Julia Sáez-Angulo
Alfonso Sebastián Beltrán (Torrijos, Toledo, 1941), residente en
Madrid desde su juventud, es un pintor vocacional por encima de su formación en arquitectura. Se sintió consagrado a la pintura desde muy pronto y nada le gusta más que
conversar a fondo sobre ella para tratar de atisbar alguna luz sobre su misterio. No quiere
perder el tiempo y cuando oye alguna tontería, se puede transformar en “hombre
airado”, aunque guarde silencio. La pintura, en su quehacer artístico, es fruto
de una mirada nueva, sorprendida, que acepta como modelo un paisaje, un retrato
o una escena de tauromaquia. Está casado con Guía Boix y tiene dos hijos.
- ¿Qué definición de la pintura le convence más?
Ninguna.
Ni siquiera me gusta que se intente definir. Es como si una hormiga que viviera
allí quisiera definir el Partenón.
- ¿Cuándo nació su vocación a la pintura y por qué?
Me
han dicho que cuando era muy pequeño ya dibujaba en el suelo de arena con un
palito. Y que elegía los días de lluvia porque se dibujaba mejor. El porqué no
lo recuerdo. Y aún no lo se.
- ¿Qué profesores y maestros del pasado le han enseñado más?
De
todos he aprendido. Todos las personas saben algo que yo no sé. Se aprende
intentando captar las emociones ajenas. En la pintura, Van Gogh me ha enseñado cómo se puede llegar
a la más absoluta grandeza con un pequeño bagaje. Con una técnica torpe pintó
lo infinito. Se podría decir de él que pinto la pintura. A su manera.
- A usted le gusta reflexionar sobre la pintura ¿Con qué colegas o
escritores ha conversado de arte más intensamente o a gusto?
Se
habla poco sobre arte. Se habla de lo que pasa a su alrededor, de exposiciones,
del precio de un cuadro, de un determinado retrato, se habla de Arco, pero no
de arte. He hablado de arte (desgraciadamente muy poco) con los escritores
Alfonso Martínez Mena, Héctor Vázquez Azpiri, Cesar Aguilera, Julia Sáez
Angulo. Me han enseñado mucho sobre pintura los escritores. Hacen observaciones
certeras que te orientan.
Tengo
guardada una lista con una frase de cada uno de ellos. Respecto a estar a gusto
con pintores recuerdo con mucha nostalgia mis conversaciones con Manuel Ortega.
Eran inacabables. A lo mejor el hecho de que Manolo fuera absolutamente sordo,
ayudó mucho. Podíamos hablar los dos a la vez sin interrumpirnos. Ahora que él
no está, hablo algunas veces con Oyonarte, su hijo. Pero no es lo mismo.
Oyonarte oye perfectamente y además sabe de pintura más que yo. ( “Nosotros no
elegimos la pintura, ella nos elige a nosotros”). También hablo con Rosa
Maroto, de la que estoy seguro lleva en sus venas la misma cantidad de acrílico
que de sangre. Y claro está, hablamos de pintura.
- ¿Qué paisajes ha recreado con más gusto en su pintura?
Todos
aquellos que en un determinado momento me produjeron asombro. Yo soy de Toledo,
de Torrijos. Mi tierra es de color ocre. Cuando vi, por primera vez, los verdes
de Asturias me quedé paralizado. No podía ni creerlo. Y me puse a pintar
aquellos verdes. Años más tarde descubrí que también los ocres de mi tierra son
hermosos. Y me puse a pintar paisajes ocres. Ahora ando por la sierra de
Cazorla pintando campos de olivos cuyo color es una mezcla de verde y ocre. He
llegado a la conclusión de que se pinta con gusto todo aquello que te asombra.
Y creo que Toda España es un asombroso paisaje.
- ¿Por qué ese interés suyo en escenas de tauromaquia?.
Es
un gran tema pictórico. Una mancha negra que se mueve sobre un cambiante color
albero persiguiendo una figura vestida con un traje precioso con reflejos oro y
plata diferentes según le llega el sol. El conjunto es como un arco iris en
movimiento, en el que a cada décima de segundo todo cambia.
Y
en su entorno excitación y luz. Música y sonidos, color en movimiento, ritmos. Danza. Silencio y quietud a veces.
Todo cambiante, todo en movimiento. Se produce una enorme vibración. Es como un
tornado de sensaciones que producen la emoción. Lo dicho, un gran tema
pictórico.
- El retrato es capítulo importante en su trabajo? ¿Qué reto y que
dificultades entraña?
Ver
vida. Mirar el misterio de la vida. Y tratar de explicarla. ¿Qué mayor reto?
¿Qué mayor dificultad?
- Santa Teresa fue motivo de retrato ¿Qué buscó en esa obra?
Acercarme
al misterio. Solo acercarme. Cuando acabé, estaba más lejos.
- ¿Qué retratos recuerda haber hecho con mayor satisfacción?
El
de Félix Hazen. Nunca olvidaré las reacciones familiares que produjo. Un honor.
-¿Cuáles serían los maestros del retratos en el pasado?
Picasso, Otto Dix, Van Dongen,
Velázquez, Rafael... Tiziano.
- En sus visitas al Museo del Prado, ¿delante de qué cuadro se ha
detenido más veces?
Ante
el retrato del duque de Mantua de Tiziano que esta en el Prado, mirando los
dedos entre el pelo del perro. Y ante el Tintoretto “Dama enseñando el pecho“,
porque guarda un misterio de mi vida que nunca revelare.
- ¿Qué libro de arte recomendaría?
Es
difícil pero por responder a la pregunta, y por su vigencia actual elegiría el Tratado del Paisaje de Andre Lhote, cuyo prefacio
termina así: “(...) He aquí, espero, consideraciones capaces de disipar en
muchos jóvenes la creencia de que la pintura es un entretenimiento o un modo de
ganarse el pan”.
1 comentario:
Lucida entrevista y lucidas respuestas. Un abrazo Alfonso y Julia.
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