Círculo de Bellas Artes y Galería Jorge Mara
Colabora: AECID
Sala Picasso
26.10.10 > 16.01.11.
L.M.A.
El Círculo de Bellas Artes acoge la obra de Horacio Coppola, pionero de la fotografía de vanguardia en Argentina y uno de los artistas que más y mejor ha retratado la ciudad de Buenos Aires. En ella nación Coppola en 1906 y en ella todavía habita. Sin embargo, la muestra que se podrá contemplar en el CBA no incluye, entre el más de centenar de obras que la compone, ninguna foto de la capital porteña.
Ello es así porque Horacio Coppola. Los viajes, exposición organizada por el Círculo de Bellas Artes en cooperación con la Galería Jorge Mara de Buenos Aires, y con el apoyo de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), se centra en la producción inicial del fotógrafo, fruto sobre todo de sus años de formación en Europa, a comienzos de los años treinta del pasado siglo XX.
La historia de Horacio Coppola está llena de felices casualidades que, vistas en la distancia, conforman una trayectoria plenamente coherente, si bien en su día distaron de formar parte de un plan estratégicamente diseñado.
Nacido en el seno de una familia de origen italiano en la que el arte y la cultura estaban muy presentes, Coppola comienza su formación como fotógrafo, de forma autodidacta, a finales de los años veinte. En esa época, es aún un diletante. Estudia Derecho sin mucho interés, forma parte de la junta directiva del Cine Club de Buenos Aires, asiste a conferencias de intelectuales europeos (Ortega y Gasset, Le Corbusier…) de paso por Argentina, dirige la revista Clave de Sol… Lo único claro en estos años es su interés por el arte, especialmente por el cine y la fotografía.
En 1930 viaja por primera vez a Europa, en donde visita España, Francia, Italia y Alemania. A la vuelta, hace escala en Brasil. En 1931, la revista Sur comienza a publicar algunas de sus fotos, pero él sigue fundamentalmente interesado en el cine. Las cosas cambiarán a partir del año siguiente.
En 1932 vuelve a Alemania para estudiar fotografía en la Universidad de Marburg. La intención era, más que especializarse en el oficio, desarrollar un lenguaje crítico sobre esta técnica artística. Sin embargo, al llegar a una Alemania en la que el ascenso del nazismo empieza a ser imparable, se encuentra con que el departamento de Fotografía de la Universidad de Marburg ha cerrado. Termina asistiendo a las clases de fotografía de Walter Peterhans en la nueva Bauhaus de Berlín. Allí conoce a su mujer, Grete Stern, y se orienta definitivamente hacia la tarea fotográfica.
En 1935, ambos regresan a Buenos Aires. Recién llegados, se organiza en la sede de la revista Sur la exposición Fotos. H. Coppola y G. Stern, saludada como “la primera exposición de fotografía moderna en la Argentina”. A raíz de ello, Coppola recibe el encargo de la Municipalidad de Buenos Aires de realizar un extenso trabajo fotográfico sobre la capital, fruto del cual será el libro Buenos Aires 1936. Visión fotográfica.
Lo que iba a ser una estancia temporal en su ciudad natal se va prolongando debido a sucesivos encargos. A la larga, se transformará en definitiva, cerrando el círculo de felices casualidades que convirtió a Coppola en el fotógrafo de Buenos aires.
En Berlín, París, Budapest y Brasil
Las fotos que integran la muestra son fruto de la estancia de Coppola en Berlín y de sus viajes a Budapest (1933), París (1934), Londres (1935) y Brasil (1931 y 1945). En ellas, un fotógrafo aún en formación deja ya patentes sus obsesiones y estilo. Queda claro, por ejemplo, que, tal como indica Natalia Brizuela en el excelente catálogo de la exposición, “si hubiera que identificar un objeto recurrente en la mira del ojo de Coppola, ese sería, sin lugar a dudas, la ciudad”.
También queda claro el trabajo riguroso de elaboración de la fotografía. Coppola no fotografía al azar. No hay nada en sus fotos del “instante decisivo” de Cartier-Bresson. El argentino estudia concienzudamente objetos y sujetos antes de proceder a tomar sus fotos. Busca puntos de vista inusuales en forma de picados, contrapicados y otros encuadres cuidadosamente elegidos que recuerdan a Moholy-Nagy, al que tantas características unen como tantas separan (Coppola nunca adminitó el manipulado o montaje de las fotos, al contrario que el maestro húngaro).
“Es un cuidadoso lector”, asegura Brizuela. Y añade: “Ésta constituye una de sus deudas más grandes con las enseñanzas de la Bauhaus. La fotografía es construcción y es observación cuidadosa… (que lleva) a la transfiguración radical del referente, al redescubrimiento de lo cotidiano, al extrañamiento de lo real”.
Esta transfiguración de lo cotidiano se observa en todas las fotografías de Coppola. Incluso en las aparentemente más costumbristas y sencillas. Es una transfiguración que muchas veces no es evidente, que se percibe más subliminal que conscientemente, pero que nos obliga a mirar lo de siempre con ojos nuevos, con una atención antes no prestada.
En cuanto a las series de fotos que conforman la exposición, las de Berlín nos muestran las primeras incursiones de Coppola en cuestiones de índole social y política, línea de actuación que profundiza en Budapest. Las fotos de París, además, se fijan en los primeros grafitis, interés bastante compartido por la mirada fotográfica moderna: ahí está el caso de Brassaï (al que, al igual que al citado Moholy-Nagy, el Círculo de Bellas Artes dedicó una reciente exposición).
En Londres, las fotos de Coppola, cobran una vivacidad inusual. Fotografía la agitación urbana y la realidad de los excluidos, decantándose por imágenes de desamparo social: mendigos, vendedores callejeros… en definitiva, una fotografía social crítica de Londres. Las de Brasil combinan un poco toda: el interés por la composición y la estética de la foto en sí y el retrato de la vida social.
Junto a las fotos, en la muestra se exhiben los cuatro filmes más importantes de la breve carrera de Coppola como cineasta. Sueño (1933), es un experimento expresionista que no tuvo continuidad. En 1935 filma Un muelle en el Sena, en París, y, en Londres, Un domingo en Hampstead Heath, ambos de carácter marcadamente documental. Posteriormente, en Buenos Aires rodaría Así nació el Obelisco (1936), una breve pieza casi publicitaria sobre la construcción del monumento que preside el cruce entre las avenidas 9 de julio y Corrientes de la capital porteña.
Coppola terminó centrándose definitivamente en la fotografía. Sólo podemos especular sobre cómo habría sido una carrera cinematográfica más prolongada, pero no se puede dudar que, cuando contemplamos su fotografía, estamos ante uno de los grandes maestros latinoamericanos de esta disciplina.
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Las fotos que integran la muestra son fruto de la estancia de Coppola en Berlín y de sus viajes a Budapest (1933), París (1934), Londres (1935) y Brasil (1931 y 1945). En ellas, un fotógrafo aún en formación deja ya patentes sus obsesiones y estilo. Queda claro, por ejemplo, que, tal como indica Natalia Brizuela en el excelente catálogo de la exposición, “si hubiera que identificar un objeto recurrente en la mira del ojo de Coppola, ese sería, sin lugar a dudas, la ciudad”.
También queda claro el trabajo riguroso de elaboración de la fotografía. Coppola no fotografía al azar. No hay nada en sus fotos del “instante decisivo” de Cartier-Bresson. El argentino estudia concienzudamente objetos y sujetos antes de proceder a tomar sus fotos. Busca puntos de vista inusuales en forma de picados, contrapicados y otros encuadres cuidadosamente elegidos que recuerdan a Moholy-Nagy, al que tantas características unen como tantas separan (Coppola nunca adminitó el manipulado o montaje de las fotos, al contrario que el maestro húngaro).
“Es un cuidadoso lector”, asegura Brizuela. Y añade: “Ésta constituye una de sus deudas más grandes con las enseñanzas de la Bauhaus. La fotografía es construcción y es observación cuidadosa… (que lleva) a la transfiguración radical del referente, al redescubrimiento de lo cotidiano, al extrañamiento de lo real”.
Esta transfiguración de lo cotidiano se observa en todas las fotografías de Coppola. Incluso en las aparentemente más costumbristas y sencillas. Es una transfiguración que muchas veces no es evidente, que se percibe más subliminal que conscientemente, pero que nos obliga a mirar lo de siempre con ojos nuevos, con una atención antes no prestada.
En cuanto a las series de fotos que conforman la exposición, las de Berlín nos muestran las primeras incursiones de Coppola en cuestiones de índole social y política, línea de actuación que profundiza en Budapest. Las fotos de París, además, se fijan en los primeros grafitis, interés bastante compartido por la mirada fotográfica moderna: ahí está el caso de Brassaï (al que, al igual que al citado Moholy-Nagy, el Círculo de Bellas Artes dedicó una reciente exposición).
En Londres, las fotos de Coppola, cobran una vivacidad inusual. Fotografía la agitación urbana y la realidad de los excluidos, decantándose por imágenes de desamparo social: mendigos, vendedores callejeros… en definitiva, una fotografía social crítica de Londres. Las de Brasil combinan un poco toda: el interés por la composición y la estética de la foto en sí y el retrato de la vida social.
Junto a las fotos, en la muestra se exhiben los cuatro filmes más importantes de la breve carrera de Coppola como cineasta. Sueño (1933), es un experimento expresionista que no tuvo continuidad. En 1935 filma Un muelle en el Sena, en París, y, en Londres, Un domingo en Hampstead Heath, ambos de carácter marcadamente documental. Posteriormente, en Buenos Aires rodaría Así nació el Obelisco (1936), una breve pieza casi publicitaria sobre la construcción del monumento que preside el cruce entre las avenidas 9 de julio y Corrientes de la capital porteña.
Coppola terminó centrándose definitivamente en la fotografía. Sólo podemos especular sobre cómo habría sido una carrera cinematográfica más prolongada, pero no se puede dudar que, cuando contemplamos su fotografía, estamos ante uno de los grandes maestros latinoamericanos de esta disciplina.
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