Del 1 de febrero al 29 de marzo
L.M.A.
"Para descubrir la obra pictórica de Josep Bahima, debemos comprender a priori que el arte nos revela el misterio del hombre, que tiene un componente espiritual ético y estético y que es el lenguaje de los sentimientos, escribe Pedro López Avila
Partiendo de esos principios, en la obra de Josep Bahima nos encontramos no sólo con lo bien hecho, sino con la constante sorpresa, que aflora a través de su extensa gama cromática, de su incesante búsqueda de la naturaleza, de tal suerte que apresa inmediatamente al espectador. Y lo apresa por su sensibilidad y el atrevimiento en la disposición de la materia para representar el paisaje.
El mundo interior de Josep Bahima queda reflejado en su obra, en la que apenas aparece la figura humana, le interesa poco. Como si el espacio exterior en el que habita le resultara antipático y hostil, y sintiera la necesidad de sumergirse y empaparse en otro orden virginal, fresco, armonioso y agradable.
Sus sensaciones sobre la vida quedan plasmada en su reposado lirismo sobre el paisaje, en el que en aisladas ocasiones incorpora algunas figuras campesinas en las duras faenas del campo, con pinceladas dinámicas y vigorosas creando así un lenguaje de una fuerza y autenticidad incuestionables.
Por esta circunstancia en la obra de Josep hay verdad. Fuera de tendencias de mercado, fuera de escuelas, grupos o academicismos dominantes. Hay verdad, porque indaga en el color para conseguir hondura en el contenido, porque todas sus obras siempre nos transmiten algo a través de la materia y del color y, sobre todo, porque existe un orden plástico para poner un tono al lado de otro y encontrar un resultado perfectamente armónico. Un resultado que es fiel reflejo de un temperamento inquieto, pero profundamente honrado en la incesante búsqueda de hallazgos expresivos."
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