L.M.A.
Su cotizada pintura es ágil, expansiva, fronteriza entre la figuración y la abstracción, resuelta en técnica mixta de temple de huevo, óleo y collage. Francisco Molina Montero (Torreperogil, Jaén, 1962) ha recibido un homenaje en la Casa de Ávila de Madrid, al que asistieron numerosos personajes, artistas y escritores del mundo de la cultura.
Roberto Llorente, secretario de la institución hizo la presentación en nombre del presidente Agapito Rodríguez-Añel; la galerista y crítica Rosa maría Manzanares valoró la trayectoria del artista y la crítica de arte, Julia Sáez-Angulo comentó las características más relevantes de la obra pictórica de Molina Montero.
En el acto estuvieron presentes, además de diversos alumnos del profesor Molina Montero, otros artistas como Juan Alcalde, José Carralero, Francisco Arnás, Eugenio López Berrón, Mercedes Ballesteros, Gloria Vázquez, Pablo Reviriego, Rosa Moreno de Castro, así como Elisa Sáez de Slöcker, experta en arte sacro, María del Carmen Martínez, el poeta Félix Sánchez...
La conferenciante puso de relieve el paisaje y los bodegones como géneros predilectos de Molina Montero por encima de la figura humana, al que alabó el arabesco de su firma. Destacó sus composiciones en claroscuro, no en balde el autor ha pintado un homenaje a Caravaggio, así como a los bodegonistas holandeses Willem Claesz, Osias Bert y Van Ryck. “Me interesó el simbolismo de los objetos y manjares seleccionados por ellos, porque guardan un significado concreto sobre el bien y el mal”, aclaro el pintor en la tertulia final del acto.
Una pintura que vela y desvela las formas
La pintura de Molina Montero es personal, con una grafía propia identificable, que describe la poética de las cosas con una representación creativa de la realidad. No se limita a calcar la naturaleza o el bodegón organizado previamente como modelo, sino que lo reinterpreta libremente en el cuadro. Este autor no transcribe lo real sino que lo sugiere”, concluyó Sáez-Angulo. “Una pintura que vela y desvela las formas al mismo tiempo”.
“Se trata de una pintura refinada en la interpretación y descomposición de las formas; en sus colores y transparencias. Una pintura que no fatiga porque en su energía guarda siempre el equilibrio y armonía cromáticos a base de cobaltos, amarillo cadmio, rosa naranja coral, acentos de carmín junto a blancos y negros que le permiten los claroscuros. Su pintura es libre como el simple y audaz recuerdo de la forma”, concluyó la conferenciante.
Francisco Molina Montero es profesor generoso en su Taller del Prado, donde se lleva a cabo la estampación de numerosos grabados de grandes artistas como Juan Alcalde, Manolo Oyonarte, Eduardo Naranjo y los suyos propios, con una técnica que no intoxica y no agresiva como en el pasado, producto revelación de hace unos años.
“No se necesita cambiar mucho de repertorio para hacer pintura, sino hacer variaciones sobre un mismo tema”, dijo el pintor durante la tertulia final, en la que fue muy aplaudido.
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