HEMOS PERDIDO A
UN DISTINGUIDO EMBAJADOR DE LA AMISTAD
Víctor Morales Lezcano
07.12.17 .- Madrid .- Hace unos días falleció Ramón Villanueva Echeverría,
embajador de España. La noticia de su desaparición ha venido a suscitarme una
dilatada secuencia de recuerdos, todos relacionados con una persona distinguida
por su talante, vasta cultura bien administrada y sentido del humor un tanto
disolvente.
Conocí a Ramón
Villanueva en septiembre de 1986, con motivo de la celebración en Ankara del
congreso anual de la Asociación Turca de Historiadores. Villanueva era
embajador en Turquía desde hacía meses y aquella era mi primera visita a la
capital de la República. A partir de entonces pude entrar en contacto con los
círculos historiográficos e hispanistas de Estambul y Ankara, iniciándose de
esta manera una estimulante confluencia entre aquellos círculos y yo mismo. Se impone decir, antes que nada, que el
embajador Villanueva estuvo siempre disponible, durante mis múltiples estancias
en Turquía para cambiar impresiones con personalidades locales, dictar
conferencias o recibirlas, girando siempre sobre los dos países que abren y
cierran el Mediterráneo: España ─con una marcada inclinación geográfica e
histórica hacia el Atlántico─ y Turquía ─país situado en la pasarela que
conduce desde los Balcanes y Oriente Medio hasta la legendaria ruta de la seda─.
Como les ocurrió también a otros amigos suyos pertenecientes
a la familia académica hispano-turca, mi relación con el embajador Ramón
Villanueva fue intensa, dentro, siempre, del marco apropiado. Estoy pensando,
concretamente, en dos profesoras muy ligadas al puente universitario que se fortaleció entonces entre ambas
penínsulas y al que Villanueva tanto contribuyó durante sus años de misión
diplomática en Ankara. Me refiero a Carmen Uriarte Martínez, hoy consulesa de
Turquía en Bilbao, y Gül Isik Alkaç, profesora de lengua y literatura turcas en
la Universidad Complutense de Madrid.
Ha debido de haber otros
casos de empatía y colaboración académica y amigable con el embajador que, en
este momento, no me vienen a la memoria, pero entre nosotros y el entonces
cónsul de España en Estambul, Juan Lugo Roig (+), se fue configurando lo que se
ha llamado la “cofradía hispano-turca”, devota y promotora del entendimiento
entre los dos países, aquí en juego. En la inteligencia de que Villanueva fue
siempre el catalizador del ánimo que nos movió a varios de nosotros, mientras
anduvimos haciendo una ruta
hispano-turca, no siempre fácil pero sí motivadora y necesaria.
Cuando al final de su
embajada se despidió a Ramón Villanueva en la suntuosa residencia de España en
Büyükdere, ambos quedamos como buenos amigos. Luego, en Túnez y, más tarde, en Madrid, hubo
encuentros ocasionales en ceremonias culturales, o en reuniones más íntimas en
casa de Ramón y su esposa Vivi. Los “cofrades” continuamos cultivando con él el
espíritu de la conversación jugosa y ese afecto profundo que va cristalizando
con el paso del tiempo.
Acabamos de perder a un
amigo del alma y también creo que se ha perdido un pilar en el puente de unión
entre España y Turquía.
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