viernes, 23 de marzo de 2012

“La Vanguardia Aplicada, 1890 – 1950”, exposición en la Fundación Juan March


L.M.A.


El viernes 30 de marzo se inaugura en Madrid, en la sede de la Fundación Juan March (www.march.es, Facebook y Twitter: @fundacionmarch), la exposición LA VANGUARDIA APLICADA, 1890-1950, que con casi 700 obras –entre diseños originales, fotomontajes, libros, revistas, carteles, postales, folletos, maquetas y bocetos preparatorios– pretende ser la fascinante historia visual del impacto de los ideales de las vanguardias históricas en los ámbitos de la propaganda política e ideológica, la publicidad y los medios de comunicación, la arquitectura, el diseño urbanístico y de interior, las exposiciones, el teatro, el cine y la fotografía, desde sus antecedentes en la última década del XIX y durante la primera mitad del siglo XX. La exposición estará en la Fundación Juan March hasta el 1 de julio.

Antes de que en el siglo XVIII advinieran las estéticas modernas y, con ellas, la autonomía de las bellas artes, puede decirse que todo arte fue, originariamente, “diseño”, es decir, arte “aplicado” a una función. Las artes, en efecto, han sido históricamente “artes aplicadas” a las más diversas funciones religiosas, políticas y sociales, desde el culto y la celebración hasta la representación del poder, la religión o la riqueza, la decoración y el descanso.

Más adelante, algunos movimientos nacidos entre finales del XIX y principios del XX como la Secession vienesa o el movimiento Arts and Crafts y, sobre todo, las vanguardias históricas –desde el futurismo a la Bauhaus o el neoplasticismo pasando por el dadaísmo y el constructivismo–, supusieron, por una parte, una acentuación de la moderna autonomía del arte; pero también un intento generalizado y radical de volver a llevar el arte a todas las esferas de la vida, ésta vez no tanto para representarla u ornamentarla como más bien para transformarla y configurarla desde el ideal de lo nuevo. La vanguardia quiso devolver -casi simultáneamente en una geografía tan amplia como interconectada- el arte y su poder transformador al ámbito político y social, al mundo doméstico y al de la decoración, al libro y la difusión de las ideas, de los que nunca había salido del todo, pero del que le habían alejado las estéticas y poéticas del arte puro, el esteticismo y el ideal de l’art pour l’art.

Las obras de esta muestra provienen de dos importantes colecciones internacionales especializadas en diseño y tipografía de vanguardia, que por su criterio en la selección de obra y su amplitud pueden considerarse de rango museístico: la del estadounidense Merrill C. Berman y la del santanderino José María Lafuente. La selección de las obras de ambas colecciones no se ha realizado solo de acuerdo a criterios históricos, sino desde un acercamiento transversal al espíritu transformador de las vanguardias y en torno al eje constituido por la articulación de las formas y los signos en el diseño gráfico de las vanguardias y la revolución tipográfica que estas supusieron.

CATÁLOGO ILUSTRADO

La exposición cuenta con un catálogo profusamente ilustrado en dos ediciones, española e inglesa, e incluye la obra de 250 autores de 28 de países: una larga nómina de artistas, tipógrafos y diseñadores de vanguardia, de pioneros como Max Bill (1908-1994), Fortunato Depero (1892-1960), Oskar Kokoschka (1886-1980), El Lissitzky (1890-1941), Filippo Tommaso Marinetti (1876-1944), Lászlò Moholy-Nagy (1895-1946), Liubóv Popova (1889-1924), Aleksandr Ródchenko (1891-1956), Kurt Schwitters (1887-1948), Jan Tschichold (1902-1974) o Theo Van Doesburg (1883-1931), por citar solo algunos nombres.

El catálogo incluye un texto de Manuel Fontán del Junco, titulado “La vanguardia aplicada, 1890-1950 (instrucciones de uso)”, donde se da cumplida justificación del proceso de trabajo realizado durante los últimos dos años, un trabajo fascinante y complejo, cuyo resultado son tanto la exposición como el catálogo que ahora se presenta. En él se especifican cuáles han sido las decisiones curatoriales que han guiado, en las distintas fases del proyecto, la concepción y la organización de la muestra. Una de sus muchas peculiaridades ha sido la estrecha labor conjunta realizada por coleccionistas, autores y organizadores, una tarea que ha acabado configurando una especie de “comisariado conjunto”, responsable de la totalidad del proyecto.

Escribe Manuel Fontán del Junco que “esta exposición pretende presentar -de manera, si no exhaustiva, sí por lo menos amplia, concentrada e intensa- una buena muestra de ejemplos de una manifestación del arte de las vanguardias históricas que suele relegarse a un segundo plano. Dicha manifestación es, al mismo tiempo, la menos ‘artística’ (en el sentido moderno de la palabra ‘arte’) y la más novedosa del legado vanguardista. Se trata, en efecto, de la resultante histórica de la ‘aplicación’, a una serie de ámbitos de la vida humana y a través de determinados medios, de aquellos ideales —los mismos que llenaron sus manifiestos de proclamas y lemas ambiciosos y radicales— que determinaron la actividad de las vanguardias históricas en el terreno estricto del arte, de la tradición del arte ‘puro’ heredada de la modernidad”.

“Los espacios en los que las vanguardias históricas ‘aplicaron’ sus ideales eran, en definitiva, todos aquellos que constituyen la estructura de la vida en sociedad: el recinto doméstico, el de la organización social en todos sus aspectos -destaca lo relacionado con el urbanismo y la arquitectura, desde la vivienda particular a edificios y espacios públicos-, el orden político e ideológico, las instituciones educativas, la religión, el mercado, la difusión de las ideas, el entretenimiento y el ocio, el deporte… , en suma, todas las esferas que, entrelazadas, configuran el entramado de la vida humana. Para la ‘aplicación’ de sus ideales de transformación social, la vanguardia se sirvió también de todos aquellos medios (de representación, comunicación y difusión) tradicionalmente considerados secundarios respecto al medio privilegiado y superior de representación, el constituido por los géneros clásicos del gran arte, la pintura y la escultura. Los medios a los que la vanguardia se aplicó con fruición fueron, novedosamente, el cartel y el panfleto, el periódico y la revista, el libro, la imagen fotográfica, la imagen fotográfica fragmentada y manipulada (el fotomontaje) y la imagen fotográfica en movimiento (el cine). Y esa ‘aplicación’ derivó en un número ingente de obras, en una verdadera apoteosis de juegos de formas y signos presentes en ámbitos hasta entonces alejados de la práctica artística; muy singularmente, y de manera en absoluto casual, en el ámbito del lenguaje escrito, del texto. Junto a su actividad en el marco del arte propiamente dicho, las vanguardias históricas se “aplicaron” a todos esos ámbitos empleando esos medios, y este es quizá el hecho más novedoso y determinante del profundo cambio conceptual que se produjo, a principios del siglo pasado, en la comprensión del arte y del sentido de la actividad artística heredada de la modernidad”.

Además de este texto citado, sendas conversaciones con los dos coleccionistas (“El coleccionista como curador”), y los correspondientes índices alfabéticos, cronológicos y geográficos de los artistas y una selecta bibliografía, el catálogo incluye tres ensayos de Richard Hollis (“La vanguardia y el diseño gráfico”), Maurizio Scudiero (“Vanguardia y tipografía: una lectura transversal) y Bruno Tonini (“Tipografía de vanguardia (1900-1945). Teorías y caracteres”).

Estos textos conceden tanto a la exposición como al propio catálogo las herramientas esenciales para comprender en su totalidad la numerosa y variada obra expuesta. Una obra que constituye un material de extraordinaria riqueza visual y textual, aunque a menudo de difícil comprensión debido a múltiples y muy diversos factores. Pueden destacarse, entre otros, el desconocimiento general de gran número de las piezas expuestas -con frecuencia prácticamente inaccesibles al público no especializado- y de sus autores; la extraordinaria diversidad geográfica de los ámbitos de procedencia y su diseminación a lo largo de un arco temporal de más de medio siglo; a ello hay que sumar las barreras lingüísticas e idiomáticas, lo intrincado de la articulación entre formas y signos o la, en muchos casos, revolucionaria mise en page de aquello que es, precisamente, el vehículo fundamental de comunicación y comprensión: el lenguaje textual.

En ese contexto de complejidad, los esclarecedores textos sobre las fuentes históricas de la tipografía de vanguardia por parte de Bruno Tonini, el panorama del diseño gráfico de vanguardia, ordenado cronológica y geográficamente por Richard Hollis, y el tratamiento transversal de la tipografía de vanguardia realizado por Maurizio Scudiero consiguen ordenar un material aparentemente heterogéneo y dispar. El esfuerzo sostenido de los tres autores consigue arropar, con herramientas interpretativas tan eficaces como infrecuentes, la ingente materia visual y textual aquí presentada.



No hay comentarios: