martes, 15 de junio de 2010

La reina Dido, novela de Isabel Barceló

Dolores Gallardo López


Una de las peores consecuencias que tenían las guerras y sucesos diversos de tiempos lejanos es que el relato que de ellos nos ha llegado es el que dejaron los vencedores. Los personajes protagonistas están vistos también a través de la óptica del vencedor.

Uno de los casos más fascinantes es el de Cleopatra VII, última reina de Egipto. En virtud de la propaganda que sobre ella se vertió en su momento en Roma fue convertida en así en una hechicera devora-hombres; todo con el fin de hacer creíble que M. Antonio estaba dominado por ella, suscitar las iras del pueblo frente a la pareja y hacer viable la conjura de toda Italia y algunas otras provincias contra el triunviro M. Antonio. Así se facilitó enormemente su derrota y la conversión de Octaviano, el futuro Augusto, en el único dueño de Roma y del mundo.

Algo parecido sucedió con la relación entre la reina Dido de Cartago y el troyano Eneas, recreada por Virgilio en el libro IV de la inmortal Eneida, paradigma universal del género de la épica. Quiero decir que el punto de vista del poeta está del lado romano, glorificando la figura del troyano, al que no balde Virgilio y otros muchos poetas de la época aduladoramente consideraban origen de la gens Julia, a la que pertenecía Octavio Augusto, el dueño del mundo en esos momentos.
Por otra parte el personaje virgiliano de Dido provoca innegable ternura

Dido es un personaje en grandísima medida ficticio.

La leyenda de Dido

La mención más antigua que tenemos de la desafortunada reina Dido probablemente sea un fragmento de Timeo de Tauromenio. Dadas las cuantiosas pérdidas que en la Literatura Latina hemos tenido, no sabemos con exactitud cuando esta leyenda se introdujo en Roma.

Virgilio hizo famosa la leyenda de Dido y Eneas, pero de dónde la tomó es una pregunta sin respuesta y de la que sólo se pueden hacer hipótesis (como la que supone que proviene del Bellum poenicum del poeta Nevio)

Dido, princesa de la ciudad fenicia Tiro, después de la muerte de su esposo Siqueo, se vio obligada a abandonar su patria con un grupo de seguidores. Con ellos recorrió el Mediterráneo en busca de un lugar en el que ubicarse. El final de su peregrinar fue su asentamiento en un lugar ubicado en la actual Túnez, al cual los romanos llamaron Cartago.

A las costa de Cartago llegó el troyano Eneas que, después de la caída de la ciudad de Troya, también hubo de iniciar con un grupo de seguidores un largo peregrinar que había de concluir en Ausonia, en la región del Lacio, casándose con Lavinia, la joven hija del rey Latino, y fundando la ciudad de Lavinio, así llamada en honor a su esposa.

La llegada del náufrago Eneas y sus compañeros a la costa de Cartago, el encuentro de Eneas con Dido, el generoso comportamiento de la reina, la convivencia de la pareja, el abandono final de Dido y su posterior suicidio están contado en el magistral libro IV de la Eneida.

Virgilio relata también el posterior encuentro de Eneas con la reina en la visita que, acompañado de la sibila de Cumas realizó al Hades o mundo del Más Allá: está en el libro VI de la Eneida.

La leyenda de Dido y Eneas ha sido muy explotada a través de los siglos, como demuestra, por ejemplo, R. Martin, Énée et Didón, Paris 1990, libro colectivo en el que se tratan diversos aspectos de la leyenda y su posterior proyección en obras literarias de todo tipo -incluyendo escénicas-, cinematográficas y también plásticas, especialmente pictóricas.

Quizás el lector se pregunte a qué viene todo esto.

Viene a colación de que en la reciente Feria del Libro madrileña la autora Isabel Barceló Chico ha presentado su novela la Reina Dido, publicada en 2009.

La autora

Isabel Barceló Chico es, desde hace años, autora de un excelente blog literario, llamado Mujeres de Roma.

En ese espacio literario virtual se pone en la piel de mujeres que vivieron y habitaron en la Roma antigua y de las cuales nos ha llegado alguna referencia en la Literatura Latina.


Gestación de la novela La reina Dido

Como hemos dicho más arriba, la leyenda de Dido y Eneas ha sido ampliamente tratada a lo largo de los siglos.
Lo sorprendente en el caso que nos ocupa es cómo ha sido gestada esta novela:

Al iniciar el proyecto, la autora ofreció a los lectores de su blog la posibilidad de participar de forma sencilla e innovadora en la novela que tenía en proyecto: les pedía que eligieran un personaje, bien de los que aparecen tradicionalmente vinculados a la leyenda de la reina y Eneas, bien inventándose uno. Ella se comprometió a incluirlos en la narración.

La respuesta de los internautas fue abrumadora. Cuando la lista de personajes ascendió a setenta no admitió más y con estos presupuestos y su buen hacer acometió la redacción de la novela “colgando” en el ciberespacio un capítulo o dos a la semana.

Los capítulos "colgados" eran leídos por los seguidores de su blog y ampliamente comentados. Los comentarios preveían o aventuraban sucesos futuros en la novela y daban a la autora pautas para continuar la narración.

Con toda esta interacción externa isabel Barceló fue capaz de gestar una novela ágil, fácil de leer y pródiga en aventuras.


La trama

En la novela de I. Barceló la leyenda, cuya trama hemos comentado más arriba, está vista fundamental, pero no exclusivamente, desde el lado cartaginés.

El relato de los hechos está puesto en boca de la anciana Imilce, impulsora, narradora y corazón de esta historia, como la describe la propia autora. Imilce se sirve del escribiente Karo.

Han pasado sesenta o setenta años desde la fundación de Cartago y pocos testigos quedan de aquellos primeros años. El personaje de Imilce, consciente de que su vida se acaba, quiere dejar constancia escrita de lo que sucedió tiempo atrás, porque no desea que los habitantes de la aún joven Cartago olviden los orígenes de su ciudad y los hechos que ocurrieron después, cuando ella era aún niña.

Aunque guarda muchos recuerdos de aquellos tiempos, necesita la colaboración de otras personas para rellenar lo que ignora, necesita reunir información y contrastarla, preguntar a los hijos y nietos de los primeros pobladores.

Imilce sabe que la versión que ella de es posible que no subsista: hay otra, adornada con muchos elementos literarios. Por ello se encuentra en desventaja frente al relato de los mismos hechos realizado por el también ficticio personaje del poeta Trailo.

El poeta Trailo, utilizando todos los recursos que pone a su disposición la poesía épica, engrandece y exalta la figura del troyano Eneas. El poeta al narrar los hechos de Eneas concibe el relato como un espectáculo fantasioso y recargado, donde no falta la intervención de los dioses.
Frente esta manera de interpretar la realidad, Imilce dice de sí misma dice: “Soy demasiado directa y poco inclinada a inventarme encuentros con los dioses y demás florituras. Me siento en desventaja”

Imilce es siempre consciente de que, pese a sus esfuerzos, su relato probablemente sea olvidado y –en detrimento de Dido y del pueblo que Cartago- prevalezca el relato poético y bastante falseado.

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