L.M.A.
Javier Sierra recordó este mediodía ante el Micro de la Feria un relato que escribió un verano siendo un niño, cuando no tenía más que diez u once años. La acción transcurría en un futuro postapocalíptico, cuando llegaban a la Tierra, completamente devastada, unas criaturas procedentes de Alfa del Centauro. Entre los cráteres y las ruinas, encontraron extraños vestigios esparcidos por todas partes: “Parecían poca cosa. Si acaso piezas frágiles de algún mecanismo exótico. Su sorpresa fue mayúscula cuando uno de ellos, tomando al azar uno de esos despojos, tiró de sus extremos y vio que se abría y se descomponía en láminas finísimas de una substancia semitraslúcida en la que estaban adheridos unos pequeños insectos disecados. Esa pieza era, en realidad, un contenedor de signos. Una máquina perfecta, inmune a la falta de energía o al paso del tiempo, diseñada para preservar la sabiduría. Era un libro. Los insectos eran letras. Y allí los había por miles. Por millones. Por decenas de miles de millones. Todos con su mecanismo intacto. Funcional. Sublime”. Al niño que fue Javier Sierra “le gustaba imaginar que esos visitantes lograron reconstruir nuestra especie a partir de esas piezas, cual si fueran cadenas del ADN de nuestra alma” y entraba en la biblioteca materna para admirar las “cápsulas de humanidad allí almacenadas”. Y hoy, confesó, “por mil y una razones más, en el fondo no muy diferentes a las que imaginé ese verano, sigo defendiendo la misma certeza”.
Orson Welles y el día en que el hombre pisó la luna
El 20 de julio de 1969, un joven Ignacio Romero de Solís, camarada entonces de Jorge Semprún, conversaba en una de las fincas de Domingo Dominguín con otro de los invitados a almorzar ese día, el cineasta Orson Welles. En esa fecha histórica en la que el hombre pisaba por vez primera la superficie de la luna, y dejaba en la retina de gran parte de los habitantes del planeta la imagen de Neil Armstrong, tiene su origen los primeros apuntes de esta novela que, pasados más de cincuenta años, se presentaba hoy en Madrid, Palmagallarda.
Publicada hace unos meses por la Editorial Renacimiento, Abelardo Linares, editor remiso siempre a dar cuenta de los motivos que lo deciden a la publicación de uno u otro libro en el excelente catálogo de esta editorial andaluza, resumía así sus razones: "Si Palmagallarda es una novela 'estimulantemente distinta' de la inmensa mayoría de novelas que se han escrito durante los últimos cuarenta años alrededor del tema de la guerra civil y sus antecedentes y consecuencias lo es precisamente porque el mundo que levanta ante nosotros sabe a verdad, a cosa conocida y vivida y revivida. Y eso gracias a las vivencias y saberes del autor y a la indefinible magia de la literatura".
El crítico Ignacio F. Garmendia apuntaba a su vez un matiz importante que singulariza esta obra: “Romero de Solís –señalaba Garmendia– no se aproxima a la tragedia con una mirada, digamos, ideológica, sino desde dentro de la mentalidad de sus protagonistas, que habitan un universo cerrado sobre sí mismo, pero están conectados al mundo exterior por una corriente de afinidades cosmopolitas". Así es, en verdad, este recorrido por la vida cotidiana de una familia de la aristocracia andaluza que vive, sin saberlo, el final de una época. Relato, en fin, de “aire lampedusiano e indudable ambición panorámica".
Conmilitón durante años de Romero de Solís, el editor y escritor José Esteban señalaría en su intervención el hecho de que desde el momento de adentrarse en su lectura el lector presiente que se trata de una tragedia coral "narrada paso a paso, sin reticencias, pero sin escatimar detalles, sin extrañas tragedias, pero sin que escasee lo dramático, sin caridad, sin falso sentimentalismo, como la vida discurre, muy exactamente como la vida misma discurre”.
Al final de las intervenciones de los presentadores, el autor, Ignacio Romero de Solís, se limitaba a señalar que la necesidad de escribir este libro surgió tras una conversación con Welles, quien tras algunas horas de abundantes libaciones de un excelente vino verdejo confesaba su curiosidad por conocer el verdadero retrato del 'señorito andaluz', pues reconocía haber tratado a algunos y comprobar que eran personas cosmopolitas y cultas lo que contradecía el estereotipo.
Se hace necesario señalar que este volumen, de casi 700 páginas, es la primera parte de una trilogía que en el segundo volumen (ya casi ultimado) hablará de la Sevilla de los años cincuenta y sesenta y cuyo definitivo límite temporal, el que alcanzará el tercer volumen, el autor no sabe aún si llegará a la Transición, pues "uno no sabe de antemano por dónde le llevarán sus personajes".
Como de momento el lector solo tiene a su alcance el primero de los volúmenes, José Esteban quiso centrarse en lo que concierne a Palmagallarda: "Creo y por eso lo estimo en mucho que la construcción de este primer tomo es un prodigioso mecanismo de relojería, o aún mejor, un organismo vivo, en el que cada gesto, cada movimiento, y hasta cada diálogo, conducen a la plenitud y armonía del conjunto". Un brillante estreno en el terreno de la ficción de Ignacio Romero de Solís (Sevilla, 1937).
El Ojo Crítico en la Feria
El Ojo Crítico, el informativo cultural de RNE dirigido por Juan Carlos Morales, se trasladó esta tarde a la Feria del Libro de Madrid. Por los micrófonos del programa, emitido en directo desde el Pabellón de Actividades, pasaron los escritores Use Lahoz y Manuel Vilas, la editora de Impedimenta Susana Rodríguez Álvarez y el fotoperiodista Manu Brabo, además de Nicolas Kassianides, director del Institut Français de España y Consejero de Cultura de la Embajada de Francia en España, y Teodoro Sacristán, director de la Feria del Libro de Madrid.
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