Julia Sáez-Angulo
El artista, el pintor, también desea ser representado y hace
su autorretrato; en ocasiones es un ejercicio de estilo para indagar o
experimentar en la forma de afrontar el rostro o la figura. En otros casos es
el intercambio de retratos recíprocos lo que lleva a los colegas pintores a
intercambiar la interpretación del rostro del otro. Sobre estos temas verlas la
exposición “Retratos y Autorretratos de Artistas” en el Museo de Bellas Artes
de Álava, que despertado gran interés.
La mirada del artista sobre sí mismo es toda una
singularidad. El Louvre des Antiquaires en París también llevó a cabo una
exposición similar en la que dominaba el número de artistas franceses. Al retrato se le ha llamado "género nutricio" de los artistas, porque con él han podido mantenerse muchos, pero no ocurre lo mismo con el autorretrato, ya que el resultado es para uno mismo.
Un total de 38 obras entre pinturas, esculturas, dibujos y
grabados, en su mayor parte de autores vascos, con fuerte presencia de artistas
alaveses”, señala Iciar Lamarain, diputada vasca.
“Existen muchas formas de abordar y de interpretar un retrato.
Generándose más modernas, a veces, por qué no, una sensación de incertidumbre,
a medio camino entre el espejismo y la perplejidad en el espectador. Es
indudable que en esta disciplina, más que en otras, persiste todavía, acaso
como problema agobiante, la idea del
parecido: la del sometimiento de los rasgos fisonómicos a un realismo veraz.
Paradójicamente cuando el retrato es un género muy propenso al subjetivismo por
parte del artista. Más que nunca, la complejidad y la pluralidad de identidades
es interpretable desde posiciones flexibles. Pero aun así apenas resulta fácil
ni tampoco cómodo para el público, cuando se sitúa delante de un retrato,
romper con los componentes culturales, con “un modo de ver” heredados sin duda
de la tradición académica”, se dice en el catálogo de la exposición, una buena
reflexión sobre el arte del retrato, por Santiago Arcediano.
En la muestra hay imágenes de Ignacio Díaz Olano, Fernando
Amárica, Pablo Uranga, Lorenzo Fernández de Viana, Julio Beovide o Antonio de
Guezala. Muchos de estos retratos se pueden contrastar con las fotografías de
los que han posado, lo que inevitablemente lleva a establecer parecidos. Los
distintos discursos estilísticos hablan sobre la manera que los pintores tienen
de contemplarse a sí mismos.
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