Víctor Morales Lezcano
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28.05. 2020 .- Madrid .- Sobrepasar los 90 años de vida con lucidez no es un logro al alcance de cualquier ser humano. Sin embargo, tal logro le cupo a Miguel Artola Gallego (1923-2020), que acabamos de perder.
El profesor Artola, catedrático de Historia Contemporánea en las universidades de Salamanca y Autónoma de Madrid (UAM), acaba de despedirse de la vida, pero me imagino que el trance le ha ocurrido a regañadientes, cuenta tenida de la proverbial vitalidad mental y física que lo caracterizó. Se trata de una pérdida de lamentar por tratarse de uno de los más prestigiosos historiadores españoles (editorial Espasa).
Situando a grandes rasgos la trayectoria historiográfica de Miguel Artola —por otra parte, conocida, no solo en los círculos profesionales sino también en los de la divulgación histórica por vía impresa e incluso audiovisual—, aquella sería agrupable en torno a dos o tres epítomes.
El primero de los epítomes de la trayectoria de Miguel Artola giró en torno al Antiguo Régimen y la revolución liberal-burguesa en España durante el último tercio del siglo XVIII y primera mitad del siglo XIX. Es en este complejo contexto histórico donde sobresale su monografía de juventud Los afrancesdos (eds. Turner, 1953), que quiso prologar Gregorio Marañón.
El otro compacto productivo de Miguel Artola se caracterizó por su aportación bibliográfica a las dimensiones económicas, hacendísticas y sociales de la sociedad peninsular durante el siglo XIX, sin que el conocimiento positivo, concreto, de todo el proceso modernizador franco-británico ocurrido entre 1789-1914 le fuera ajeno. A ello se suma el lanzamiento de la colección Alfaguara sobre la Historia de España en siete volúmenes (en Alianza editorial en la década de 1970), que el profesor Artola dirigió, contando con la colaboración de otros colegas y autores: Ángel Cabo y Marcelo Vigil, José Ángel García de Cortázar, Antonio Domínguez Ortiz, Gonzalo Anes, Miguel Martínez Cuadrado, y Ramón Tamanes. Es decir, una plana mayor de historiadores que vinieron a remozar el oficio con mente fresca. Procede recordar que esta iniciativa editorial coincidió con la eclosión de una década, en España y Portugal, de cambio de régimen político (y algo más que político), acotable entre los años de 1973-1982. O sea, los años de la, todavía, debatible transición ibérica a la democracia.
Recordemos, finalmente, que Artola (así llamado por su apellido en los círculos universitarios de nuestro país) fue una respetable figura dentro de importantes cuadros institucionales, como la Real Academia de la Historia, y laureado, además, con el premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, amén de su nombramiento de doctor honoris causa por las universidades del País Vasco y Salamanca.
Se me excusará la limitada relación vital e historiográfica de esta columna, escrita a las pocas horas de enterarme del fallecimiento de un ilustre y viejo profesor, del que seguimos siendo deudores un puñado de aprendices que, casi todos, somos ya old boys.
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