  Mengs
 
  
Con motivo de la reciente      incorporación a sus colecciones de Retrato de José Nicolás de Azara, uno de los mejores retratos de Mengs, el Museo      del Prado recrea la relación de amistad y estrecha colaboración artística      del pintor neoclásico y el retratado, amigo y destacado representante de      la Ilustración española. Esta exposición “de gabinete”, que permanecerá      en la sala 38 del edificio Villanueva hasta el 13 de octubre, está      formada por 24 obras -pinturas, esculturas, obra gráfica, medallas y      libros- procedentes, en su mayoría, de las colecciones del Prado y      particulares. 
El ingreso de esta obra en las      colecciones del Museo del Prado contribuye a enriquecer el discurso de la      pintura del siglo XVIII en sus salas y a completar el catálogo de      retratos de Mengs, en este caso con una de sus obras más singulares desde      el punto de vista artístico e histórico. |  
 
  
 
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La reciente adscripción al Prado de este      singular Retrato de José Nicolás de Azara, pintado en 1774 por      Antón Rafael Mengs, ha dado lugar a la organización de una pequeña      muestra que evoca la amistad y la estrecha colaboración de ambos      personajes: Mengs, artista bohemio del Neoclasicismo, y Azara, uno de los      más destacados representantes de la Ilustración española. 
 
Retrato de José Nicolás de Azara de Mengs 
De carácter íntimo y marcado por una      notable sencillez, este retrato, realizado a principios de 1774 en      Florencia, es un ejemplo magistral del clasicismo del artista y se      considera como uno de los mejores de su producción. Asimismo hay que      añadirle el valor del personaje retratado, uno de los más destacados      representantes de la Ilustración española. 
 
El retrato se ajusta al gusto de su      tiempo, como reflejo de la más pura expresión neoclásica de este género,      del que Mengs fue uno de sus máximos representantes. Por ello, el modelo      está captado con una sublime dignidad y una naturalidad, que revela su      pureza intelectual y que no necesita de los ricos accesorios que      acompañan al poder, pero con la profundidad psicológica que pone de      manifiesto su carácter. Destaca la expresión lírica, revelada por la leve      sonrisa en sus labios y la mirada, precisamente por ese “suave movimiento      de la boca y de los ojos”, a través del cual, según Azara, los griegos      representaron los movimientos del alma. Esta expresión comunica la      amistad con el pintor y la sensibilidad y la pasión del modelo por la      literatura, que se evidencia también en el libro en la mano, cuya lectura      Azara ha interrumpido para atender al artista con la nueva espontaneidad      exigida en los retratos del siglo XVIII. 
 
 
Sala 38. Edificio Villanueva 
Comisarios: Stephan Schröder, Jefe del Departamento de Escultura Clásica y del Renacimiento, y Gudrun Maurer, conservadora del Departamento de Pintura Española del siglo XVIII y Goya, del Museo Nacional del Prado 
  
  
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