domingo, 7 de junio de 2020

Mi amiga Margarita de Pedroso y Sturdza, escritora y mecenas




Margarita y Juan Ramón Jiménez



Julia Sáez-Angulo

           07.06.2020.- Madrid.- Entrevisté a Margarita de Pedroso y Sturdza, condesa de san Esteban de Cañongo y condesa de Madan, en su recoleto apartamento de la calle Serrano en Madrid, que tenía un gran ventanal de esquina a la calle Juan Bravo para recibir la luz. Fue a finales de los años 70 y la entrevista se publicó en Los domingos de ABC. Me había hablado de ella la escritora Ernestina de Champourcín, diciéndome que había sido una de las niñas que alegraban la vida y la poesía de Juan Ramón Jiménez. Cuando llegaban a casa del poeta, Zenobia Camprubí decía: Juan Ramón, han llegado tus niñas. Ella sabía que su esposo necesita ninfas, que no nínfulas para nutrir su poesía.
            Entre esas niñas de Juan Ramón se encontraban las hermanas Margarita y Lolita Pedroso, más conocidas por las Cañongo, porque eran hijas del conde de san Estaban de Cañongo y la princesa rumana María de Sturdza. Eran unas adolescentes esbeltas y bellas, consideradas la crema casadera en el Madrid de los años 30. Aquellas damitas junto a otras como la escritora Ernestina de Champourcín o Consuelo y Marga Gil Roësset, escultora, eran cultas, modernas y tenían pretensiones artísticas. Lo hacían bien.
 Margarita Pedroso (Paris, 1911 – Madrid, 1989), además de estudiar pintura con Vázquez Díaz, escribió artículos, ensayos, poesía y cuentos muy aceptables. Me regaló un ejemplar de Rosas (Historias de infancia y amor) (1939) y un libro dedicado de sus relatos Cabeza a pájaros y la Infanta y otros cuentos (1945). Más de uno decía que Juan Ramón estaba enamorado platónicamente de Margarita y así fue como yo titulé la entrevista: “Margarita de Pedroso y Sturdza, el amor platónico de Juan Ramón”, entrevista sobre la que hizo un buen relato -citándome como debe ser- Juan Manuel de la Prada en su libro Desgarrados y excéntricos (2007), publicado en Seix Barral. Mi entrevista iba ilustrada con fotos recientes y antiguas en las que brillaba la belleza gentil de Margarita.
Margarita, culta, erudita y educada en ambientes aristocráticos de París -no residió en Madrid hasta la década del 1920-, hablaba en un tono quedo y ligeramente asustadizo de niña bien. Detrás de aquella voz se adivinaba una educación de institutriz y de buen colegio, donde la disciplina de lenguaje y de formas era férrea. No se imaginaba en ella una palabra, frase o ademán fuera del bon gout de su educación esmerada. Y no es que Margarita fuera fría o distante, de hecho, me brindó su amistad y, a partir de la entrevista, nos vimos periódicamente en mi casa, la de Ernestina o en Embassy. Ellas dos quedaban con más frecuencia. Creo que me estoy enamorando de nuevo de Juan Ramón, nos confesó un día a Ernestina y a mí, que nos miramos con complicidad por lo escuchado.

Claro que la musa, más que amor platónico, de Juan Ramón le costó un buen disgusto al poeta, por una supuesta cuestión de honor calderoniano. El vate de Moguer le había dedicado algunos poemas alados a Margarita, que fueron tomados a la tremenda por su padre el conde de San Esteban de Cañongo. Precisamente su progenitor fue quien recomendó mostrar el artículo “Hacia Galilea” de su hija, a Juan Ramón, antes de entregarlo a la Revista de Occidente en 1932. Ortega y Gasset -el muy malvado- dijo después que Margarita había tenido ayuda en ese texto.
Pero una cosa eran los consejos literarios y otra los vuelos poéticos encendidos del aedo, como en el poema “Ensimismamiento primaveral” de altos vuelos y la dedicatoria de un libro a Margarita en la que decía: “Amistad preciosa, por inteligencia, espíritu y belleza de una idealista que quisiera merecerla siempre”. La amistad de Margarita y Juan Ramón también tenía sus enfados, hasta el punto de que ella rompió el manuscrito de “Ensimismamiento primaveral”, poema que JRJ no incluyó en el libro Españoles de tres mundos (1914 -1940), aunque sí lo hizo Ricardo Gullón en la versión de 1969.
            Barruntando que la relación de su hija Margarita y Juan Ramón se encendía por días, el conde de san Estaban de Cañongo, que no quería saber nada de musas, ninfas o amores platónicos, le pidió a JRJ que se apartara de su hija lo más posible y le amenazó con una querella si no lo hacía.
            JRJ entró al trapo y le contestó por escrito: No me preocupa que me lleve usted a los tribunales porque no he cometido delito alguno. Pero antes quiero decirle lo siguiente: (…) Estoy dispuesto a explicar con testigos todos mis actos, si usted lo desea. Si prefiere llevarme a los tribunales, le digo de antemano que aceptaré íntegramente el testimonio de su hija, porque sé que dirá la verdad, y la verdad no puede ser contra mí, ni contra nadie, y si se me condena, cumpliré gustoso lo que sea, porque ello querrá decir que he obrado mal en algo, y yo no quiero remordimiento.
            La sangre no llegó al río, pero hay que recordar que otra de las ninfas de JRJ, la poeta y escultora Marga Gil Roësset (1908 – 1932), una mujer prodigio de inteligencia -no emocional precisamente- se suicidó, ante el amor imposible de JRJ, porque era un hombre casado. Un tiro en la sien a los 24 años. Ella dejó testimonio de su infelicidad y decisión, en poemas y cartas. Aquel suceso fue un impacto tremendo en los círculos juanramonianos. JRJ le dedicó tres poemas que figuran en su libro Españoles de tres mundos.
              Margarita pasó la guerra civil y años posteriores en Chile, de ahí sus cuentos americanos El volcán y el potro de Coipué, mientras que JRJ lo hizo en Puerto Rico. Llegaron a verse en Nueva York, cuando el poeta estaba muy mayor.

            Volviendo a Margarita, mujer apasionada por la vida, que había dejado Italia en 1971, tras la muerte del hombre que amaba (siempre guardó ese secreto), para regresar a España, emprendió un negocio de decoración de interiores con la Duquesa de Mandas, lo que hizo que fuera a Brihuega para atender los deseos de una millonaria americana que había adquirido una finca y una casa en la histórica ciudad.
     Margarita se deslumbró ante la ciudad histórica de Brihuega, pese a estar un tanto abandonada y decrépita. Margarita compró y restauró los muros de la antigua Escuela de Gramáticos del siglo XVI, casa a la que llamó El Domine, que contaba con un pequeño jardín. Nos invitaba a sus amigos y familiares a visitarla. Allí coincidí con Leandro Silva, el primer arquitecto paisajista en España de origen uruguayo, que había estudiado en la Escuela de Versalles, y con su esposa Julia, presidenta de la Asociación de Amigos del Museo de Arte Contemporáneo. Un matrimonio simpático de dos personas inteligentes y cultas. Con ellos visitamos la Real Fábrica de Paños de Carlos III, que estaba hecha una ruina. Margarita miraba implorante a Leandro pidiéndole que se hiciera cargo de su restauración.
En El Dómine, la casa de Brihuega, con muchas alfombras y pequeñas escaleras desconcertantes, ante las que había que estar atenta por el imprevisto cambio de nivel, conocí a la hermana de Margarita,  Mercedes Pedroso, casada con el vizconde y diplomático Richard de Dampierre y a su sobrina Isabel de Aldasoro y su madre, Isabel de Pedroso, casada con un diplomático. 
Lolita Pedroso, la hermana mayor de Margarita, otra mujer singular, se había entregado a un viaje y misión informativa a Etiopía; al morir, el título de marquesa de san Esteban de Cañongo pasó también a Margarita que contaba así con dos títulos. Un precioso retrato de María Dolores Pedroso y Sturdza en la playa de Biarritz de Paul Emile Chabas -nunca expuesto- figura en los fondos del Museo del Prado, por donación de sus hermanas.

Un cáncer, tumor cerebral, fue royendo poco a poco la consciencia y la vida de Margarita Pedroso, que estuvo ingresada varios meses en una buena cínica privada del norte de Madrid, a donde yo iba a visitarla con frecuencia y allí intimé un poco con su hermana Mercedes, quien encargó a mi marido poner en orden los datos para un libro sobre Trajano y la columna trajana, que conmemora la victoria del emperador romano contra los dacios, pueblo sito en la actual Rumanía, país amado por las Cañongo, por ser el de su madre la princesa María Sturdza, fallecida en 1931.
Todavía recuerdo el día que a media mañana llegué a la clínica para ver a Margarita -se la podía visitar a cualquier hora- y me encontré con una habitación completamente levantada y pensé en las dos probabilidades: un cambio de cuarto o su fallecimiento. Había sucedido lo segundo. Los Cañongo contaban con un hermoso panteón adquirido en la cripta de la catedral de la Almudena, no lejos del mío, ya que ella me animó a adquirir una tumba en aquel lugar sacro, para lograr, con los fondos, terminar la catedral antes de la visita inaugural del papa Juan Pablo II. Allí descansaré, si Dios quiere, no lejos de Margarita.
Mercedes de Pedroso me preguntó si quería algún recuerdo de Margarita y le pedí un libro suyo con su ex libris que había visto (yo hacía entonces colección de ex libris, que en su día doné a la Biblioteca Nacional). 

     Brihuega le debe mucho a Margarita de Pedroso, porque contribuyó a rehabilitar la ciudad histórica con su empeño y la creación de una Asociación de Amigos de Brihuega, con la Infanta Doña Pilar como presidenta de honor. Por ello, el municipio le dedicó una calle. Su casa pasó a dominio del escritor y periodista Manuel Leguineche, que falleció en 2014 . Hoy no sé en manos de quien está.
     Margarita de Pedroso y Sturdsa fue un ser muy particular, que dejó estela en la histórica Brihuega y huella en aquellos que la tratamos.
Más información
https://www.abc.es/cultura/cultural/abci-muchas-rosas-y-margarita-201607221216_noticia.html


 Lolita Pedroso en la playa de Biarritz, pintora de Paul Emile Chabas
 Magarita de Pedroso. Foto en la entrevista de ABC, por J. Sáez-Angulo
 "Rosas", el poemario amoroso de Margarita a Juan Ramón
 Cuentos Americanos de Margarita de Pedroso
Lolita de Pedroso, primera a la izada, como corresponsal en Etiopía

4 comentarios:

Juana Mari Herce dijo...

Ay !! Estas mujeres maravillosas,victimas de amor servil de estos tiranos,menos mal que estaba el Conde de San Esteban para poner fin a este sinsentido.
Pero el mundo del arte y la literatura esta lleno de este tipo de amores,incomprensibles en estos tiempos.
Bellísimo artículo Yuli,como siempre.Tu si que vales.
Saludos desde la costa del Sol.

Emilio Porta dijo...

Interesantísimo artículo, lleno de conocimiento y cultura. Como digo siempre, me encanta aprender y descubrir personas y personajes que no he conocido y que conforman una parte de la vida cultural de nuestro país. De todos he sabido que no siento ninguna admiración por la vida personal e íntima de JRJ y sí, sin embargo, por la de Zenobia, una mujer culta que tanto le ayudó y soportó, al decir de los que les conocieron. Casi una mártir según algunos testimonios, pero una mártir al parecer gustosa, con una gran cultura y siendo ella misma una extraordinaria escritora y traductora. Coincido con Juana Mari Herce en el tema del amor servil, je, je. Y yo añadiré algo más: dime de lo que presumes y te diré de lo que careces, un magnífico refrán castellano. Dicho esto, JRJ tiene, como escritor, todos mis respetos. Aunque más los tiene Antonio Machado. Ambos coincidían en algunas cosas pero diferían en otras. Difícil entender el poco respeto que le profesó, algunas veces, JR. Descansen ambos en paz, gloria de las letras españolas.

MENTA dijo...

Siempre tan interesante todo lo que escribes. Gracias por la oportunidad de leerte.
Teresa Pacheco Iniesta.

literatura en marcha dijo...

Estimada Julia:

Le dejo los enlaces para acceder a los artículos que publiqué en 2017 y 2018 sobre los Pedroso y Sturdza:


> Una (medio) rumana en el Museo del Prado: Dolores de Pedroso y Sturdza en la playa de Biarritz

Postat în 21 septembrie 2017 de către Periódico El Rumano

https://www.periodicoelrumano.es/una-medio-rumana-en-el-museo-del-prado-dolores-de-pedroso-y-sturdza-en-la-playa-de-biarritz/?_page=1975


> Capul de bour en la Catedral de la Almudena de Madrid: el panteón de los Pedroso-Sturdza
Postat în 18 iunie 2018 de către Periódico El Rumano