Adelina Covián
Carmen Valero
6/12/18 .- MADRID .- Adelina Covián
expuso recientemente en el Ateneo de Madrid, a favor de Mensajeros de la Paz
del padre Ángel, y sigue pintando para una hipotética futura exposición, porque
lo suyo es pintar y pintar, al compas de la respiración del aire. Parte de una
ligera mancha en el lienzo, capaz de sugerirle dispersos paisajes o las
figuras más extrañas de la Comedia del Arte.
La pintora me recibe impecable y
rubia, sentada en un sillón Luis XVI; un cuadro al
pastel del pintor gijonés Dionisio Muñoz de la Espada (1870-1954) al fondo en
el palacio de Valdesoto hay más cuadros de ese autor-, junto a otros cuadros de
Jaime Sánchez, Cuchi de Osma y los propios de la autora, entre ellos, uno de
sus abuelos, filipino él, que casó con su abuela, una asturiana de 15 años, por
eso –explica- que ella ha heredado los ojos algo rasgados del filipino.
Si preguntarle nada, Adelina Covián Camino (Oviedo,
1940) se remonta a contarme que tuvo una
infancia difícil y complicada en el palacio asturiano de Valdesoto –no lejos de
Cangas de Onís-, porque tuvo varios hermanos hemofílicos y dos de ellos
murieron en la guerra civil de 1936, uno de los cuales está enterrado en el
cementerio de Paracuellos del Jarama, donde reposan cinco mil víctimas asesinadas
sin más durante la guerra civil, y sin que nadie se ocupe de ellas en ese
camposanto cercano a Madrid, se lamenta la pintora. Añade que su abuelo fue el
fiscal de los sucesos de la Semana Trágica de Barcelona en 1909, que su padre
gobernador… Y que su familia es de juristas.
Adelina Covián tiene un apartamento
en Oviedo, porque no quiere perder su pie a tierra en la capital asturiana, si
bien su vida transcurre en Madrid, ciudad donde fue muy bien acogida como
pintora en los 70, por galeristas como Milu de Xeito o Juan Kreisler y su
esposa en su espacio galerístico. Aunque su verdadero apoyo, confiesa, fue
Juan, su primer marido, que la animaba a pintar en todo momento. Cherchez l ´homme. Después vino lo de
exponer en París en la galería Vendome, situada en la célebre plaza Vendome, a
la que siguió a galería Art 3, junto
a la torre Eiffel, cuyos dueños le invitaron a participar como socia y así lo
hizo durante largo tiempo.
Adelina muestra entusiasta sus
cuadros, uno tras otro, satisfecha de lo que hace y pinta. Las cuatro
estaciones transcurren por sus paisajes, con verdes asturianos de primavera,
amarillos de verano, ocres y rojos encendidos de otoño, hasta llegar a sus
repetidas nevadas que dejan constancia del duro invierno. “Yo he visto nevar
bien en Asturias, aunque mis paisajes son sobre todo de imaginación y fantasía,
aunque seguro que recuerdan lo que he visto”, explica la pintora.
Junto a los paisajes, las pequeñas
figuras dan con frecuencia la clave de la escala, pero también representa a
figuras en primer plano, sobre todo de la Comedia del Arte italiana. Arlequín y
Colombina se turnan y alternan en sus cuadros, al igual que algunos personajes
de circo o carnaval, que miran con sus ojos de melancolía.
Adelina Covián me aclara que no es
pariente de los Cobián de los grandes almacenes, sino Covián con uve, del
profesor Francisco Grande Covián (1909 -1995), el gran apóstol de la dieta
mediterránea para lograr mejor salud en la vida. La pintora asturiana enseguida
vuelve a hablar de pintura, porque es lo suyo y está bañada de cuadros en su
casa-estudio de Madrid, además del que comparte-en habitáculo separado- junto
al estudio de su admirado Jaime Sánchez, que ahora anda pintando,
asombrosamente, conejos que copulan como mandriles.
Retrato libre de Julia Sáez-Angulo, por Adelina Covián
No hay comentarios:
Publicar un comentario