Mariano Barbacid
Por Benjamín G. Rosado
Fotografía de Luis de las Alas
25.05.2020 .- Ni siquiera en plena pandemia, el bioquímico Mariano Barbacid ha dejado de investigar contra el cáncer. Confía en que esta situación abra los ojos a toda la sociedad y reclama más ayuda a la investigación. "La ciencia y la tecnología son el motor de la economía", asegura.
Hace dos años la Fundación El Instante organizó, con ayuda de Christie's, una "subasta del tiempo" en la que destacados agentes de la cultura, la política y la ciencia ofrecieron 25 minutos de su agenda a cambio de fondos para causas benéficas. Uno de aquellos donantes fue el bioquímico Mariano Barbacid (Madrid, 4 de octubre de 1949), que ha accedido a prestarnos esa misma fracción de tiempo para hablar de la situación de la ciencia en España, ahora que nuestro futuro pende, más que nunca, del hilo de las probetas. "Muy poca gente habría podido predecir algo parecido a lo que estamos viviendo, sobre todo si uno no es experto en epidemiología de enfermedades infecciosas", reflexiona el jefe del grupo de Oncología Experimental del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO). "Es inevitable pensar que uno habría tomado otras decisiones de haber desempeñado ciertos cargos, pero trato de mantenerme fiel al viejo aforismo del zapatero y sus quehaceres. Solo me permito opinar sobre lo que concierne a la investigación científica".
Una de sus mayores aportaciones fue el aislamiento del primer oncogén humano, RAS, que supuso un avance considerable para el estudio de las bases moleculares del cáncer. El descubrimiento fue publicado por la revista Nature en 1982, cuando todavía trabajaba para el Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos. Llegó a ostentar el cargo de vicepresidente de Oncología Preclínica de la multinacional Bristol-Myers Squibb, pero en 1998 lo dejó todo para fundar y dirigir en España el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, al que sigue vinculado. Hace mucho tiempo que le sobran galones en el currículum, tantos -solo él y otros cinco españoles pertenecen a la Academia de Ciencias de Estados Unidos- como para haber optado a la tranquilidad de un despacho con vistas. Pero a sus 70 años le sigue yendo la vida en el laboratorio. Ni siquiera durante la cuarentena ha dejado de trabajar y elaborar informes desde casa. Lleva publicados más de 300 trabajos científicos, con uno de los índices de impacto -el ansiado Hirsch- más altos de Europa. "Ojalá España abra los ojos y el corazón a la ciencia", anhela sin un solo síntoma de abatimiento.
Hemos descubierto, de pronto, que la ciencia no es estanca. Tiene mucho que ver con la economía, por supuesto, pero también con la cultura y con la política. ¿La ideología puede resultar perjudicial para la salud?
La ciencia y la tecnología son el motor de la economía en las sociedades avanzadas, aunque en algunos países, como el nuestro, todavía cueste admitirlo. Respecto a la ideología, por supuesto que puede ser perjudicial para la salud. Pregúnteselo a quienes sufrieron las persecuciones nazis o estalinistas, aunque evidentemente ninguno de estos ejemplos viene al caso que nos ocupa ahora. Lo que está claro es que el desarrollo científico y tecnológico deberían estar muy por encima de cualquier ideología.
Fruto de sus años de investigación son algunas terapias pioneras en el campo de la oncología. ¿Alguno de esos hallazgos podría tener aplicación en alguno de los frentes en los que se combate el Covid-19?
Me gustaría responderle con algún dato esperanzador, pero no creo que la investigación en oncología pueda aportar nada significativo para combatir la pandemia del Covid-19. Tenga en cuenta que las enfermedades infecciosas vienen de fuera, mientras que el cáncer nace dentro de nosotros mismos.
En 2012, Barbacid fue nombrado miembro de la Academia Nacional de Ciencias de EEUU (NAS), a la que solo pertenecen otros cinco investigadores españoles.
Su equipo ha conseguido identificar varias dianas terapéuticas contra el cáncer, como la proteína RAF1. ¿Qué supone este avance?
En los últimos tiempos las técnicas de ultrasecuenciación han permitido identificar la gran mayoría de las mutaciones causantes de los más de 200 tipos distintos de cáncer. Unas de las mutaciones más perniciosas son las que activan el oncogén KRAS. A pesar de tratarse de una proteína muy pequeña y de la que podría decirse que conocemos todo lo que es posible saber, a día de hoy no somos capaces de desarrollar fármacos selectivos que la combatan. Ya hay ensayos clínicos de fase II de fármacos muy prometedores, pero solo contra una de las muchas y muy distintas mutaciones que puede activar este oncogén, lo cual, si bien no es ideal, no deja de resultar esperanzador. Debido a estas limitaciones, muchos científicos hemos centrado nuestras investigaciones en las proteínas que median la actividad oncogénica de KRAS. De todas ellas, nuestras investigaciones han demostrado que la única que reúne efectividad terapéutica e induce toxicidades aceptables es la proteína RAF1. Ahora, una vez demostrada la eficacia de eliminar esta proteína en modelos animales, el reto consiste en identificar estrategias capaces de destruir esta proteína mediante aproximaciones farmacológicas. O dicho con otras palabras: en diseñar fármacos capaces de destruir la proteína RAF1 de los tumores producidos por KRAS, principalmente de pulmón y de páncreas.
Usted mismo reconoce que le está costando encontrar financiación para la última fase del proyecto, esto es, la identificación de fármacos a partir de una estructura tridimensional de la molécula. ¿Qué tipo de inversor necesitan?
Se trataría fundamentalmente de inversores a largo plazo que no busquen un beneficio inmediato. Buscamos empresas o instituciones con un porfolio de inversiones lo suficientemente amplio como para que se puedan arriesgar invirtiendo en un proyecto de estas características. Hablamos de una cantidad de entre 10 y 15 millones de euros para los próximos cinco años, sabiendo además que el retorno no será inmediato. Como contrapartida, aparte del beneficio que dichos fármacos puedan proporcionar a la sociedad, contamos con un margen económico verdaderamente amplio. Recordemos que los fármacos que hoy en día se usan para el tratamiento de ciertas leucemias generan ventas superiores a los 12.000 millones de euros anuales. Cifras que, por cierto, ya están siendo superadas por otros fármacos basados en la inmunoterapia.
¿Ha podido hablar o compartir impresiones con algunos colegas que están ahora en primera línea de fuego de la pandemia, como Luis Enjuanes?
La verdad es que no he hablado ni con Luis ni con mi también buen amigo Mariano Esteban, experto en el desarrollo de vacunas contra enfermedades infecciosas, como el VIH, cuyo historial está contribuyendo al desarrollo de la vacuna contra el Covid-19. No es mi intención robarles ni un segundo de su tiempo. Les he oído y les he leído en los medios de comunicación. Nos conocemos muy bien desde hace más de 40 años y confío plenamente en su gran nivel científico y conocimiento sobre la materia. Esperemos que la financiación recientemente anunciada por el Gobierno les permita llegar a buen puerto, aunque en ciencia nunca hay garantías plenas de nada.
Uno de los efectos secundarios del coronavirus es la invisibilización de otras enfermedades graves. ¿Hasta qué punto la pandemia está trastocando la atención oncológica y su detección temprana?
Este asunto pertenece al ámbito hospitalario y no dispongo de datos suficientes. Tenga en cuenta que mi actividad se limita al laboratorio. Estoy convencido de que se estará haciendo un importante esfuerzo para minimizar los efectos que pueda tener esta pandemia sobre otras enfermedades importantes, como el cáncer.
¿Qué le parece que se hayan cerrado todos los comercios, salvo los de artículos de primera necesidad entre los que se incluyen los estancos?
Es evidente que el aislamiento evitará contagios. Parece una medida lógica, pero como le decía antes: "Zapatero a tus zapatos". Me permitirá que no me una al amplísimo coro de voces, a veces poco informadas, que se dedican a emitir opiniones día y noche.
Las instalaciones del CNIO permanecen cerradas desde que el Gobierno decretara el estado de alarma. "Nuestras actividades están en pausa, a la espera de nuevas directrices", concede el bioquímico, que lidera un grupo de 18 investigadores. Ahora la prioridad de su equipo consiste en mantener con vida las estirpes de ratones genéticamente modificados de los laboratorios. "Nuestro objetivo es tratar de no retroceder, de no tirar por la borda los años de trabajo invertidos en estos recursos. Me refiero a las cepas de ratones, pero también al mantenimiento de los organoides de pacientes [órganos en miniatura desarrollados en el laboratorio para la investigación de enfermedades y nuevos tratamientos] que tanto esfuerzo nos ha costado conseguir". El acceso al centro queda restringido a los profesionales acreditados que cumplan con las máximas garantías de seguridad contra la pandemia. Por eso Barbacid posa para las fotografías frente al edificio, bajo un cielo plomizo que amenaza con empañar el objetivo de la cámara.
En 2014, el bioquímico fue nombrado "fellow" de la Academia de la Asociación Americana de Investigación en Cáncer (AACR). Se convertía así en el primer español en recibir este reconocimiento.
DESCONEXIÓN
Más adelante le preguntamos por los libros, las películas y los discos en los que ha encontrado refugio, acaso consuelo, en sus días de confinamiento. "El parón me ha pillado en una época de muchísimo trabajo. Acabamos de concluir cuatro nuevos estudios y hemos de prepararlos para su publicación en revistas científicas. Así que apenas he tenido descanso". Luego cavila un rato y añade: "Sí es verdad que la cancelación masiva de reuniones y conferencias me ha permitido desempolvar algunos DVD de mis óperas favoritas". Todavía recuerda las filigranas del montaje de Tosca de Franco Zeffirelli, que recreó sobre las tablas el interior de la basílica romana de San Andrea della Valle. "Soy partidario de escenografías clásicas. Bastantes excentricidades tenemos que soportar ya en muchos teatros...". Cortesanos con cresta en Rigoletto, un Don José falangista o un Don Carlo abriéndose paso entre fustas y cadenas. "No hay nada peor que maquillar con una pretendida innovación lo que lleva tantos años funcionando".
Lothar Wieler y Christian Drosten, los dos científicos que asesoran a la canciller alemana Angela Merkel, podrían presentarse mañana a las elecciones y ganarlas. ¿Cree que el problema de la ciencia en España tiene que ver con esa falta de confianza?
El problema de España, a mi entender, es que aquí no se considera que la ciencia forme parte de la maquinaria que mantiene el estado de bienestar. Este es un error endémico que venimos cometiendo con insistencia desde hace siglos. La falta de cultura científica hace que los gobiernos, independientemente del color de sus siglas, minimicen con frecuencia la relevancia de algunos avances y aportaciones en este campo. Cualquiera que acuda a la hemeroteca comprobará que apenas se habla de estos asuntos durante las campañas electorales. De ahí que los fondos dedicados a la actividad científica se hayan reducido a la mitad desde 2008. No hay visos de que la situación vaya a mejorar. De hecho, seguimos perdiendo a nuestros mejores científicos, toda una generación que ha tenido que emigrar para buscarse la vida fuera. Nos queda mucho trabajo por delante. Quizá una manera de empezar a revertir esta situación pase por que la palabra ciencia vuelva a los titulares.
¿Hay razones para pensar que esta crisis podría dar lugar a una suerte de nuevo paradigma científico? ¿Podría ayudar a poner en valor a los científicos, médicos y profesionales de la Sanidad?
Por supuesto que esta pandemia debería abrir los ojos, no solo a la clase política sino también a la sociedad civil en general. La mayor parte de los políticos actúa en función del rédito electoral, pero no podemos olvidar que esos votos se los damos nosotros. La sociedad, por tanto, es responsable del buen o mal estado del sistema sanitario y en su mano está dotarlo de más o menos recursos. Ojalá que todas las personas que salen cada tarde a aplaudir en los balcones se muestren más solidarias a partir de ahora con los profesionales sanitarios. No sería deseable que esos aplausos terminaran silenciándose cuando la pandemia haya pasado.
¿Y respecto al apoyo a la investigación?
Soy menos optimista. Se trata de una carrera de fondo que necesita de una cultura y de una tradición que desgraciadamente no tenemos. ¿Cómo podemos, por ejemplo, convencer a alguien de la importancia de la música si no ha oído hablar nunca de Beethoven o de Puccini? Mucho me temo que nuestros gobernantes van a seguir haciendo oídos sordos a nuestras demandas.
Como presidente del consejo científico asesor de la Fundación Lilly, ¿cómo percibe el debate en torno a la sanidad pública y privada que sigue polarizando a la opinión pública?
Las actividades que dirijo en la Fundación Lilly se centran en la calidad de la investigación científica a través de iniciativas para la promoción de la medicina en español y proyectos que buscan dinamizar la relación entre los hospitales y los laboratorios. A título personal, considero que la sanidad privada debe coexistir con una sanidad pública de primer nivel.
¿Qué lección se lleva de todo esto?
Es posible que la situación que estamos viviendo termine reconciliándonos con nosotros mismos. Las sociedades del llamado primer mundo nos creíamos infalibles. Hoy sabemos que seguimos siendo extremadamente vulnerables.
Hace dos años, el Rey Felipe hizo entrega al investigador del Premio a una Trayectoria Fullbright durante un acto conmemorativo de los 60 años de estas becas. Gracias a ellas, Barbacid pudo estudiar varios años en Estados Unidos.
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