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Julia Sáez-Angulo
Fotos: Juan Aguirre
21/12/19
.- Madrid .- Adriana Zapisek y Mario Saslovsky, argentinos, residentes en
Madrid al 50 por ciento, celebraron sus Bodas de Oro en la capital de España
con una fiesta por todo lo alto en su casa del barrio de Salamanca. Al mismo
tiempo, Mario cumplía 75 años, muy bien llevados, y todo se tradujo conjuntamente
en grandes fastos con amigos argentinos y españoles que les cantaron una ronda
de canciones de uno y otro lado del charco.
El evento terminó con dos tartas
espectaculares, una con la forma de “50 Años”, y la otra, cuadrada, con un
cuadro de la pintora Zapisek, dibujado en cremas por la confitería Mallorca que
sirvió el catering.
El cúlmen fue cuando Jano, el nieto
de los renovados contrayentes, acercó a los abuelos los estuches con los nuevos
anillos de oro y piedras preciosas que se intercambiaron. Los aplausos
sucesivos no cesaban.
La fiesta estaba entonada en blanco
y negro, como si las invitadas se hubieran puesto de acuerdo con la
homenajeada, en una coreografía armónica. Sólo la pintura colorista y rítmica
de Zapisek y las muchas flores ornamentales parecían romper la alternancia del
blanco y negro. La anfitriona cambió en esta ocasión su diseñadora habitual,
Carolina Herrera, por Adolfo Domínguez, con un precioso vestido blanco, con sobrefalda
negra anudada con un lazo. Una apertura lateral le daba un toque sexi.
La profesora Lola Gallardo, que esta
vez no perdió el abrigo, lucía un bonito vestido de tul negro bordado, y Carmen
Valero ponía un clarinetazo de jazz con una chaqueta roja de buen corte sin cuello
sobre su traje negro. El color negro, elegante siempre, la petite robe noir no debe faltar en un armario que se precie, lucía
en los trajes de Susana Aguirre –su marido Luis Magán besa la mano de la damas
como nadie-; de los pantalones casi de arlequín de Carmen Lastra, exultante por su reciente premio a su pintura, o de Verónica Saslovsky, hija de Mario y Adriana, que ha viajado
con su esposo Gustavo y su hijo Jano, para no perderse las bodas de oro de sus
padres.
Aunque el Derecho Romano insistía en
que el pater semper incertus, hay
casos que no se necesita la prueba del ADN.
-Verónica, guapa, eres igual que tu papá Mario Saslovsky, pero con falditas.
-Lo sé. Cuando mi papá llevaba
bigote, en Argentina me decían: eres igual que Mario, pero sin bigote.
Adriana, tercia y dice que Verónica es
igual que su mamá, la abuela materna, la nonna italiana,
hasta el punto de que cuando la señora vivía, muchos creían que Mario era hijo
de su suegra, porque Adriana era una “polaca “ rubia como su papá.
Adriana y Mario recordaron a su hijo
Pablo, esposa Leila, y su cuatro nietos ausentes en Argentina, pero pronto los
van a ver cuando viajen en enero a Buenos Aires.
El servicio de los camareros era
impecable. Una muchacha joven, bonita y con estilo servía solícita las bandejas con delicatessen. ¿Es usted estudiante?,
le pregunté. Sí, estudio Veterinaria, me
contestó. Pues usted llegará a premio
Nobel, le repliqué. Me miró un tanto perpleja y rematé: Soy pitonisa.
El Dr. Juan Riñón tocaba la guitarra
y acompañaba a todos con maestría: tangos, rancheras, villancicos y boleros. Incluso la Amapola del publicista Ricardo
Pérez, ligeramente escorada, pero “sin la Amapola
de Ricardo no hay fiesta que se
precie”, según Adriana. En las bodas de oro, no faltó. Fátima Moreno, la esposa toledana
de Ricardo que sí canta muy bien boleros y rancheras, como lo puso de manifiesto en
la fiesta y lo hace también en su palacete de la calle Ayala 121, el que fuera
taller de Elio Berhanyer y antigua morada del célebre torero Domingo Ortega.
El baile tampoco faltó en la fiesta con el estilo campero argentino de María José Gorpegui y Carmen de Eugenio Argüelles, que fueron muy aplaudidas. Invitaron a Mario y Adriana a bailar un tango, pero reconocieron que no sabían hacerlo; ellos son sesenteros y se quedaron en los Beatles. Las nuevas generaciones argentinas si aprenden a bailar el tango.
El baile tampoco faltó en la fiesta con el estilo campero argentino de María José Gorpegui y Carmen de Eugenio Argüelles, que fueron muy aplaudidas. Invitaron a Mario y Adriana a bailar un tango, pero reconocieron que no sabían hacerlo; ellos son sesenteros y se quedaron en los Beatles. Las nuevas generaciones argentinas si aprenden a bailar el tango.
Juan Riñón también acompañó a la
guitarra en El tamborilero y otros villancicos que entonaron Carmen
Palomero, Ana Vivas y Rogelio Sánchez Molero, que llegaron a la fiesta después
de actuar en sus respectivos coros. La comunicadora de Radio Internacional,
María José Bro, tomaba nota de los artistas sobresalientes en el evento para
invitarlos a su programa sobre las artes, entre ellos Alfonso Sebastián, Guía
Boix, Linda de Sousa y Juan Jiménez, amen de los cantantes; la escultora Liane
Katsuky y su holandés esposo Roelof, Mercedes Ballesteros y Pablo Reviriego... Era muchos... casi medio centenar de
invitados.
No faltó un poema en honor de la pareja celebrada.
No faltó un poema en honor de la pareja celebrada.
Los regalos se amontonaban en la
suite nupcial, envueltos en bolsas y papeles brillantes de colores, entre ellos
una bella litografía de Julio Mendoza a la vista mostrada por su autor.
Fue una fiesta por todo lo alto, en
la que todos posamos en un photocall, tras un cuadro de la anfitriona, junto a Mario
y Adriana, ambos una estampa permanente de la felicidad y la fidelidad, porque
ambas palabras parecen tener la misma etimología porque empiezan por efe.
Mucho se podría escribir sobre esta
fiesta suntuosa de la bodas de oro de Adriana y Mario, porque una, como buena voyeur, miraba, observaba y escrutaba
mientras comía o tosía...
Se dice que entre dos personas que
se aman, siempre hay una que quiere más. Yo sostengo mi propia teoría al
respecto, en el caso de Adriana y Mario, pero no soltaré prenda, así me aspen,
ni por hablado ni por escrito. El lenguaje de los gestos es elocuente.
¡Larga vida a los contrayentes que
unieron sus destinos, allí en Buenos Aires, desde que ella tenía 13 años y él
pocos más! La bodas de platino están a la vuelta y los invitados no pensamos perdérnoslas...
si nos invitan
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