Guillermo R.
Mingorance, Pintura figurativa cálida y
encendida
Pintura de R. Mingorance
Julia Sáez-Angulo
El pintor Guillermo R. Mingorance (Madrid, 1948) expone sus
últimos trabajos pictóricos en el espacio cultural La Victoria de Madrid. El
artista, con una trayectoria sólida en el circuito artístico, muestra su
lenguaje acendrado en una figuración suelta en colores cálidos y encendidos.
En el repertorio iconográfico de los cuadros presentados
domina la figura humana casi siempre en grupos, a modo de escenas de género. Escenas
domésticas, callejeras, cotidianas… donde la figura femenina es la más
representada.
Resultan curiosos los largos títulos que Guillermo R.
Mingorance otorga a las obras, más allá
de los de Dalí: “Si ella es quien le atiende se siente complacido”; “La herramienta
ordenador, les ayudará a descodificar el Gran Libro”, “En tiempos de sequía
ella es quien mantiene viva la floresta” (un precioso cuadro, ya vendido), “Conversación
ajena a la formidable región”…
Mención aparte merecen sus cuadros de paisajes, flores y
floreros, con total ausencia de la figura humana, que resultan misteriosos y
sugerentes, además de especialmente ornamentales. Algunos de ellos se acercan a
la abstracción como “Seres humanos florificados por La Diosa Floragenia”,
título como un gran cuento de fantasía o de ciencia ficción.
Otros
títulos de interés: “Desde la sutileza en blancas, hasta las milenarias y, casi
ocultas sanadoras” o “Notas de flores en las que predominan la esferoides”, ambas
de mediano formato.
El mundo oriental o de mujeres que se antojan orientales se
percibe en la iconografía de mercados, zocos, rastrillos y objetos. “El
rastillo informado de trueques y Pagos con monedas” es un cuadro soberbio de 146
x 146 cm., al óleo, pigmento sistemático y firme del pintor, que no se baja al
acrílico por creerlo muy superior.
En la pintura “Reflexiona sobre sus propios pensamientos proyectados”
(100 x 100 cm.) es el magisterio de la estampa japonesa el que late detrás. Un
cuadro cuadrado espléndido.
R. Mingorance resulta en definitiva un poeta, que asume una
pintura narrativa a la vez que plástica. Un poeta del que no está ausente el
buen humor. Sus composiciones son siempre equilibradas y su colorido encendido
en rojos, verdes y sutiles blancos o amarillos que dan luz.
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