L.M.A.
Concha Pelayo Rapado (Muelas de Pan, Zamora, 1943) . Estudios: Sociología UNED y Secretariado de Dirección: Escuela Superior
del Secretariado de Madrid. Escritora,
periodista, crítica de arte, articulista, ha publicado diferentes libros de
variada temática:
1-“Hojas secas en mi
caminar” – (relatos y poemas)
2-“El ojo del cíclope”- ensayo
3-“Zamora tiempo de
espera” – veinticinco años de democracia
4 “Hojas secas en mi
caminar” – segunda edición, ampliada y
reformada
5“-.La mirada del pueblo” – fotografías antropológicas
6-“Poemario plural” -
poemas
7 “Huellas de emoción
– fotos y textos
8-"Huellas de
emoción"
9- “Once poemas a
Lorca”, poemas
10.- La muerte de Los
Cartones, teatro
Ha participado en diversas antologías, tanto de ensayo como
de poemas, así como en catálogos de arte para diferentes artistas. Fundadora y
directiva de la revista de reciente creación TZ, donde entrevistó a Lourdes
Fernández, directora de ARCO.
PREMIOS
-Primer Premio Literario POESÍA (Finalista)
CAMPSA – 1978 por “Conciencia”
-Segundo Premio relato Corto Junta Castilla y León 1993 por “La vida imaginaria de Alonso de Ojeda”
Special
Award for the carrer in Tourism en el 46 International Tourfilm Festival en
Lecce (Italia) 27 de Mayo de 2010
POEMAS
I
Desánimo
Momentos, días,
-aciagos ellos-,
en que las frustraciones
nos acosan,
nos corroen las entrañas.
La mente obnubilada,
no divaga,
se estrecha y
serpentea entre
derrotas, vicios,
desgana...
¿Qué importan ya,
ni el amor, ni el éxito, ni la algazara,
ni la mañana clara?.
La noche, profunda y sigilosa,
extiende sus tentáculos
y la voluntad
anquilosa la esperanza.
Irracional se hace la razón.
en sentido se convierte el sentimiento.
El amor se aprisiona en la epidermis y
¿qué siento, al fin, un gran vacío…?
Recabar de sí mismo.
Esforzarse, olvidando el sudor,
el jadeo…
Caminar vitalmente,
Escalando, -no importa el riesgo-
si es preciso,
montañas perdidas
o salvando abismos siniestros.
II
Emerger
Voy saliendo sigilosamente de mi invierno,
frío y crudo,
Insensible a sus propios rigores.
El cielo, plagado de nubes presurosas,
señalando largos claros
y entre ellos, vislumbro cigüeñas.
Desde la atalaya de mi mente
he querido mezclarme con la tierra,
horadar surcos con el arado de mi imaginación,
con mis párpados caídos.
He recorrido los
mares, las selvas, los continentes...
Palpita el mundo sobre un suelo de misterios
y misteriosa se encuentra mi mente
buscando la verdad de mis ensueños.
He abierto mis brazos al aire,
brotando del árbol de mi cuerpo,
agitándose...
Mis labios musitan clamores
y mi pecho se expande y despereza de primavera,
al ritmo de
murmullos.
He escuchado el bramar de la tierra que se escurre,
abriéndose,
dando vida a la semilla que pugna por salir de su encierro.
III
La Prostituta
Luces que en la noche
tintinean solas.
Proyectan en la calle
fantasmales sombras.
La prostituta apoya
su espalda en la farola,
los pies muy cansados,
trémula su boca.
A lo lejos, muy difuso,
alguien se acerca,
caminando cansino.
Tropieza.
La prostituta se endereza.
De su bolso saca un pañuelo
Y, con premura,
seca sus ojos.
Prepara sonrisa,
casi una mueca,
para ofrecer jugosa,
por si al caminante apeteciera.
Junto a ella pasó titubeante,
con gesto de asco,
ebrio y maloliente,
se alejó despacio.
Y la farola se quedó sola.
Mujer-prostituta, espalda encorvada,
alejóse triste,
a llorar a su almohada.
IV
Suburbio
Me encaminé despacio, cautelosa,
escuchando el silencio
de los muros desconchados,
de las chozas apiñadas,
del reto de la miseria,
de la ignorancia del tiempo.
Mis ojos se detienen
varias veces
en esos niños mugrientos,
en la mano extendida del mendigo
que solitaria y desnuda,
siente frío.
Al doblar una esquina,
hedores me trae el viento,
de miseria amontonada,
de los seres harapientos
que pululan entre charcos
entre niños, entre perros.
Al pasar ante una puerta,
un chirrido quejumbroso
sobrecoge mi silencio.
Unos ojos que me miran,
que me miran implorantes.
Los ojos tristes de un viejo
Y me alejé despacio.
Atrás quedó la miseria.
Huyo de ella.
Y como siempre,
una vez más,
mi conciencia se despierta.
V
A León
Felipe
Por qué me apego yo tanto
a mi tierra, a mi casa,
a mi hacienda.
Por qué hago yo tan míos,
padre, madre,
hijos, amigos...
Por qué me apego yo tanto
a esta tierra que esclaviza,
que me convierte en mendigo
de riquezas.
Por qué no soy como
el viento
que carece de fronteras,
que se sube a las montañas,
que recorre los caminos,
que se filtra por el bosque,
que mueve tantos molinos.
Por qué yo no tengo
alas
como las aves del cielo
para no mirar atrás,
para volar… volar lejos.
Por qué yo no soy un ave
por qué yo no tengo un nido,
por qué me arraigo yo tanto
a las piedras del camino.
VI
A Víctor Jara
Quisiera amar la vida
desde aquí adentro
aunque estos muros firmes,
tan estrechos,
me impidan ver la luz del cielo.
Quisiera amar al sol,
aunque sus rayos no me miren,
ni siquiera, rocen mi cuerpo.
Quisiera ver el sol
y que me calentara tan solo
un momento.
Y que mis pies ateridos
se echaran a andar
y se fuera la humedad de mi pelo.
Quisiera amar la vida
desde mi soledad,
desde este injusto encierro,
aunque mi carcelero no me mire
e, indiferente,
castigue mi cuerpo.
Quisiera gritar al mundo
mi temor, mi amargura, mi miedo,
desde mi propia soledad,
desde mi infierno.
Quisiera que estas manos mutiladas
pudieran abrazar una guitarra
y que a golpes de tam, tam,
muy suavemente,
entonaran un canto de
esperanza.
del Desasosiego (inédito)
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