“LOS EMIGRADOS” DE
SLAWOMIR MROZEK, TRES FUNCIONES EN EL TEATRO REPLIKA
Julia Sáez-Angulo
Dura y hermosa obra dramática la de “Los emigrados” de Slawomir
Mrozek, que, después de una gira por distintas ciudades españolas, ha vuelto al
Teatro Réplika de Madrid. Una obra que asombra y deja sin aliento; una pieza
teatral interpretada con maestría por Jaroslaw Bielski y Emilio Gómez.
Dos personajes peculiares conviven en el subsuelo, un sótano
insalubre. Nadie sabe de dónde son, ni tampoco cómo fueron a parar a ese lugar.
Todo parece separar a estos dos desarraigados sin nombre, que tienen como único
equipaje los recuerdos de un lugar que tuvieron que abandonar. El primero, AA (Jaroslaw
Bielski), es un intelectual, refugiado político, aferrado únicamente a sus
ideas. Cínico y manipulador, usa hasta la saciedad discursos elegantes
dejándose embriagar por sus propias palabras. El segundo, XX (Emilio Gómez), es
un obrero, ferozmente materialista y apolítico, obsesionado por el trabajo y el
ahorro compulsivo para, cuando regrese a casa, poder deslumbrar a todo el
mundo. El humor de Mrozek desempeña un gran papel en este juego de reflejos. Se
trata de un humor de una profunda inteligencia. Su risa es amarga, incisiva. Es
la risa del hombre que sabe que nuestra existencia no tiene consuelo.
Los ecos del “Esperando a Godot” no se hacen esperar al
escuchar y contemplar esta obra de Slawomir Mrozek en escena. Los diálogos, a
veces absurdos, o aparentemente absurdos, de los dos personajes establecen
cierto paralelo de humor y de nihilismo, en ese deseo de que pase el tiempo.
“Los emigrados”, sin
embargo, es una obra que se sustenta en la realidad de nuestros días, dos
emigrantes muy diferentes conviven y se enfrentan en su dialéctica. El
intelectual refugiado o exiliado y el trabajador obrero de cavar zanjas. El
primero toma al segundo como elemento de indagación para un posible libro que
nunca parece llevar a cabo. Entre tanto, risas, tensión provocación entre
ambos.
El intelectual es un "toca-pelotas", de aire fino y distinguido,
con el regusto por el lenguaje refinado, frente el grandullón de manos fuertes,
obsesionado por guardar dinero y ser rico, algo que no logró ni su padre en la
ciudad, ni su abuelo en la aldea. Pero ante ellos hay una gran diferencia: el intelectual
no puede volver (a Itaca) porque es un refugiado político, del que desconfía el
obrero apolítico, mientras que éste sí sueña con visos de mayor realidad en volver
con su mujer y sus hijos para construirse una casa de piedra.
La palabra en los diálogos pincha y provoca hasta procurar
una derivación inesperada en los sentimientos y actitudes de uno y otro
personajes. El autor Slawomir Mrozek no se ha dejado llevar por un final fácil,
aunque juegue con diversas salidas ante el espectador. El final a lo Chejov de que la vida sigue se agradece por lo que
tiene de sutil y abierto ante el espectador. La ternura parece imponerse en la
última escena y da un respiro al público.
Emilio Gómez lleva la parte del papel más extrovertido o
histriónico, mientras que Jaroslaw Bielski es más contenido en sus gestos,
acorde igualmente con su papel; en ocasiones, su fisonomía trae a la memoria por
la sonrisa y los gestos a Robert de Niro. La dirección de Socorro Anadón es
impecable.
LOS
EMIGRADOS de Slawomir Mrozek
Dirección:
Socorro Anadón y Jaroslaw Bielski
Reparto:
Jaroslaw Bielski y Emilio Gómez
Compañía
Réplika Teatro
Traducción
y adaptación: Jaroslaw Bielski
Escenografía:
Gabriel Carrascal
Vestuario:
Rosa García Andújar
Espacio
sonoro: Chema Pérez
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