Julia Sáez-Angulo
Estudió Bellas Artes y se especializó en Fotografía, pero el éxito y la vida le llevaron por los derroteros del diseño y nada menos que de sombreros espectaculares, asombrosos, bellos, exagerados, hermosos, despampanantes... Los desfiles en la hípica de la localidad británica de Ascot le envidian tanta imaginación como creatividad artística para un objeto en la cabeza, máxime cuando se decía en Inglaterra que las damas españolas no llevaban sombrero. Candela Cort ha dado una vuelta de tuerca a este arte y ha desplegado con él una exposición soberbia en la sala Amos Salvador de Logroño, en la que muestra los sombreros que ella colocaría en la cabeza de los grandes retratos de la Historia del Arte.
De pronto “Las Meninas” de Velázquez o “El caballero de la mano en el pecho” se transforman óptimamente, porque Cardela Cort coloca sobre sus cabezas tocados y sombreros que los modernizan y rejuvenecen a su antojo. Se trata de un juego apropiacionista y travieso, que pone de manifiesto la prodigiosa capacidad plástica de la artista. Su arte de reciclar materiales es muy particular. Todo empezó con un gran collar que se le enredó en el pelo y comprobó que aquel tocado improvisado quedaba estupendo. Después pasaron por sus manos, textiles de espuma de medias, pan mojado, papel cuché, cintas, rafia, alambres... Carmela mira una cabeza y le construye de inmediato un espléndido sombrero.
De esta manipulación artística nació un diseño que hoy buscan las damas para destacar en bodas, bautizos y banquetes. Un sombrero de Carmela Cort puede costar setecientos euros y se pagan con gusto porque la artista y su firma lo valen. El Museo del Traje de Madrid le dio acogida en otra muestra que tuvo un gran eco. La argentina Dora Ravinski es la comisaria de esta exposición reciente, titulada “El arte de volar”, patrocinada por Cultural Rioja.
Entre las obras de arte que Candela Cort ha manipulado con sus sombreros se encuentran” La infanta Catalina de Aragón” (1496) de Juan de Flandes; el “Retrato de hombre” (1424-25) de Masaccio; el “Retrato de María Baroncelli” de Hans Menling (1470); el “Retrato de joven dama” de Petrus Christus” (1460-70); el retrato de Giovanna Tuornabuoni (1488); el de la marquesa de Manzanedo, por Raimundo de Madrazo (1875) o una estampa de Mujer, del artista Utamaro (1793-94)-
Todavía no se ha atrevido con la Gioconda, porque su mirada le perturba, según confiesa la diseñadora artística, pese a que le venda la mirada. El Renacimiento parece ser el tiempo preferido de Candela Cort para la manipulación del pasado, mientras que el siglo XXI se presta a la mujer de carne y hueso. Se considera más intuitiva que reflexiva, pero lo cierto es que su memoria y sus retinas conservan un largo bagaje de imágenes para la cabeza. El juego del objeto-sombrero sobre la planitud del cuadro o del grabado le gusta, le divierte y despierta admiración en los espectadores.
Color, textura, flexibilidad, azar, dominio de materiales para estas esculturas-objeto que harían las delicias del rompedor vanguardista Marcel Duchamp. Amor, humor y arte en un abrazo indisoluble.
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