viernes, 11 de diciembre de 2020

MI AMIGA FINA DE CALDERÓN QUE "AMÓ Y DEFENDIÓ LA POESÍA"

Fina de Calderón, escritora



    Julia Sáez-Angulo

    Madrid, 12.11.2020.- “Amó y defendió la poesía” este fue el epitafio que Fina de Calderón (Madrid, 1927-2010) quiso para sí y doy fe de que así fue en vida, después de que yo la tratara intensamente durante los últimos diez años en nuestros numerosos encuentros de fin de semana en su casa para dictarme sus memorias, que publicó bajo el expresivo título Los pasos que no regresan (2004). Eran nuestras tardes de sábado o domingo, o ambas, en las que trabajábamos, hablábamos, nos reíamos con anécdotas pasadas o nos parecía conspirar, cuando hablábamos en voz más baja -como si quisiéramos aplicar la discreción- al hablar de situaciones o sucesos sabrosos de los colegas escritores, conocidos políticos, nobles sin nobleza de corazón… y hasta de la realeza. 

Polo (Apolonia) era su doncella de toda la vida, ruda, directa y espabilada, que la atendía, cuando le pedía un analgésico y un vaso de agua, porque no podía soportar más el dolor de su cuerpo dañado en sus piernas desde niña o cuando le solicitaba la merienda para ambas o cuando le pedía que le ayudara a encontrar un papel en su océano de papeles, porque Polo, pese a ser analfabeta, tenía el don de encontrarlo con más facilidad, por las indicaciones descriptivas que le daba Fina. A la segunda o tercera vez de mostrarle alguno, Polo acertaba.

Era un placer estar y conversar con la escritora Fina de Calderón, una mujer guapa, lista, inteligente, astuta, coqueta, seductora y amante de la poesía, hasta entregarle su vida y generosidad en los eventos poéticos que organizaba y llevaba a cabo en los Miércoles de la Poesía, recital poético mensual todos los meses en el Centro Cultural de la Villa, para los que preparaba con cuidado su disertación previa sobre el poeta o el grupo poético homenajeado, así como en los cocidos o comidas anuales en su cigarral de Toledo, Santo Ángel Custodio, adquirido a mediados del XX, cuando convocaba a los vates en primavera. El Ayuntamiento de la capital imperial nombró a Fina de Calderón hija adoptiva en 1986. Se lo merecía. Su obra póstuma se titula Toledario y abre con la cita de los célebres versos de Garcilaso de la Vega: Cerca del Tajo, en soledad amena/ de verdes sauces, hay una espesura…. En este libro están también los versos de Fina: Entre Toledo y yo, sólo Toledo y yo. Y también aquellos en los que dicen en su libro "La sed que dura" (2002): Tengo miedo a morir, al renunciar al pájaro, a la fuente, a las altas campanas, espadañas y torres, al Tajo rumoroso.

    Yo le ayudaba recogiendo en mi ordenador sus indicaciones verbales o buscando puntualmente algún dato en sus libros y diccionarios para insertarlos. Con ella se aprendía como de una maestra, al tiempo que se dejaba decir o aconsejar sobre algún punto literario. Se podía discrepar en asuntos literarios, porque las dos éramos prudentes y diplomáticas.

Los Miércoles de la Poesía se los facilitó el alcalde Enrique Tierno Galván, cuando en 1984 ella le pidió un día al mes para la poesía en el Centro Cultural de la Villa, un lugar céntrico, casi ombligo de Madrid, que facilitaría la llegada del público. El alcalde le advirtió que los miércoles era el día de partidos de fútbol en los estadios y en la televisión, por lo que le iba a ser difícil encontrar público. Pero Fina de Calderón se vino arriba y le dijo que ese era precisamente el día que ella quería para demostrar que la poesía y sus poetas tienen un público generalmente fiel y distinto al de los futboleros, salvo en su día Dámaso Alonso al que gustaba el futbol, pero no lo confesaba porque no estaba bien visto en aquellos tiempos primeros de Dictadura. Así fueron, pues, sus Miércoles de la Poesía, siempre concurridos de gente y algunos de ellos hasta rebosar. A Fina le gustaban mucho los poetas de la Generación del 27, en especial Federico García Lorca y Rafael Alberti, al que había tratado durante el exilio del poeta en Roma junto a su esposa María Teresa León. Tenía tal pasión por Alberti, que en uno de sus Miércoles de la Poesía lo defendió frente al poeta Luis Antonio de Villena, que acababa de calificar de poeta menor al gaditano en su intervención previa.

    No faltaba la música al final de los recitales de poesía, sobre todo el piano, también violín o canto. Digna de recordar la actuación de Felipe Campuzano vestido con un precioso traje de seda blanco o las de la arpista María Rosa Calvo Manzano.

Después del recital en los Miércoles de la Poesía, precedido siempre de una amplia alocución de Fina y otra ponencia de un experto invitado sobre el poeta a recitar, algunos elegidos íbamos al salón burgués de Fina en el paseo de Martínez Campos, a tomar una copa y conversar.

Por los Miércoles de la Poesía pasaron los aedos más relevantes del momento como José Hierro, Claudio Rodríguez, Jaime Siles, Luis Alberto de Cuenca, José María Muñoz Quirós, Guillermo Carnero, Joaquín Benito de Lucas, Antonio Colinas, Santiago Castelo y otros muchos. Pasar por estos homenajes era deseo de muchos poetas. Pocas mujeres lo hacían y yo se lo reprochaba, le decía que era por ser ella coqueta y preferir a los hombres. Se sonreía y no desdeñaba mi comentario. Por sus recitales, recuerdo que pasara Pilar Aroca, que tiene muy a gala esa elección de Fina y pocas más. Algunas como Ana María Navales viajaba periódicamente a los recitales o iba a los cocidos anuales del cigarral toledano, pero no logró recitar en los Miércoles de la Poesía. Por aquellos eventos culturales iban siempre dos sobrinas de Antonio Machado, a las que Fina distinguía con su aprecio. 

Recuerdo algunos comentarios suyos sobre poetas, uno sobre Luis Alberto de Cuenca, a quien quería muchísimo, al igual que a Alicia Mariño, su mujer, pero la poesía del primero le desconcertaba, le resultaba demasiado moderna quizás para su sensibilidad y gusto. Tanto Luis Alberto como Fina eran dos personas relacionadas con la música pop o ligera, como composiciones de la misma. Fina componía canciones, letra y música. Fue compositora de música para ballets, algunos de ellos como Cancela o El Greco figuraban en la Compañía Nacional de Danza y fueron estrenados en el Bolshoi de Moscú. Varias de sus composiciones de música ligera participaron o ganaron los festivales de la canción de Mallorca o Benidorm en los años 60. La canción Caracola fue al festival de Eurovisión con los TNT en 1964. Sus canciones las han interpretado artistas como Víctor Manuel (Primer plano) o, en francés, los cantantes Maurice Chevalier (Nous de Paris) o Edith Piaf (Pouvoir). Fina también compuso canciones infantiles. Luis Alberto de Cuenca, por su parte, ha escrito letras o poemas llevados a la canción por algunos grupos jóvenes o cantantes como Javier Gurruchaga.

Tampoco se entusiasmaba con la poesía de Clara Janés. "A ti te gusta?, me preguntaba. A ella le gustaba José María Pemán y escribió un estudio titulado “Pemanerías”. Respecto a Carlos Murciano, premio nacional de Poesía, Fina apreciaba mucho su obra y admiraba su facilidad versificadora, pero a él lo consideraba muy mandón, incluso atrevido y excesivo a la hora de tratar corregirle algunos poemas.

    La tarea de Fina de Calderón como conferenciante no fue desdeñable. Como buena ateneísta, allí habló del humor en la poesía y doy fe de que ella preparaba a conciencia todas sus intervenciones. Quizás quede por publicar una selección de todas sus presentaciones y ponencias, así como de sus pregones en distintos municipios como el de Consuegra (Toledo) en 1964.

Afrancesada, mimosa, tolerante, cordial, generosa

Fina de Calderón (nacida Josefina de Attard y Tello), tomó el apellido de su marido para funcionar en la vida y la literatura. Su nombre artístico. Quizás porque es lo que se hace en Francia y a ella, muy española, le gustaba mucho lo francés, empezando por la lengua gala, que la consideraba muy suya, pues fue la lengua de su bachillerato durante su larga estancia en Berck Plage, en la costa del norte del Paso de Calais, donde trataba de recuperarse de una coxalgia que le contagió una niñera nodriza siendo muy niña. De vez en cuando, Fina y yo, juguetonas y snobs, hablábamos en francés o trufábamos el español de citas francesas para divertirnos. Algunos personajes del Instituto Francés acudían a visitar a Fina y con ellos alternaba la lengua francesa y española. Fina publicó un libro de poemas bilingüe, francés español, bajo el título de Pluriels (Plurales) en 2006.

    Le gustaba vestir colores claros que la favorecían, aunque también la he visto elegante de traje negro animada siempre con collares de perlas y sus labios rojos de rouge intenso. Lucía un bastón transparente, según Cuchi de Osma para que pasara desapercibido, dada su coquetería simpática innata.

A veces Fina organizaba comidas o cenas en su casa para conocer mejor a alguien. Ya se sabe -los masones lo hacen muy bien- que el ágape ayuda a confraternizar en las tenues blanches-. Su marido, José Fernando Gutiérrez de Calderón y Scapardini-Andreu, marqués de Mozobamba del Pozo, -Fernando para su esposa Fina- algo cansado con tanta charla de poetas, no asistía en algunas ocasiones y Fina lo excusaba con elegancia, al comprender que el hombre estaba ahíto de versos. En una ocasión organizó un almuerzo a tres para Juan Manuel de Prada, ella y yo, con ánimo de conocer y conversar con el escritor largo y tendido, que yo le había presentado. Se cayeron muy bien y se trataron después. Juan Manuel de la Prada le dedicó a Fina, en uno de sus artículos en ABC, el más hermoso obituario que comenzaba diciendo: 

“Tenía sus ramalazos de afrancesada hasta el tuétano y sus ráfagas de castiza impenitente, tenía sus achaques de viejita que oculta coquetamente su edad y sus exultaciones de muchacha apenas núbil; y siempre, siempre, siempre, era una criatura de una generosidad desbordante, codiciosa de exprimir las delicias del arte y la vida y de regalarlas jubilosamente al primero que se tropezara en su camino. Así era Fina de Calderón, la mujer más espléndida, sensible, simpática y ávida de belleza que jamás me haya tropezado; y también la más dotada y derrochona de talentos. Se nos ha muerto como un pajarillo, nonagenaria y recién nacida (…). Fina ya habrá organizado su salón literario en el cielo.”

Fina de Calderón encarnaba el espíritu de la tolerancia y la concordia de la Transición avant la letre. Lo suyo era la música y la poesía, que son lo mismo, y no paraba mientes en derechas o izquierdas, dando por sentado que eso era arcaico y propio de tiempos pasados cainitas. Lo suyo eran los personajes cruzados. En su infancia había conocido en su propia casa, a diversos escritores invitados por su padre, a Federico García Lorca, quien animó a la niña Fina, postrada en cama que se negaba a andar con muletas: 

-Las muletas son alas de palo para los ángeles y las niñas buenas. 

-Y tú ¿por qué no las llevas si te gustan tanto?

-Son escaleras traidoras, contestó el poeta.

-Y las gomas que están en la punta, ¿como para borrar los pasos?, preguntó la niña al poeta.

-Los pasos no se borran nunca, aunque así lo parezca, le respondió el poeta.

    A Fina le gustaba recordar estas palabras del escritor granadino. 

    Juan Ramón Jiménez, los hermanos Antonio y Manuel Machado, Miguel de Unamuno y Ramón del Valle Inclán, entre otros, también pasaron por la casa paterna, que ella vivió y heredó en alquiler y siguió viviendo en ella hasta su muerte.

    La escritora disfrutaba escribiendo y trabajando sobre asuntos literarios, por eso dedicaba igualmente sus fines de semanas a leer, escribir y preparar conferencias en su casa, casi siempre acompañada de distintos escritores de todo tipo y pelaje, con los que cambiaba impresiones, opiniones, risas y meriendas. No le gustaba estar sola. Su casa era un salón como el de Madame Recamier, puesto que ella también aparecía reclinada en su cama y a su lado había unos sillones bajos, casi descalzaderas, junto a una mesa igualmente baja para las visitas habituales de poetas y no poetas. A Fina de Calderón le gustaba recibir en su habitación y a todos nos parecía lo más natural del mundo. Su biblioteca junto al salón guardaba celosa un inconmensurable número de libros dedicados, uno de ellos, del académico José Alcalá Zamora me lo regaló porque lo tenía repetido con distintas dedicatorias. Un poemario erótico y políticamente incorrecto, muy comentado.

    El amor de su vida era su padre, al que citaba con frecuencia como una Electra herida. Quedó huérfana de madre muy pronto -una mujer venezolana de la que venía la gran fortuna de su familia- y el padre se volcó con ella para formarla intelectualmente y tratar de curar su coxalgia que le hacía cojear progresivamente de modo más doloroso y notorio. El otro gran amor de su vida era su nieto Antonio de Campos Calderón, marqués de Iznate, al que prácticamente crió y mimó hasta el final de su vida, diciendo que era el ser más cariñoso y adorable que pisaba el planeta. “Siempre está con una sonrisa en los labios y cuando le reñimos Polo o yo, por algún asunto doméstico, nos dedica una sonrisa tal que nos desarma. Afortunadamente es una gran persona”, me repetía. Antonio, hoy doctor en Medicina, fue mi ahijado en la Cofradía Internacional de Investigadores de Toledo, a la que también pertenecía Fina. Un muchacho magnífico, como no podía ser menos, nacido del alma de Fina.

    El recuerdo de Fina del escritor francés André Malraux, intelectual y aventurero, era uno de los más gratos para ella. Sostuvieron una buena amistad que algunos imaginaron como una liaison y que ella dejaba en el aire. Del escritor, tradujo al español su célebre novela La condición humana (1933). También recordaba con agradecimiento y admiración a la escritora francesa Colette, que se fijó en sus poemas cuando solo era una niña de once años y los divulgó por foros literarios y artísticos.

    Las hermosas memorias de Fina de Calderón Los pasos que no regresan -tomado el título de las palabras de García Lorca- lo cuentan todo muy bien de sí misma y de sus circunstancias. Yo solo quiero dejar por escrito unas pinceladas de mi paso por su vida y su alma. Me contaba de sus viajes a Estoril a visitar a don Juan de Borbón y a doña María. Una vez les llevaron un cuadro con el retrato de Alfonso XIII y les interrogaron en la frontera de Portugal, ella contestó sin inmutarse que se trataba del retrato de un ancestro, para regalar a otro pariente. La respuesta funcionó.

    Tenía mucho cariño al rey Don Juan Carlos y todos años Fina le enviaba por Navidad una bonita corbata con una tarjeta en la que le decía con humor: “Majestad cuando le vea lucir esta corbata, me haré la ilusión de que lo tengo abrazado por el cuello”.

    Fina decía que su mejor amiga fue la reina Giovanna de Bulgaria, a la que conoció en el Hotel Miranda de San Lorenzo de El Escorial, donde ambas veraneaban con su familia. "Era muy italiana", decía Fina. La amistad fue tal que la poeta puso el nombre de Giovanna a su hija menor, que hoy dirige la asociación Mujeres para el Diálogo. Cuando Simeón de Bulgaria, hijo de la reina Giovanna, se casó por el rito ortodoxo con la madrileña Margarita Gómez-Acebo, Fina intervino ante el gobierno de Franco, ante la posibilidad de que los expulsaran de España. La reina Giovanna, tras el matrimonio de su hijo en Madrid, se retiró discretamente a Portugal y nunca perdió el contacto con Fina, su marido y tres hijos: José Rafael, Mariola y Giovanna.

    La poeta también me contó la anécdota de la perdida de un anillo que le había regalado su esposo Fernando de Calderón, y encomendó su encuentro al famoso fraile franciscano padre Pío -Pío de Pietrelcina (1887-1968)- que tenía fama de santidad en vida y padecía los estigmas de la Pasión. Estaba tan agradecida por el hallazgo de la joya, que decidió viajar a Italia con su marido para darle las gracias personalmente al padre Pío y pidieron una audiencia con él. Nada más encontrarse ante el célebre fraile, éste le preguntó:  l´hay trovato? ¿Lo encontraste?

    Otra anécdota que me hizo reír fue la de Polo en Marbella, en cierta ocasión que Fina quedó en con un personaje de la farándula marbellí durante un caluroso verano. Cuando este se presentó en la puerta, Polo lo retuvo allí hasta consultar previamente, porque no le parecía que iba vestido adecuadamente con una chilaba blanca transparente. 

-Señora, abajo hay un hombre, vestido con una sotana blanca que le transparenta los colgajos. Dice que ha quedado con usted.

Fina veraneaba en Marbella donde adquirió un apartamento, comprado después de vender un cuadro de Sorolla.

*****

    Al funeral de Fina de Calderón en la madrileña basílica de la Milagrosa, acudieron el alcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano y su esposa, la reina Margarita de Bulgaria, la Infanta Doña Pilar,  la Infanta Elena, Leandro de Borbón, Myriam de Ungría, Carla Royo Villanueva,  la condesa de Montarco... y no faltaron numerosísimos escritores, especialmente poetas y artistas del cine y el teatro como Victoria Vera o Raúl Sénder. Ella lo merecía, al igual que la calle que lleva su nombre en la zona de Valdebebas de Madrid.

    A los diez años de la muerte de Fina, en 2020, la asociación Mujeres para el Diálogo y la Educación organizó un homenaje a esta Dama de la Poesía, en la que prestaron sus voces para la laudatio: Luis Alberto de Cuenca, Juan Manuel de Prada, Jaime Siles, Jorge del Arco, Sol Durini, Luis Antonio de Villena, Pepe Elgarresta, Angelina Lamelas, Enrique Gracia Trinidad, Emilio Porta, Javier Lostalé, Manuel López Azorín, Antonio Hernández, Miguel Losada, Carlos Murciano, María Antonia Ortega, Jorge Urrutia o Fanny Rubio entre otros. La pandemia del covid-19 aplazó este homenaje desde abril a sine die, si bien Giovanna de Calderón confía en hacerlo en abril de 2021.

De Fina nos queda sus seis libros de poesía, y otros de teatro, prosa y canciones. De los primeros destacaría: La cicatriz de arena (1983) y Las raíces del alba (1988), Glorieta de la melancolía (1998) ... Y quienes la tratamos, guardamos con agrado su espíritu sonriente, grato y cordial.

    El sueño de Fina de Calderón era lograr para Madrid, lo que era decir para toda España, de una Casa de la Poesía, donde hubiera a diario el recital de un autor, donde se conocieran y reunieran los poetas, donde se presentaran y vendieran todos los libros de poemas del mundo… La soñaba como al Casa de la Poesía en París, incluso mucho mejor. “podría instalarse en un palacete o algo así en la calle Alfonso XII”, decía, al tiempo que soñaba con un mecenas privado a falta de iniciativa oficial al respecto. De este asunto le habló más de una vez a la Reina Sofía, con la que sostenía un buen trato y con otras autoridades, pero ya se sabe que la poesía se vende mal.

Ahora cuando a mí me duele la rodilla, me acuerdo de Fina de Calderón y sus insoportables dolores de pierna que exigían infiltraciones de vez en cuando, al tiempo que compruebo como escribiendo o leyendo se mitiga u olvida ese dolor, porque la literatura sirve también para esto, además de para mostrarnos la realidad de la vida humana con formato estético.


URGENCIA

Es tiempo ya, Señor, que hable contigo,
que no rebaje nuestro encuentro a solas,
que amen tu arena mis rebeldes olas
y vea en Ti no al juez sin o al amigo

Es tiempo ya, Señor, que pruebe el trigo
que alegre nace y crece entre amapolas,
y que te abra mi alma sus corolas
y al frío del invierno des tu abrigo.

Es tiempo de olvidar vanos amores,
las sensuales, venenosas flores
que nos dejan amargas dependencias

Tiempo es de huir quimeras caprichosas
-girándulas, bengalas engañosas-
y no temer la luz de tu presencia.

Fina de Calderón


Fina de Calderón junto a la ministra de Cultura Pilar del Castillo y el Secretario Genral de Cultura, Luis Alberto de Cuenca


Fina de Calderón con Emiliano Page


URGENCIA

Es tiempo ya, Señor, que hable contigo,
que no rebaje nuestro encuentro a solas,
que amen tu arena mis rebeledes olas
y vea en Ti no al juez sin oal amigo

Es tiempo ya, Señor, que pruebe el trigo
que alegre nace y crece entre amapolas,
y que te abra mi alma sus corolas
y al frío del invierno des tu abrigo.

Es tiempo de olvidar vanos amores,
las sensuales, venenosas flores
que nos dejan amargas dependencias

Tiempo es de huir quimeras caprichosas
-girándulas, bengalas engañosas-
y no temer la luz de tu presencia.

Fina de Calderón




2 comentarios:

Emilio Porta dijo...

Una gran dama, de la Poesía y de la vida. Una maravillosa persona que supo estar donde le correspondíó y más allá. Inteligencia, sensibilidad, fidelidad en la amistad, amabilidad y respeto, fueron algunos de sus dones. Este espléndido artículo, referencia de obra mayor, sitúa a nuestra inolvidable amiga (un honor haber formado parte de sus actividades y afectos) como lo que fue, una inmensa activista y figura literaria, alguien que ha dejado huella en todos nosotros. Tuvo y tiene, porque vive en nuestra memoria, muchos títulos pero el mayor de todos estuvo impreso en su corazón.

Mila de Juanes dijo...

No se puede expresar mejor, aunque sea concisamente, la vida de la extraordinaria mujer, gran española y gran artista que fue Fina de Calderón. Gracias Julia.