viernes, 24 de agosto de 2018

RETRATOS: Aracely Alarcón, guapa andaluza y pintora acendrada en su trayectoria entre la figura y la abstracción


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 pintura de Aracely Alarcón


Aracely Alarcón



Julia Sáez-Angulo


            25/08/18 .- MADRID .- Se sabe que todo buen retrato es una biografía, si bien los míos son sólo instantáneas apresuradas, impresionistas o, como dirían los fotógrafos de la prensa del corazón, “retratos robados” y a vuela pluma.  El de esta pintora granadina, de sedimentada belleza y maestría pictórica, no va a ser menos. Especular sobre las apariencias es la única  posibilidad de aproximarnos a la realidad, dice José García Templado en su libro Ni es cielo ni es azul, un título hermoso.

            Aracely Alarcón Morales (Albolote, Granada, 1949) nació en un pueblo a dos km. de Granada y recuerda muy bien las historias familiares, sobre todo la de la Casa de los Siete Balcones de sus abuelos, con su madre y sus tías –siete en total-, protegidas en tiempos bélicos ante el cercano frente de varones , soldados ansiosos, durante la guerra civil del 36. Su bisabuela Cayanda era una institución; de la otra abuela, Aracely heredó su nombre. Su abuelo le decía: “Tú no eres bonica, sino graciosa”. A su madre, Aracely la califica de “señorita culta y de interior”, porque no tomaba el sol para no estropear su cutis y les contaba y cantaba romances de moros y cristianos: Carmela se paseaba/por unos montes arriba/se la encontraron los moros/y se la llevan cautiva (…). Aracely siempre soñó con llamarse Carmela, como la del romance. Su padre, que contaba con manijero y gañanes, era agricultor, cultivaba tabaco, de los primeros que lo introdujo en la zona; contaban con grandes secaderos. En 1955 Albolote sufrió un fuerte terremoto y la niña Aracely lo vivió alborotada en casa de una amiga. La familia se desplazó a otro cortijo con empedrado y pasado romano ¡Una pasada! A Aracely la llevaron a estudiar al cercano internado de las Carmelitas Vedrunas en un palacio de los que ornan la ciudad jienense de Úbeda.

            Aracely dibujaba y pintaba muy bien, pero conocer la pintura del gran Pedro Bueno (1910 -1993) fue una revelación, una epifanía. Compartir con él tiempo, palabras, consejos y mirada a la pintura en Villa del Río (Córdoba) fue el mejor aprendizaje que pudo tener. Pedro Bueno era un solterón rarito, de carácter atrabiliario, pero con un corazón tierno y sobre todo, con una paleta prodigiosa. Con Aracely fue generoso a su modo, porque ella es una mujer dulce y prudente, que dibujaba muy bien, además de guapa, aunque su abuelo la viera más “graciosa que bonica”.

            “Si no hablas, si sólo miras, puedes venir al taller cuando quieras”, le dijo Pedro Bueno a Aracely, cuando ella contaba 18 años y sabía de sus dotes para el dibujo. La autora no desperdició la ocasión y allí, arrobada, iba a ver dibujar y pintar al cordobés, un artista de genio y talento. Le vio pintar gitanillas y bodegones de brevas, limones, y/o melocotones que recogía de su jardín. Nunca le enseñó nada con palabras, pero el silencio y la mirada atenta sirvieron a la pintora para arrancar secretos y destrezas del maestro. Pedro Bueno sabía que dejar mirar como pinta un artista era la mejor manera de enseñarla. El maestro no guardaba ningún secreto para sí, como hacen otros autores.

            En los 80 Aracely se instaló en Boadilla del Monte (Madrid) y en los talleres del Centro Cultural del Ayuntamiento boadillense recibió una valiosa educación artística interdisciplinar a base de dibujar academias de bustos y estatuas clásicas; cerámica, esmaltes, grabado, linóleo... Allí entró en contacto con nombres consagrados de la pintura como Jaime de Jaraiz, que le animaba a exponer su pintura. Paco Molina Montero también fue su maestro y estímulo.

            La llegada de Aracely Alarcón a Madrid fue triunfal. El periodista Antonio Morales, su primo, dirigía la revista Correo del Arte y la presentó en sus páginas. La pintura de la artista granadina se reconoció muy pronto y un galerista sagaz como Sam Benadi la acogió y promocionó por lo alto en su espacio galerístico de Madrid y Marbella. Y de aquí a Londres y Miami, ciudades en las que expuso con frecuencia Aracely. Lo vendía todo, porque su pintura de figuración abocetada y de cromatismo refulgente gustaba a los coleccionistas. 

     La pintora vivió largo tiempo en Marbella, pero nunca dejó Madrid, donde ha vuelto a instalarse. Siempre cerca de Mayte Spínola y el Grupo pro Arte y Cultura, PAC – desde que la mecenas le comprara un cuadro en el taller- su obra ha estado presente en eventos artísticos de exposiciones o actos solidarios de las distintas causas que el Grupo PAC apoya. Aracely recuerda que Mayte le dijo cuando la conoció: “Si no tocas más ese cuadro, te lo compro”. Se lo vendió.

            Como paisajista urbana Aracely es única. Sus vedutte de Granada, Córdoba Sevilla, Toledo, Madrid o El Escorial son tan atractivas, que se ha visto en la obligación de hacer numerosas variantes o versiones para contentar a los coleccionistas. Sus Alhambras son únicas Sus marinas son también notables.

            Hoy Aracely Alarcón investiga el mundo de la abstracción en su pintura, camino al que parecía abocada desde su propia figuración, siempre abocetada, suelta y deshecha. También investiga los efectos fragmentados de su pintura en el metacrilato. Es una mujer tan positiva, que siempre resulta grata su compañía.

Más información

www.aracelyalarcon.com



 Aracely Alarcón

Aracely Alarcón y Julia Sáez-Angulo



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