viernes, 18 de noviembre de 2016

Helena Cosano, Autoentrevista solicitada por “La Mirada Actual”




Helena Cosano 


L.M.A.

Helena Cosano (Nueva Delhi, 1978). Diplomática de carrera desde el año 2005, y ha desempeñado puestos como Segunda Jefatura en Astaná (Kazajstán) o Consejera ante la Conferencia de Desarme en la Misión Permanente de España ante la ONU en Ginebra. Desde junio 2016 es Jefa de Estudios de la Escuela Diplomática, en Madrid, donde se encarga principalmente de la gestión cultural, la organización de eventos, la comunicación, las publicaciones y las relaciones institucionales de la Escuela. 
            Sus obras más recientes son Cándida  Diplomática (editorial Algaida, 2011), Almas Brujas, (Premio Rubén Darío 2014, editada por Sial-Pigmalión) y El Viento de Viena, publicada en el 2015, (Premio Internacional de Literatura "Agua y Viento" de Buitrago del Lozoya) y Teresa. La mujer publicada en 2016 por la editorial La esfera de los libros.
En esta entrevista, Helena Cosano nos habla de la diplomacia, la escritura, y su novela más reciente: “Teresa. La mujer” (2016, La esfera de los libros)

-¿Cuándo decidiste ser diplomática? ¿Por qué?
No lo recuerdo como una decisión, sino como una especie de evidencia, casi de destino… El ser hijo de diplomático te marca de diferentes maneras, unas muy positivas, otras menos. Siempre me costó imaginarme llevando lo que la mayoría de las personas considerarían una vida “normal”. La vida nómada e internacional del diplomático, desarraigada, me parecía la única opción.

-¿Cómo fue tu infancia como hija de diplomático? ¿Cuáles son esos puntos buenos? ¿Los malos?
Entre varios países, con varios idiomas. La carrera diplomática conlleva una forma de vida distinta, incluso una forma de ser diferente, y esta diferencia la acusan sobre todo los hijos. No es solo que aprendan lenguas exóticas o que necesiten abrirse a otras culturas, ser flexibles y saber adaptarse en medios sociales muy distintos. Es mucho más: en esos años de la infancia se forma la visión del mundo, la identidad.
Los puntos buenos: un enriquecimiento difícil de concebir para quién no lo ha vivido.
Los puntos malos: el desgarro de perder un mundo entero con cada cambio de destino, y la inseguridad que crea no sentirse realmente de ningún lugar, aunque se pueda pertenecer a varios en parte.

-Naciste en la India. Luego Moscú, París, Seúl, Viena… ¿Cuál te ha marcado más personalmente?
Todos me han marcado. Recuerdo los años en Rusia con particular cariño. Mi niñez y adolescencia fueron muy francesas, estudié en varios “Lycées Français” y viví en París durante años cruciales en la formación de mi identidad. En Viena fui a la Universidad, fue mi etapa más larga. Ahora estoy volviendo a descubrir la India donde nací, sobre todo a través del yoga y la meditación.
¿Alguna experiencia, algún recuerdo de infancia que quieras compartir?
Viví en Moscú a principios de los ochenta, antes de la Perestroika. Allí empecé a ir al colegio, aprendí canciones y juegos en ruso y a leer y a contar cuentos, mi niñera (suponemos que del KGB) intentaba enseñarme la Internacional y aún recuerdo sus lecciones sobre la bondad y el genio de Lenin. Debió de ser un cambio traumático pasar de los calores de Nueva Delhi a las nieves de Moscú, pero de allí sólo guardo un recuerdo idealizado, y cuando abandonamos el país, eché de menos, dolorosamente y durante años, el placer de jugar en la nieve, el sabor de los blinis, el borsh con smetana, el olor del pan negro y kalbasá, el sonido de la bella lengua rusa, tan profunda,
tan melodiosa, y cómo en la noche brillaban las estrellas rojas sobre el
Kremlin. La entonces Unión Soviética era mi paraíso perdido y necesité
muchísimos desengaños hasta cambiar de opinión. Más tarde me inscribí en la
Carrera de Ciencias Eslavas en la Universidad de Viena con una especialidad en
Filología rusa. Pasé esos años leyendo apasionadamente a Dostoyevski,
Tolstoi, Pushkin, Lermontov…, iba  casi todas las vacaciones a Moscú o San
Petersburgo, fascinada por los días interminables del verano, por la gente tan
culta, mística y extrema, por el teatro, el arte, y por la incomparablemente
rica literatura. Me concedieron una beca para estudiar en Moscú, y aunque coincidió con la crisis del 98 y no fue una época fácil, recuerdo esos meses entre los más felices de mi vida.



-¿Qué te han aportado todos estos lugares a tu literatura? ¿Crees que han influido en tu manera de ver la vida?
La literatura expresa quienes somos, es nuestro punto de vista sobre el mundo, nuestra síntesis personal. Yo sería otra si mi identidad no se hubiera formado en varios idiomas y en lugares tan diferentes, por lo tanto, escribiría de otra manera.

-La diplomacia siempre se ha asociado con un halo de lujo y glamour. ¿Qué opinas de ello?
Por desgracia hay un profundo desconocimiento en la sociedad de lo que es el trabajo real de un diplomático y de las renuncias que implica, los tremendos sacrificios personales y familiares que solo adquieren sentido para quienes tienen una real vocación. En el año 2011 publiqué una novela titulada “Cándida diplomática”: a pesar de ser una obra satírica que no pretende reflejar la realidad, sí desmitifica muchos tópicos y prejuicios y nos muestra una cara bastante más sombría de este trabajo.

-¿Es la carrera diplomática una carrera de hombres?
Las estadísticas nos indican que sí, lo sigue siendo: entre el 20 y el 25% de mujeres diplomáticas españolas actualmente. Mientras que en otros ámbitos (la medicina, la judicatura, etc…) hay no sólo paridad sino que a veces las mujeres superan numéricamente a los hombres, en la diplomacia somos minoría. No olvidemos de dónde venimos: durante el Régimen de Franco, para poder presentarse a las oposiciones de ingreso a la Carrera (además de ser mayor de edad, de nacionalidad española, licenciado o doctor) había que ser varón. Nuestro sistema jurídico ha cambiado tal vez más rápido que la sociedad: todavía se considera que es más fácil que un hombre arrastre a toda una familia de puesto en puesto, que el que eso mismo lo haga una mujer.

-¿Es posible conciliar diplomacia y literatura?
Conciliar” es siempre difícil, el día solo tiene 24 horas y tanto la diplomacia como la literatura son muy absorbentes. ¡Pero siempre me han parecido particularmente compatibles! La vida de cualquier diplomático está repleta de vivencias enriquecedoras. De hecho, muchos diplomáticos escriben y varios de los más grandes escritores de todos los tiempos han sido diplomáticos.  
¿Qué es para ti la literatura, qué temáticas te interesan?
La literatura es para mí una forma de interpretar la vida, una síntesis, una búsqueda, por lo que mis preocupaciones temáticas han sido siempre esencialmente filosóficas (el sentido de la existencia, la felicidad, la muerte, el tiempo, el amor, el alma…), unidas a un ideal de perfección formal y de belleza en la expresión.

¿Cuáles han sido tus grandes lecturas?
He tenido varias etapas: una muy francesa, otra muy rusa, una muy filosófica, otra lírica, una de leer sólo aforismos, otra de literatura de humor… Actualmente, me quedaría con Proust, García Márquez, Chéjov y Dostoyevski. Y en la mesilla de noche, libros de espiritualidad como la Bhagavad Gita.

- Este año 2016 has publicado la novela “Teresa. La mujer” con la editorial La esfera de los Libros. ¿Cómo definirías este libro?
Es una autobiografía ficticia de Santa Teresa. Tras la avalancha de publicaciones con ocasión del V centenario de su nacimiento, deseé ofrecer una síntesis. Imaginé a la propia santa en su lecho de muerte, rememorando su vida con total libertad y ofreciendo al lector una suerte de confesiones, un testamento espiritual. Es una novela histórica que nos ofrece una visión inédita de la santa de Ávila, acercándonos a la mujer de carne y hueso detrás de la leyenda, con sus pequeñas imperfecciones y su conmovedora grandeza.

-Como también mencionas en el prólogo, santa Teresa de Ávila ha hecho correr ríos de tinta. ¿En qué es diferente tu novela de lo que ya se escrito sobre ella?
A veces, los árboles impiden ver el bosque. Sobre Santa Teresa se ha escrito muchísimo, y ella misma tiene una obra muy extensa. Yo deseaba ofrecer una síntesis. Y mostrar aquello que queda oculto tras el exceso de información: la persona de carne y hueso, a menudo eclipsada por la luz de sus múltiples roles: monja rebelde, fundadora, escritora, mística, santa…, que nos impiden conocer al ser humano. Sobre todo, enfatizando el hecho de que nació mujer, en un siglo eminentemente patriarcal. 



-Ser una mujer fuerte en una época de hombres, ¿qué le supuso?
Rompió moldes y eso le supuso encontrarse constantemente en el centro de la polémica, generando la inmensa admiración de unos, y la hostilidad de otros muchos. Todos los que se han adelantado a su tiempo, o los que han sido brillantes o han tenido éxito en algún campo, son el blanco de los odios y las envidias. Teresa tuvo detractores, calumniadores, envidiosos, traidores…, enemigos poderosos que hicieron mucho ruido. Pero de ellos ya no sabemos nada: de esa “corte de odiadores” ya no queda ni el recuerdo. El tiempo siempre termina poniendo a cada uno en su lugar. Cinco siglos más tarde, aquí estamos hablando de ella, y cuanto más nos acercamos a su figura, más grande resulta. En ese sentido, en esta época nuestra que busca valores, Teresa es un gran modelo, nos muestra que hay que luchar por lo que uno cree, aunque el resto del mundo en un principio se oponga, y que la determinación y la perseverancia al final se ven recompensados.

-¿Por qué eligió Teresa ser monja?
Teresa de Cepeda y Ahumada deseaba servir a Dios, y nos consta su gran fe desde su niñez. Pero dudó mucho “qué estado tomar”. No abundaban las opciones para una joven del siglo dieciséis: sólo se podía elegir entre el matrimonio, o el convento (descartando esa tercera opción, tan poco atractiva, de quedarse en la casa paterna “a vestir santos”). Teresa temía el matrimonio, veía en él una forma encubierta de esclavitud. Pero era –citando su Libro de la vida- “enemiguísima” de ser monja. Terminó considerando que la vida conventual le concedería la libertad que ansiaba y ofrecería el marco adecuado para que su alma pudiera cuanto antes recibir a Dios. Una vez tomada la decisión, jamás se arrepintió, y en todos sus escritos se muestra agradecida de haber sido llamada por el Señor.

-¿Qué opinas de sus éxtasis, de esas “mercedes” que le concedía Dios? ¿Ha averiguado algo nuevo sobre ello?
Sobre ellos he encontrado interpretaciones de lo más variopintas: desde ataques de epilepsia a posesiones demoníacas, pasando por teorías de esquizofrenia, maniaco-depresión, energía sexual reprimida y amplificada, o simple histeria. Es decir: se ha tratado de reducirlos a algún desorden, alguna tara, para que la pequeña razón humana no se viera desbordada por su grandeza. Pero me parece revelador que esos éxtasis no ocurran únicamente en el cristianismo de esa época, sino que haya habido manifestaciones similares en todo el mundo y en todas las épocas, entre sufíes, judíos, hindúes…, y que todos ellos expresen lo inefable de un modo muy cercano al de nuestra santa de Ávila.

- En cuanto a estos “éxtasis”, ¿consideras que la Historia la ha retratado correctamente?
El siglo XVI y el XXI tienen distintos prejuicios. En el XVI, el gran temor de todos los que rodeaban a Teresa de Jesús era que sus éxtasis y demás “mercedes” que le concedía el Señor fueran en realidad trampas del Maligno. En el siglo XXI, si alguien comentara las visiones de todo tipo que ella tenía (ángeles, demonios, difuntos, espíritus de diversa índole), la tendencia sería a pensar que padece alucinaciones y algún problema grave de salud mental.

-En el prólogo afirmas que Teresa de Jesús ha sido “manipulada” por la Historia. ¿En qué sentido?
Cada época se ha apropiado a Santa Teresa y la ha hecho suya a su manera, tanto el poder político como la jerarquía religiosa. Y con el tiempo nos ha ido llegando una caricatura edulcorada, tergiversando cómo era ella en realidad: No era esa monja ñoña que mira al cielo con los ojos en blanco, no era una dulce y humilde santurrona. Era fuerte, inteligente, atrevida, valiente y guapa, y lo sabía. ¡Era una mujer de armas tomar! Una mujer adelantada a su tiempo, una revolucionaria, práctica y disciplinada, con un carácter fuerte, una voluntad de hierro, una inmensa capacidad de trabajo y de organizar, con los pies bien plantados en la tierra, la cabeza llena de proyectos y el corazón desbordante de amor divino. 

-¿Qué hubiera sido hoy Santa Teresa?
Los condicionamientos de una época histórica son inmensos, y Teresa es en gran parte una mujer de su tiempo. Pero una mujer con su fuerza interior sin duda habría hecho muchas cosas hoy en día, no habría podido pasar desapercibida. Era capaz de todo lo que se propusiera, y ¿quién sabe qué se le habría ocurrido elegir si hubiera sido educada como las niñas de nuestro siglo? Siempre tuvo fe y deseos de servir a Dios: podría ser misionera, o fundadora de una gran ONG, o tal vez alguien no muy distinto de la madre Teresa de Calcuta. Yo me la imagino erudita, porque su sed de saber no conocía límites y sufrió mucho de no poder acceder a la mayor parte de los libros, que le estaban vetados porque al ser mujer no le enseñaron latín, la lengua culta en el siglo XVI. Hoy en día sería viajera, ya entonces se recorría toda la península fundando conventos, y se advierte a veces en sus palabras un puntito de amargura cuando sus hermanos parten para las Américas: ¡¿quién sabe si no le tentaría la diplomacia?! Como escritora es inimitable, y sin duda en nuestra época, con menos cortapisas, legaría también una obra maravillosa.

-¿Cómo se relacionó Santa Teresa de Jesús con la Iglesia de su época?
Su espiritualidad es más íntima de lo que la Iglesia de la época recomendaba. Más allá de las normas y los ritos, ella privilegiaba la oración verdadera como la vía real para llegar a Dios. Consideraba que sólo a través de la oración se puede abrir el castillo interior de nuestra alma, y sólo ahondando en ella, llegando a niveles cada vez más profundos, logramos ir atravesando una a una las distintas moradas del castillo hasta llegar a la última, donde nos aguarda el Esposo y acontece la unión divina. Santa Teresa fue muy crítica con la Iglesia de su época, con la hipocresía y la corrupción que percibía en ella, con su degradación moral. Y su visión de la espiritualidad fue percibida por la jerarquía eclesiástica como un peligro, su oración interior se aproximaba peligrosamente al protestantismo y a la secta mística de los alumbrados.

-¿Por qué elegiste escribir sobre Santa Teresa? ¿Qué te llamó la atención de este personaje histórico?
Teresa de Jesús es una gran escritora. Su obra es extensa y muy bella, sus poemas son desgarradores, conmovedores, atemporales, como lo es toda gran literatura, es una de las cimas universales de la literatura mística. Como escritora, siempre la he admirado, y lo primero que me atrajo de ella fue la belleza de su pluma. Pero profundizando más en el personaje, descubrí a una mujer fascinante, que no era como yo esperaba, no era lo que nos enseñan en los manuales del colegio ni en los libros de historia.
Lo que más admiro en ella es la voluntad: una voluntad infinita, capaz de mover montañas, y de hacerlo a pesar de estar enferma. El hecho de que su salud fuera siempre tan precaria me resulta particularmente admirable y conmovedor.
                               
-¿Has descubierto algo nuevo de ella?
Parece que sus contemporáneos veían en ella muchos defectos, y de esos hablo con particular cariño en la novela: tenía un puntito de vanidad, de honra, de desear ser apreciada, de gustar. Fue coqueta, y disfrutaba gustando, maquillándose, perfumándose… Ella misma, en su autobiografía, se arrepiente de ello con gran severidad. Tenía lo que hoy llamaríamos “un gran ego”, era orgullosa, testaruda. Le reprochaban ser excesivamente libre, no comportarse con la sumisión que se esperaba entonces de una mujer, actuar como si fuera varón. Y, según sus contemporáneos, reía y cantaba demasiado, y esa alegría les resultaba sospechosa. A mí todos esos rasgos me la hacen más cercana y entrañable, no los considero defectos.

¿A quien va dirigido el libro, a quién lo recomiendas?
Es para todos. Al ser Teresa el gran personaje histórico que fue, y al ser tan polifacética, sabe seducir también hoy en día a todos los que se acercan a ella, hombres o mujeres, de cualquier edad, y sean cuales sean sus creencias religiosas. Además, la edición de La esfera de los libros está muy cuidada estéticamente.






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