Julia Sáez-Angulo
Troyanas
del clásico griego Eurípides, versión
Alberto Cornejo, es la obra dirigida por
Carme Portaceli en el Teatro Español en Madrid, después de haberse interpretado
en otras ciudades españolas. El dramaturgo más filósofo de los griegos,
actualizado hasta hacerle parangón de nuestros días con el tema del imperio que
se impone y los refugiados de guerra tras la batalla.
El cuarto jinete del Apocalipsis, la
guerra, se pone de manifiesto en las consecuencias sufridas por los troyanos –vae victis!- tras el triunfo de los
griegos sobre la ciudad de Troya, después de diez años de asedio.
Un engaño, una estratagema de Ulises
con el caballo de madera, consigue al fin entrar en la ciudad y vencer en la
noche cuando el sueño y el alcohol hacen presa de sus habitantes. Las mujeres
son la segunda parte de la victoria, su reparto como esclavas del botín para
los grandes vencedores de la matanza.
Canta,
oh musa, la cólera de Aquiles, éste es el primer verso de Homero a la hora
de narrar la Ilíada, epopeya en la que por fuerza Troya iría siempre unida a
Grecia su vencedora cruel o, quizás no tanto, si lo interpretamos a la luz del
contexto histórico.
La obra de teatro acoge los
personajes de Hécuba, Casandra, Andrómaca, Polixena, Helena, Briseida y
Taltibio para articular un diálogo dramático entre la victoria y la derrota, la
razón y la sinrazón, la muerte y la vida, la crueldad y la compasión, la piedad
y las órdenes implacables, la mujer y el varón… El ser humano con la
sensibilidad de ayer y de hoy entremezcladas.
El carácter discursivo con que se
arranca la obra, en la voz de Taltibio resulta antipático, innecesario,
justificativo… Suena a moralina previa de la obra. El espectador, como el
lector, gusta del texto directo, de la palabra hecha argumento y réplica, sin
mediación interpretativa alguna.
Obra fuerte que huele a Eurípides
sin serlo del todo, pese a que la metáfora clásica siempre sirve para el presente.
Clásico quiere decir permanente. Troyanas
es una producción para el
Festival de Mérida y allí resonaría en toda su grandeza. En el Teatro Español
queda más familiar y cercana.
Poco ha cambiado el hombre desde la
guerra de Troya, ciudad prolongada en espíritu por Eneas en su periplo
posterior. Algunas observaciones de esta puesta en escena que, al menos, chocan
al espectador que esto escribe: Hécuba –magnifica interpretación de Aitana
Sánchez-Gijón- resulta demasiado joven en su caracterización. El maquillaje
dramático podría paliar esta sensación. La nuera Andrómaca parece mayor que
Hécuba.
La fisonomía que caracteriza hace
mucho más de lo que se cree, por muy teatro de la palabra ante el que nos
encontramos. A Briseida y Andrómaca no las imaginamos de la manera presentada,
sino más nínfulas, como lo son Elena o Polixena, esta última magistralmente
presentada, por medio de Alba Flores, como un espectro estilizado y blanco que
se pasea por el espacio entre los personajes, después de haber muerto ante la
tumba de Ulises. Una presencia sublime.
Taltibio vestido con un traje gris
de nuestros días resulta cotidiano y más patético que su personaje, ya de por
sí retórico y lamentoso.
Alba Flores, en Polixena
Por lo demás Troyanas es una obra que nadie debe perderse en estos tiempos en
que se hurtan los clásicos greco-latinos en el bachillerato.
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