Julia Sáez-Angulo
4/9/19 .- Madrid .- Pertenece a la
insigne saga de la diáspora venezolana en España, llena de empresarios,
emprendedores, artistas y restauradores gastronómicos entre otros relevantes.
Algo así como la diáspora española en México, después de la guerra civil de
1936. Mario Villarroel es un emprendedor nato y un artista vocacional. Sus
esculturas con instrumentos musicales, casi un centenar hasta la fecha, han
tenido una excelente acogida y reconocimiento en el mercado artístico
internacional, por lo que está muy satisfecho. Reconoce su filiación artística
del francés Armand y ha expuesto varias veces en Miami, entre ellas en
Art-Bassel América, y ahora, en el próximo mes de octubre va a hacerlo en Art Shanghai. Ha recibido el Diploma de Excelencia del Grupo pro Arte y Cultura, GpAyC, fundado por Mayte
Spínola, grupo con el que colabora habitualmente.
Es un emprendedor nato y la fortuna
parece sonreírle en todos sus proyectos. Le viene del buen pedigrí de su padre.
Mario Villarroel Sierraalta
(Caracas, Venezuela, 1970), casado con la bella caraqueña Michelle Ginter de Villarroel, tiene tres
hijos que dejaron ya la adolescencia, a los que sigue muy de cerca sus estudios. Mario se siente orgulloso de su
padre, Mario Villarroel Lander, un hombre de origen sencillo que fue capaz de
crear un emporio económico en Venezuela que le honra, y cuenta con un despacho
de abogados formidable. Su progenitor le regaló en su día un hermoso coche para
ir a la Universidad y a punta de pistola
se lo robaron en una hamburguesería caraqueña. Su padre no estuvo dispuesto a
comprarle otro, pero sí a darle trabajo en su empresa, con un cinco por ciento
de comisión. Mario trabajó duro y no tardó en comprarse otro coche casi tan
bueno como el que le había regalado su papá. Son cuatro hermanos.
Estudió Derecho en Caracas y se
especializó en la rama de Penal, en la que Mario trabajó muchos años, porque era
un campo que dominaba y le gustaba. Sigue ejerciendo el Derecho en Madrid, pero
de manera indirecta. El mundo jurídico no fue óbice para, en 1997, crear una
empresa de éxito como Machina Custom
Cycles, que combinaba a la perfección arte y negocio, de ella salían motos singulares, artesanales,
artísticas y customizadas, que se disputaban los personajes célebres del mundo
de las motos. De la empresa abrió sucursales en Orlando (Florida) y en Madrid.
La pintura, la escultura, el arte en
definitiva, son su vocación profunda, porque al igual que en la customización,
lo que Mario Villarroel pretende es la manipulación del color para lograr efectos estéticos deseados. Ha pintado sobre lienzo, tabla y papel, pero ha
definido sobre todo su dedicación artística en la escultura pintada de instrumentos
musicales variados y singulares que busca y logra en diversas fuentes. Saxos,
clarinetes, violas, violines, laúdes... pasan por sus manos y los manipula e ilustra con su creatividad personal. Algunos coleccionistas le son muy fieles
en este campo.
En 2018 Mario Villarroel expuso en el Instituto Cervantes de Nueva York, junto al escultor Enrique Ochoa. Y
este mismo año llevó acabo una importante exposición individual en el madrileño
Barrio de las Letras. El artista venezolano ha “customizado” algunas de la
Venus que Smylife exhibe en el Museo Thyssen-Bornemisza, a favor de Mensajeros
de la Paz del Padre Ángel.
No descarta volver a Venezuela algún
día, pero de momento él, su esposa Michelle y sus tres hijos, se encuentran muy
a gusto en España, donde Mario compagina sin dificultada alguna la empresa, el
Derecho y el arte.
Más información
@mvillasierra
Michelle de Villarroel ante la obra de su esposo
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