Julia Sáez-Angulo
El arte panameño se ha canalizado, casi exclusivamente a través del grabado, señaló el desparecido crítico y poeta Príncipe de Asturias, José Hierro. El artista Julio Augusto Zachrisson (Panamá, 1930) hace honor a este aserto con una obra extensa en el campo de la estampación sobre papel, así como en sus numerosas pinturas y dibujos. El artista ha sido recientemente objeto de un gran homenaje por la Universidad a Distancia en Madrid UDIMA, la Embajada de Panamá, Artes y Artistas y la Galería Gaudí.
Tomás Paredes, presidente de la Asociación Madrileña de Críticos de Arte, calificó a Zachrisson de “barroco maravilloso” y con su prosa de poeta lo denominó: “pétalo de azúcar caribeña, diamela de son y geometría, fiesta de ritmo y falenas Mientras amusga la vista para distinguir la alquimia de los sueños, segismundea. Personaje de sed y calentura, dulce como la fruta dulce madura y distinto como la soledad. Crepita sin arder y echa raíces en el viento. Irónico, zumbón, fieramente humano, danza en el filo de la oscuridad y camina, en secreto, por el jazmín inocente de la ternura”.
Julio Zachrisson está casado con Marisé Torrente y ambos constituyen una pareja singular en el circuito de la cultura y las artes madrileñas. El artista tiene su estudio en torno a la plaza de toros Monumental de las Ventas, donde se le ve rodeado de sus personajes de pigmento, lienzo y papel, que acogen una iconografía surrealista muy particular, no exenta de cierta estética y sabor latinoamericanos.
Las parejas de enamorados se conocen, estrechan, dialogan y se abrazan sobre el soporte artístico a la vista del espectador, que se convierte de pronto en un mirón asombrado ante un lenguaje muy particular y gozoso, con un cromatismo encendido y dinamizador de las retinas. En la exposición del homenaje se reunieron las obras fechadas entre 1970 y 2003, una retrospectiva elocuente del trabajo artístico de Zachrisson.
Indigenismo y pinturas precolombinas
El embajador de Panamá en España, Miguel Ángel Cañizales Mendoza, ha señalado de Zachrisson, que estudió buena parte de su formación académica en México y que ha hundido sus raíces figurativas en “el indigenismo y las pinturas precolombinas”, que el artista “es profeta en su tierra, donde ha sido condecorado con la Orden Vasco Núñez de Balboa en el Grado de Gan oficial y la Orden Belisario Porras, en el grado de Gan Comendador, que es la más alta distinción otorgada a un panameño.”
La obra de Julio Zachrisson no puede faltar en una buena colección de arte latinoamericano. No olvidemos que las subastas neoyorquinas reservan días especiales para la venta de obras de los artistas nacidos desde México a la Patagonia. El pintor panameño tiene una trayectoria acrisolada, con una iconografía propia que lo alinea entre los grandes latinoamericanos del surrealismo como el chileno Roberto Matta. Su pintura, a veces inquietante, nos habla de la condición humana, de la vida, de sus emociones, sus conflictos y la muerte. Sus dibujos al carbón, presentados en la muestra del homenaje tienen cierta evocación goyesca.
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