nos fuimos a ver las playas del oeste, la Playa Caleta y la Caletilla, frecuentadas por los acapulqueños y comimos allí. Y después a bañarnos a la espléndida Playa Contesa pero de arena gruesa, volviendo después andando al centro. Paseando al caer el atardecer por Condesa y por otras magníficas playas adyacentes, que forman el Acapulco Dorado y el Acapulco Diamante de los turistas ricos, se hace más evidente el contraste entre el decrépito centro del viejo distrito comercial y los nuevos hoteles de la bahía, entre los que destaca sobre todos los demás la esbelta y elegante figura del Crown Plaza, construido en forma de vela desplegada al viento. Y es que Cancún con su seguridad y ese color único de sus aguas y blancura de la arena de sus playas le ha hecho mucho daño a Acapulco.
Y, naturalmente, subimos hasta la Quebrada para presenciar a la una de la tarde los saltos de los valientes "clavadistas" locales entre espectaculares acantilados. Vimos tirarse a siete valientes desde 40 metros de altura y luego fuimos a verlos de cerca. Son chicos muy jóvenes, atléticos, no muy altos y quemados por el sol. Se trata de la atracción turística más popular de Acapulco y de un espectáculo emocionante para todos los que lo ven "in situ".
Ayer llegamos a Taxco, de camino hacia las famosas Mariposas Monarca.
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