L.M.A.
La exposición El gusto moderno. Art déco en París, 1910-1935, quiere ofrecer la oportunidad de conocer, juzgar y disfrutar del que ha sido llamado "el último estilo total" de la historia: el difícilmente definible art déco.
El "estilo" –o más bien la mezcla de estilos e influencias– que llamamos art déco empezó a desperezarse en París, la entonces capital del arte moderno, alrededor de 1910, en buena parte como reacción contra el art nouveau, que había vuelto al simbolismo del XIX y a la naturaleza como fuente de inspiración de las artes. Los cultivadores del déco tenían la pretensión, moderna por definición, de crear algo nuevo, pero al mismo tiempo concentraron en sus prácticas una enorme variedad de fuentes e influencias, que iban desde los estilos nacionales históricos –en el caso de Francia, los de los siglos XVIII y XIX– hasta las tradiciones vernáculas, pasando por las de otras épocas y otros países como la Grecia arcaica, Egipto, África, México, Japón o China, sin olvidar el influjo ejercido por las primeras vanguardias –en especial el cubismo–, pues como ya había ocurrido con los cultivadores del nouveau, los representantes del nuevo estilo estaban absolutamente al día de las corrientes artísticas más actuales.
La diversidad de fuentes privó al art déco de un cuerpo único de rasgos estilísticos. Desde las flores estilizadas y la importancia de la luz o de las fuentes de la Exposición Internacional de Artes Decorativas e Industriales Modernas celebrada en París en 1925, hasta elModern Jazz y el Streamline del diseño industrial norteamericano que se impuso entre los años treinta y cincuenta en todo el mundo, al art déco se le puede reconocer cierta unidad por su culto a la calidad, su incorporación de las formas de vida modernas, la celebración de lo nuevo, de la sensualidad juvenil y también del consumo. Además, el déco cultiva como procedimiento generalizado cierta amplificación del detalle y del efecto, la elección de materiales exóticos, la calidad de su factura y un dominio maestro de las técnicas de seducción del gusto del público. Lo que conocemos como art déco fue un estilo moderno, pero alternativo a la vanguardia; significó una modernidad más pragmática y ornamental que utópica y funcionalista, y se convirtió en el gran estilo del deseo y el gusto modernos, tan característicos de las sociedades occidentales y del capitalismo de las primeras décadas siglo XX.
Jan & Joël Martel. Maqueta del Árbol cubista para la Exposición Internacional de París, 1925.
Colección F. Langer Martel
La iniciativa del gobierno francés de celebrar la Exposición de 1925 –originalmente programada para 1916– con el fin de restablecer la primacía internacional de los productos de la industria francesa del lujo, supuso un verdadero trampolín para el art déco. La Exposición acaparó la atención mundial y provocó enseguida la difusión del estilo por todo el mundo. En París, sus principales consumidores fueron las mujeres jóvenes de clase alta aficionadas a la moda y los couturiers que trabajaban para ellas, algo de lo que los espectaculares apartamentos de Jacques Doucet, Suzanne Talbot o Jeanne Lanvin son claros ejemplos.
Puede decirse que el art déco nació en París tras el fin de la Primera Guerra Mundial y se prolongó en el tiempo hasta que las consecuencias del Crack de Wall Street de 1929 se hicieron sentir también en Francia, a partir de 1931. Hacia 1929 comenzaría a abrirse paso en su seno otra sensibilidad, más en tránsito hacia la otra modernidad, que reaccionaba contra el lujo excesivo y la voluptuosidad ornamental de buena parte del primer art déco. En paralelo a un retorno en todo el mundo a cierta austeridad en las artes decorativas y la construcción, un grupo de jóvenes artistas –evolucionados o disidentes del primerdéco y miembros de la posterior Union des artistes modernes (UAM) fundada en París en 1929– comenzó a trabajar de un modo más sobrio, utilizando acero y cromo tubular como principales materiales, influenciados por el movimiento moderno que, desarrollado en Holanda y Alemania, en Francia representaba principalmente Le Corbusier, quien había sido el principal antagonista del nuevo estilo ya antes de 1925. Hasta aquí el relato histórico del primer déco, del que esta exposición se ocupa desde un punto de vista muy específico: el de su inclusión en la historia del arte moderno.
La muestra El gusto moderno. Art déco en París, 1910-1935 se organiza en ocho secciones, cronológicas y temáticas, a través de las que se narra un fenómeno tan fascinante como poco conocido. En espacios y ambientes de distinta envergadura, la exposición combina reconstrucciones y recreaciones con casi cuatrocientas piezas de pintura, escultura, mobiliario, moda, joyería, perfumería, cine, arquitectura, vidrio, cerámica, laca y orfebrería, además de tejidos, encuadernaciones, fotografías, dibujos, planos, maquetas, carteles publicitarios y revistas, que testimonian el gusto moderno y el aire de un tiempo tan difícil de captar como presentes en nuestra cultura contemporánea.
Charlotte Perriand. Silla Guéridon, c. 1927. Musée des Beaux-arts de la Ville de Reims © C.Devleeschauwer
A través de esas obras, el relato expositivo comienza buscando los orígenes del déco en el París de la primera década del siglo XX, revisando el cubismo como una de sus fuentes y ofreciendo una panorámica del lujo y la funcionalidad de los interiores franceses de los años veinte. Después, plantea un recorrido por la Exposición Internacional de París de 1925. La muestra es intensa a la hora de exponer los objetos resultantes de los procesos de seducción para el consumo y creación de nuevos hábitos sentimentales, corporales e intelectuales que el déco ejerció sobre la moda, la perfumería, los complementos y los objetos decorativos; la muestra se demora en la presencia de lo exótico en el déco –centrada en la Exposición Colonial de 1931 en París– y llega hasta mediados de los años treinta, cuando la peculiar modernidad deldéco se reúne y se mezcla con aquellas nuevas formas –las de Charlotte Perriand, Le Corbusier o Eileen Grey– habitualmente identificadas con la modernidad, de cuya historia el decó, curiosa e injustamente, parece casi no haber formado parte.
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