viernes, 16 de agosto de 2024

MARÍA LUISA VALERO: La pintura y la fuerza de la Naturaleza. Villacastín como evocación de la infancia. Puente Viejo como disfrute del presente. Retrato de "Eugenia la Cacharritos"


María Luisa Valero Espinosa, pintora



Julia Sáez-Angulo

16.8.2024 .- Villacastín .- La pintora María Luisa Valero veranea en su casa de Puente Viejo (Ávila), cerca de su Villacastín de infancia, pueblo segoviano, que le evoca siempre el paraíso perdido de la infancia, donde habitaban la libertad, la inocencia, el baño en antiguos lavaderos de lana, cuyo lodo curaba las heridas, la bici, la trilla… Un paraíso perdido, como todos los que se precien, pero rencontrado en parte, en la casa con porche, olivo y prunos de Puente Viejo. Allí cuenta también con un razonable estudio para pintar, aunque confiesa que, últimamente, ha estado menos “pintora”, por una temporal pérdida de hierro, que le ha restado energía.

La pintora aprovecha su buena racha actual para contemplar y plasmar la Naturaleza, fuente de inspiración fundamental en su prolongada trayectoria artística. “La naturaleza es esencia y fuerza de todo, de la creación, de los seres vivos. Es el reflejo de Dios y yo creo en Dios. Ver el crecimiento de los árboles y la plantas a lo largo de las cuatro estaciones del año es como un milagro. Otros territorios en los que yo he vivido, como las preciosas Islas Canarias, carecen del ritmo de las estaciones y eso me parece una carencia. El paso de las estaciones va ofreciendo a un pintor el cambio del color y de las formas. ¿qué más se puede pedir?

María Luisa Valero Espinosa (Madrid, 1948) ha pintado árboles, bosques, jardines…, pero también raíces y troncos secos, como si quisiera conocer la vegetación en todos sus momentos y contornos. “Es interesante conocer las raíces, son básicas en todo, para un árbol y para una familia. En los troncos, yo aprecio como los vientos logran que los árboles se tuerzan, pero no mueren… Los árboles son más longevos que nosotros; los humanos somos una parte de la naturaleza más frágil”, comenta la pintora, al tiempo que mira su olivo, los prunos y el árbol de Júpiter recién plantado en el jardín de Puente Viejo.

“Planté un árbol de Júpiter, porque supe que era el que ofrece floración durante los tres meses de verano, la temporada que estoy más tiempo en Puente Viejo”, explica la pintora. “Además de la Naturaleza, me gusta su aroma, las fragancias… El olor a tierra mojada, pino mojado o trigo cortado… es un aroma único, que no puede enfrascar ningún perfume o colonia”.

La artista visual también ha pintado el mar, pero más que en “marinas dulces”, en representaciones bravas de oleajes y rocas. “Me gusta la fuerza bravía del paisaje de mar y representarlo en el estudio con arreglo a la huella que dejó en mi mente. He pintado el soberbio mar de la isla de Hierro -con toda la riqueza de un pequeño continente en una distancia de 40 km. de largo-, en la quietud de mi estudio, después de haber absorbido su esencia en el pensamiento. 

La autora confiesa que le gusta el paisaje natural, aunque también aborda de vez en cuando el paisaje urbano. “He pintado el Real Monasterio de El Escorial o las murallas de Ávila, por ser sitios cercanos y singulares y, porque he admirado interiormente su belleza y su historia. También he representado la casa de Puente Viejo, por su valor afectivo, y como homenaje a mis padres que la habitaron”.

“Me interesa también el retrato, curiosamente de personas mayores, con una vida hecha y curtida en arrugas o de los niños, que son vidas por hacer. Las arrugas, el gesto y la mirada de una persona mayor te indican la personalidad que hay detrás de ese rostro. Uno de mis retratos más célebre ha sido el de “Eugenia, la Cacharritos”, una mujer humilde, a punto de cumplir cien años, que conocí en el consultorio médico de la Alameda de Osuna. Su rostro era tan atractivo que le pedí permiso para tomar unas fotos y recrearla luego en mi estudio”. 

La pintora así lo pintó en una de sus estancias en Austria, país en el que residió de recién casada y a donde vuelve periódicamente. A la vuelta quiso mostrarle el retrato a “Eugenia la Cacharritos”, pero le dijeron en el consultorio, que había fallecido dos días antes. Impresionada, dejó el retrato encima de un mueble del escritorio de su casa y, en ese momento, se cayó el espejo de la pared de enfrente. María Luisa, que se sabe dotada de poderes extrasensoriales, lo interpretó como una señal de respuesta y dialogo de la anciana modelo, desde el más allá.

En otra ocasión pintó el retrato de la suegra, que un millonario quería ofrecer a su mujer, triste por haber perdido a su madre. La fuerza de la mirada de aquel retrato hizo que la hija no pudiera resistirlo. Le producía presencia y dolor al mismo tiempo, por el realismo intenso de la mirada. “El retrato puede ser muy poderoso”. No hay más, que visitar el Museo del Prado.

La vida estival sigue en Villacastín y en Puente Viejo. Hoy, después de esta entrevista nos espera una paella de marisco, cocinada por Carmen Valero. La gastronomía también es un arte y lo vamos a disfrutar en el porche y el jardín.

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https://lamiradaactual.blogspot.com/2018/10/retratos-maria-luisa-valero-pintora.html



2 comentarios:

José Elgarresta dijo...

Muy interesante. Próximo en el recuerdo, la visión de la existencia y los afectos profundos en la vida.

Juana Mari Herce dijo...

Que pintura tan bonita.Me encanta.
Feliz verano por la campiña segoviana.