Dolores Gallardo López
Muchos de nosotros, si alguna vez pensamos en Orson Welles -el mítico director de Ciudadano Cane y otros grandes éxitos- muy probablemente imaginamos un triunfador. Sin embargo Richard France y E. Riambau, autor y director respectivamente de Orson Welles, su seguro servidor, se encargan de mostrarnos un ser humano lleno de miserias, de dudas, de debilidades, que se defina a sí mismo como un gran fracasado y, además, lo razona nítidamente ante el asombrado espectador.
R. France, antes de acometer esta obra, había escrito The Theatre of Orson Welles y Orson Welles on W. Shakespeare. Después de escribir sobre la época dorada del mítico personaje, decidió hacerlo sobre su decadencia, cuando ya con setenta años malvivía poniendo voz a anuncios de laxantes y de comida para perros en un modesto estudio de los Ángeles.
Naturalmente encarnar semejante personaje necesitaba un gran actor. Es José María Pou, consumado actor de teatro, cine y televisión, Premio Nacional de Teatro, entre otras cosas. Así lo vio desde el primer momento E. Riambau, que versionó y dirige la obra. Pacientemente aguardó unos años hasta que Jose María Pou finalizó compromisos anteriores y pudo meterse en la piel de Welles.
La espera indudablemente ha valido la pena: el mimetismo entre O. Welles y J.M. Pou es tan impresionante que uno cree hallarse ante la reencarnación del mito.
Es un espectáculo íntimo, en el que encontramos a O. Welles al día siguiente de cumplir setenta años: trabaja -como hemos dicho- en un modesto estudio poniendo voz a anuncios de comida para perros y de laxantes, sin más compañía que un joven técnico de sonido, interpretado por Jaume Ulled.
Welles, nervioso y angustiado, espera la llamada del nuevo rey Midas de Hollywood -Steven Spielberg- con la ilusión de que le financie su Quijote, proyecto cinematográfico que había ido rodando a salto de mata durante más de treinta años y que finalmente no logró finalizar.
Durante tensa espera Welles comparte con el espectador un recorrido por su trayectoria vital y profesional -nos muestra al prestigitador, al hombre de radio, al escritor, al director de cine, etc. que había sido- en tanto que va desnudando su alma.
Entre Riambau, Pou y cuantos han intervenido en el montaje han creado un magnífico espectáculo, teatro en estado puro, del que se sale con la impresión de haber asistido a un ritual mágico y único.
La obra estrenada en Barcelona y paseada por toda la geografía española, parece que acaba su andadura en el madrileño teatro Bellas Artes.
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