Julia
Sáez-Angulo
Se trata del viejo tema de si se ha decir la verdad, de actuar o no con
plena franqueza, de se ha de decir lo que se piensa o se ha de pensar lo que se
dice. Miguel del Arco ha hecho un planteamiento muy actual, del siglo XXI con
la célebre obra de Molière El Misántropo
en el Teatro Español.
También
Ibsen, en su obra El pato salvaje
plantea ese mismo tema de si se ha de decir la verdad en sociedad, porque es un
tigre que se abalanza y ataca. La
cortesía social tiene sus protocolos y la franqueza ruda y campechana no es de
recibo, como tampoco lo es, la hipocresía cínica y marrullera del que habla y
actúa por detrás. Una vez más se plantea el tema del “in medio virtus est” que enseñara
Tomás de Aquino.
Un
buen reparto que va desde Israel Elejalde como Alcestes a Bárbara Lennie en
Celimena, pasando por Raúl Prieto como Filinto, Cristóbal Suarez como Oronte,
José Luis Martínez como Clitandro, Miriam Montilla como Elianta, Manuela Paso
como Arsinoé, para dar cuerpo a un gran tema social y por tanto digno de
llevarse al Teatro Español, el más antiguo teatro estable del mundo, en la
madrileña calle Príncipe.
En
esta ocasión el Topos es un callejón
al que se sale de una fiesta para respirar o alejarse del ruido y las personas
de aquella. En este único lugar transcurre la acción que se va desgranando a
través de los distintos personajes que
confabulan una trama sobre la coveniencia de decir la verdad o guardar las
apariencias.
Miedo
dan las personas que hablan con franqueza y terror las hipócritas y cínicas. Al
final, todos se hacen víctimas de todos. Molière ha sido “traducido” al mundo
de hoy, a unas capas sociales donde el juego, la fiesta y la frivolidad
esconden intereses, flasedades, superficialidad y vacío.
Los
actores se mueven bien en la acción y en la cámara lenta que se utiliza de vez
en cuando para poner de relieve en tempo lento la cosas. El final queda abierto
sin optimismo. De la condición humana poco se puede esperar y por ello hay que
estudiar como hacerse llevadera. “Si no toleras los defectos, no amas a los
hombres” decían con sabiduría los clásicos.
Si
elteatro funciona como espejo, en este Misántropo de Miguel del Arco, lo hace
con un realismo que sorprende e incomoda. La vida también es teatro y, por tanto, debe ser representación pacífica.
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