"Visiones nómadas"
Fernando Verdugo
Galería May Moré. Madrid
09.03.10 .- Madrid .- Las obras recientes de Fernando Verdugo (Sevilla, 1944), estas “Visiones nómadas” que ahora presenta, persisten en su reflexión sobre el muro como espacio metafísico, como metáfora del universo que acoge y contiene al ser. Si como afirma el crítico Francisco Carpio la pintura de Verdugo puede ser calificada de “auténtica arqueología de la memoria”, en esta recreación abstracta de los muros africanos percibimos también una reflexión etnológica del color y los signos. Los paisajes culturales, allí donde las huellas de los seres forjan un universo vivo, son siempre para Verdugo paisajes interiores, cromatismo y signos originarios entrevistos a la luz cambiante de una vela.
Fernando Verdugo (Sevilla, 1942), con su reconocido dominio técnico sobre las orografías y erosiones de la materia, nos trae ahora unas sugerentes evocaciones de Africa en la “piel pictórica” de sus últimas obras. Las espesuras y transparencias de estos trabajos llenos de sutileza, las geometrías mínimas del hábitat primitivo, los motivos ornamentales de una belleza humilde y deslumbrante, nos remiten a África, o mejor, al ensueño de un paraíso perdido en ese “territorio herido al sur del sur”, en palabras del propio pintor, paraíso de luminosas formas primeras, que permanece en nuestro inconsciente albergando las huellas y las masas de color primigenias.
En estas Visiones Nómadas el trabajo del pintor rescata el lustre de las sucesivas capas cromáticas que iluminan los muros de adobe en los poblados africanos más humildes. Protección contra el mal, pero también signos ancestrales de fuerza y la suntuosidad de dotar de dignidad a la pobreza en un arte ejercido tradicionalmente por las mujeres. Los dibujos intuitivos como hilos líquidos, las redes de cuerda, los frisos de triángulos, las retículas talladas de la piel de los reptiles, los zig-zags sintéticos que desde la oscuridad de los tiempos significan manos que se estrechan, los cristales centellantes encastrados en los muros, las cañas piramidales del primer hábitat, laten ahora en las superficies deslumbrantes de Verdugo.
Arquitecturas de paisajes africanos
El pintor no pretende hacer una reconstrucción exacta de los pigmentos y las formas que vemos en esas arquitecturas elementales de ciertos paisajes africanos. Eso, dice Verdugo, ya lo han hecho muchos artistas. Lo que a él le interesa es simplificar las imágenes hasta concentrarse en mínimos gestos geométricos o en condesadas masas de color para dotarlas de nueva vida y acercarlas a la mirada de occidente ya transmutadas en “una abstracción de la abstracción”, tal como lo expresa el pintor, para que sean la evocación sutil de un continente dotado de una gran sabiduría estética en medio del dolor y la miseria.
Fernando Verdugo sigue configurando un espacio metafísico propio, universo eminentemente sensorial y táctil surcado por esas líneas de luz, huellas y geometrías entrevistas entre el sueño y la vigilia, o como lo describía Francisco Carpio con motivo de una reciente exposición del pintor en Sevilla: “Una geometría que, aunque soñadora y soñada, aparece igualmente bien revestida por la rugosa y física carne de la materia. Táctil irrupción que obliga a las yemas de nuestras pupilas a recorrer, sentir y traducir sus innumerables texturas. Aspereza hiriente de las paredes; lisura metálica del azulejo; porosidad arenosa del albero; frialdad medular del mármol; tacto braille del ladrillo y del suelo; alma dura del hierro, como estanques de metal congelado”.
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