Carmen
Valero Espinosa
5/8/19
.- San Lorenzo de El Escorial .- El alma se recrea en la palabra es el título
del libro de Isabel Díez Serrano, presentado en la Casa de Cultura de San Lorenzo de El Escorial, por
José Antonio Vara, ex concejal de Cultura y Julia Sáez-Angulo, periodista.
Después de las palabras introductorias sobre la autora por el señor Vara, Julia
Sáez-Angulo hizo el comentario sobre el libro:
“Isabel Díez Serrano es autora del libro
El alma se recrea en la palabra,
poemario en prosa y verso, que viene a ser una vuelta de tuerca a su
pensamiento y escritura, en la que se dan la mano la palabra lírica, la Palabra
con mayúsculas que conlleva trascendencia y, además, la Naturaleza, la Creación y el Universo. En suma, los tres
grandes temas de la Poesía: el amor, la vida y la muerte, con todas sus
derivaciones.
Ganadora
del prestigioso premio Vasconcelos 2015,
Isabel Díez Serrano (Sevilla, 1940), tiene una trayectoria literaria acendrada,
con más de 40 libros en su haber, en su mayoría poéticos. Ha recibido 30
galardones y su creatividad sigue imparable, porque está indisolublemente unida
a la palabra poética, que es la
única que alimenta de verdad la literatura.
Desde
que se trasladó de Madrid a El Escorial su
actividad literaria dio un ligero quiebro y, lejos de enrocarse en la
tranquilidad de su casa al pie del monte Abantos, aquí sigue leyendo,
escribiendo y reuniéndose con colegas, dentro del tiempo que le permiten sus
ocupaciones familiares, ahora muy absorbentes.
El alma se recrea en la palabra, hermoso
título y libro publicado por la editorial Endymión,
un nombre que trae a la memoria al personaje mitológico griego, un bello pastor
enamorado de Selene, la luna, y correspondido cuando ella se enteró y bajaba en
las noches a besarlo y amarlo. Endimyón amado por Selene, la Luna.
Pues
bien, el libro de Isabel Díez Serrano se abre con la admiración o fascinación por la palabra, como los
pintores tienen asombro y admiración por los distintos colores de la paleta. La
palabra es la materia prima con la
que la que los escritores, la escritora trabaja y se maravilla ante su
variedad, su concepto, su significado, sus matices, porque conviene recordar
que no existe un sinónimo exacto en significado de una palabra a otra, como no
hay similitud entre el amarillo cadmio o el amarillo oro.
El alma se recrea en la palabra lleva un
buen prólogo del escritor y poeta cubano
Adalberto Hechevarría Alonso. Lo mejor hubiera silo leerlo como
presentación del libro, pero Isabel me ha encomendado a mí esta tarea y no
quisiera defraudarla.
El libro
se abre con estos tres versos: Palabra, música interior/ que surca mares,
montañas/ y acantilados de los sueños. Seguidamente llega una prosa poética
sobre la Palabra, pero en este caso
la escribe con mayúsculas, y dice así: Palabra,
dame tu Palabra, yo pondré la música, mi música interior. El libro en
realidad tiene una estructura de alternancia de un poema de tres versos,
seguido de una prosa poética relacionada,
un haiku, poemas breve de
cinco, siete y cinco sílabas, seguidos de breves fragmentos líricos de
escritura. Hakus en su mayoría metáforas de la Naturaleza.
Lírica metafísica
Se abre el cielo/ para avisar al mundo/ de
tu venida, escribe la autora en otro poema. Aquí empezamos a descubrir un
tú, que se va revelando como trascendente
a lo largo de las páginas. Un tú, que dispone a la poeta en una actitud
orante, ascética, casi mística. Metafísica en definitiva. La luna y el sol dormitan juntos, pero su luz es larga, concluye en
la prosa poética subsiguiente.
Hablo Señor/ y te pido clemencia/ bajo la
sombra, avanza otro poema en el que el tú, al que la poeta se dirige, se
escribe con mayúscula como la Palabra, porque Él es la Palabra, el Verbo, como señala el Génesis, primer libro de la Biblia. Como todos somos hijos de la
civilización greco-romana y judeo-cristiana al mismo tiempo, Isabel también
hace menciones a los clásicos cuando
nos habla de “las voces del Olimpo” en su comentario en prosa o más adelante en
su poema A Leda, la de los ojos largos/ tez morena y el alma
llameada,/ de grácil figura y manos de cincel.
Seguimos
con otro poema: Es el jardín/ paraíso
imantado/ donde te encubres... La poeta recurre a la evocación del jardín, del paraíso, lugar plácido donde los amantes
se recrean y enamoran. Metáfora por
excelencia de lugar para el amor y la felicidad. El jardín, como Edén; el
paraíso, como quimera perdida del bienestar. Jardín del Edén o Arcadia feliz: el primero en sentido cristiano y
el segundo como concepción mitológica. Utopía
en a Edad de Oro. El no lugar de la
perfección en la estadía.
Cicerón decía que para él, el paraíso
era un casa con rica biblioteca y frondoso jardín. No andaba descaminado.
Isabel tiene esas dos cosas en su casa: biblioteca y jardín.
Eres palabra/ y traes la promesa/ de Vida
eterna. Isabel vuelve al credo, a la trascendencia,
desde que fue tocada con el don de la fe
desde muy joven, la llama de amor viva,
que diría san Juan de la Cruz, y según ella también confiesa. La fe como virtud
teologal, que solo Dios puede otorgar a un espíritu atento y dispuesto. El
periodista y escritor francés André Frossard,
escribió que él envidiaba la fe de los creyentes, porque él tenía la evidencia,
tras una gracia tumbativa que tuvo al modo de san Pablo camino de Damasco...
Bajo el jazmín/ olorosos almizcles/ nos
emocionan. Bello haiku. La poeta o
poetisa –según el gusto de cada mujer- vuelve a la Naturaleza como metáfora y
trae a la memoria la bella encíclica del papa Francisco titulada Laudato si en la que aboga por la
conservación de la Casa Común, que
no es otra sino la conservación de la Naturaleza, la Creación, el Universo,
algo que yo les mencionaba al principio, porque ese asombro y admiración por la
Naturaleza se da en la poesía de Isabel Díez Serrano. Francisco dice en Laudato sí, cuya traducción del latín
sería “Alabado sea el Creador”, que el hombre debe amar a Dios, al prójimo y a
la Naturaleza, como casa común de todos los mortales, que hemos de cuidar y
respetar (y permítanme un paréntesis para recordar que el reciclaje forma parte del cuidado de esa Casa Común, ahora que
estamos en un espacio del Ayuntamiento de San Lorenzo).
Relación con
poetas hispanos
Isabel
ha estado cerca de los poetas interioristas, que tienen su máximo cultivo en
América Latina y cuyo presidente es el poeta dominicano Bruno Rosario Candelier, quien ha catalogado a Isabel en un estudio
de parte de su poesía como poeta
interiorista y metafísica, aparte de lo cósmico y trascendente que ya le
viene dado por el Frente de Afirmación
Hispanista en México y cuyo máximo representante es Fredo Arias de la Canal, Presidente del Frente de Afirmación
Hispanista, en México, ambas ramas del saber literario y más puntual,
poético, se conocen y continúan su
amistad a pesar de sus pequeñas divergencias que no ha lugar explicar en estos
momentos por la complejidad del asunto. En Oriflama,
la revista de Isabel, se dan cita estos escritores con sus colaboraciones
literarias.
En los
poemas del libro El alma se recrea en la
palabra, verso o prosa poética, la autora convoca a los poetas a participar en su jardín, en su paraíso, en
su verdad: a Becquer, Safo, Bukowski, Whitman, Nicanor Parra, También
se detiene literariamente en nuestro arquetipo literario por excelencia cuando
escribe: A, Quijote, señor/ ¿estar hoy
con vosotros/ no es un gran milagro? Y continua diciendo en prosa: Ah Quijote, señor de la besana, con
cristales de estrellas en los ojos fruncidos de soñar, bajo los árboles
antiguos y enraizados, en celo, con la tierra que les diera vida.
En suma, Isabel
Díez Serrano nos ofrece un poemario rico
e intenso, rico en fuentes e intensidades
sacras y profanas, venidas de las
dos culturas mencionadas que son el humus en el que se hunden sus raíces, que
se unen, porque todo salió de la mano del Creador y el Génesis señala: “Y vio
Dios que era bueno”. La poeta también
aparece en momentos solidarios
cuando nos habla de las razones del
hambre/ los campos de batalla/ los niños destrozados...
Casi
al final del libro, el verso se hace Navidad y canta: Tomillo y laurel./ Ha nacido el Niño, el Niño Manuel, un poema con
sabor a villancico y que parece repiquetear en la música popular de los niños
cantores callejeros y que resuena en el corazón de quien la escucha. Se presta
también al regatón de la música joven de nuestros días.
Cuando una puerta se cierra,/ otra se abre/
y la luna no deja de besarnos, afirma Isabel en versos rotundos y
esperanzadores, que hablan del beso de la luna, como en la fábula de Endymión,
que les he recordado al principio.
Y voy a
terminar con un poema de la escritora que nos ocupa, que es un solo verso: Más otra vez es azul el cielo que me asiste.
Siempre hay una mirada y un sentir de esperanza en la obra poética de esta
autora literaria que no pudo venir a mejor paraje que El Escorial, lugar y paisaje
elegido para el silencio y la contemplación. Alma que vuelas/ a do el paraíso/
que me consuela. Un lamento
de amor muy hermoso de Isabel en la
mejor estela del Cántico Espiritual de
San Juan de la Cruz.
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Isabel Pérez Serrano
Julia e Isabel
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