Conferencia 30 junio, 2017 –
19:00 h Edificio Nouvel,
Auditorio
L.M.A.
22/06/17.-
MADRID .- En diciembre de 2016, la contaminación en las grandes ciudades chinas
se volvió tan espesa que miles de ciudadanos huyeron al campo, tratando de
llegar a un lugar donde aún se podía ver el cielo azul. Este “airepocalipsis”
afectó a quinientos millones de personas. Para aquellos que se quedaron,
moverse comenzó a parecer la vida en una película posapocalíptica: la gente
caminando con grandes máscaras de gas entre una bruma donde los árboles eran
incluso invisibles de cerca.
Quizás lo
más sorprendente de este “aireapocalipsis” sea su rápida normalización: después
de que las autoridades ya no pudieran negar el problema, trataron de establecer
un nuevo procedimiento que permitiera a las personas continuar su vida
cotidiana siguiendo nuevas rutinas, como si el aire catastrófico fuera solo un
hecho nuevo de la vida. Lo importante es no entrar en pánico y mantener la
apariencia de que, a pesar de todos los problemas, la vida continúa.
Para
establecer este nuevo modo de relacionarse con nuestros alrededores, es
necesario un cambio político-económico radical, lo que Peter Sloterdijk llama
“la domesticación de la cultura animal salvaje”. Hasta ahora, cada cultura
educaba a sus propios miembros y garantizaba la paz cívica en la forma del
poder estatal. Pero la relación entre diferentes culturas y Estados estaba
permanentemente bajo la sombra de una posible guerra, con cada fase de paz
semejante al armisticio temporal.
La ética de
un Estado, como Hegel escribiera, culmina en el más alto acto de heroísmo, la
disposición a sacrificar la vida de uno mismo por su Estado-nación, lo que
significa que las salvajes relaciones entre los Estados sirven como fundamento
de la vida ética dentro del Estado.
¿No sería
la actual Corea del Norte con su despiadada búsqueda de armas nucleares y
misiles para atacar objetivos lejanos el ejemplo preclaro de esta lógica de la
soberanía incondicional al Estado-nación? Sin embargo, en el momento en que
aceptamos plenamente el hecho de que vivimos en la nave espacial Tierra, la
tarea que se impone con urgencia es la de civilizar a las civilizaciones
mismas, de aplicar la solidaridad universal y la cooperación entre todas las
comunidades humanas, una tarea cada vez más complicada ante el aumento del
sectarismo religioso, de la violencia “heroica” étnica y de la disposición a
sacrificarse a sí mismo (y al mundo) para la causa específica de uno.
La
superación del expansionismo capitalista, la amplia cooperación internacional y
la solidaridad que deberían ser capaces de transformarse en un poder ejecutivo
dispuesto a violar la soberanía del Estado, etc., ¿no son todas ellas medidas
destinadas a proteger nuestros comunes culturales y naturales? Si no apuntan
hacia el comunismo, si no implican un horizonte comunista, entonces el término
“comunismo” no tiene significado alguno.
Organiza: Museo Reina
Sofía En colaboración con: Embajada de la República de Eslovenia
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