ROMA, CIUDAD DE
OBELISCOS Y FUENTES
Julia Sáez-Angulo
Roma, la capital de Italia, con otro Estado dentro de sí.
Roma, Ciudad Eterna, desde el punto de vista de los cristianos católicos. Roma,
ciudad abierta, según dicho de muchos que la conocen a fondo. Roma, ciudad de cientos
de Madonnas en las fachadas de las casas, de once grandes obeliscos traídos de
Egipto y situados en las plazas y de fuentes por doquier que, con su agua
potable, sacian generosamente la sed de paseantes y turistas.
Algunos hablan de la maldición de los faraones sobre las palmeras de Roma, que están desmochadas en buen número de ellas, debido a una enfermedad que les ha llegado de Egipto. ¿Será por el expolio de los obeliscos, ahora todos ellos rematados por cruces o santos?
Algunos hablan de la maldición de los faraones sobre las palmeras de Roma, que están desmochadas en buen número de ellas, debido a una enfermedad que les ha llegado de Egipto. ¿Será por el expolio de los obeliscos, ahora todos ellos rematados por cruces o santos?
Ciertas fuentes romanas son míticas como la célebre
fontana de Trevi, en la que cada día los turistas arrojan miles de monedas con el
deseo de cumplir el rito y volver a la bella ciudad de Roma. Los funcionarios
municipales succionan con máquinas cada día estas monedas abundantes y las entregan a una
obra de beneficencia para necesitados de la ciudad. Una buena causa.
Otra fuentes dignas de ver: las cuatro fuentes, en las
cuatro esquinas de la calle del mismo nombre, no lejos del palacio presidencial
de El Quirinal y de la célebre Galería Barberini, con una espléndida colección
de pintura acumulada durante siglos (entre otros con el retrato de Henrique
VIII, pintado por Holbein).
Al igual que en la plaza Navona, en muchas de las fuentes se
representa la clásica imagen escultórica de los grandes ríos del orbe conocido,
antes del descubrimiento de América, como son el Nilo, el Tigris o el Eufrates
que riegan generosamente la tierra, máxime en países de gran calor como son los
de Oriente Medio.
A Roma hay que fragmentarla por zonas y barrios para poder
penetrarla poco a poco. Y no solo por los espacios imperiales del foro, el
Colosseo o la magnificencia de las basílicas pontificias de San Pedro, San
Pablo o San Juan de Letrán (la catedral de Roma) o Santa María la Magiore, también
por sus barrios populares como el Trastevere, lleno de pequeños restaurantes
con encanto o el Testaccio, donde actualmente reside el periodista Annibale
Vasile (Trípani, 1933), el que fuera corresponsal de la R.A.I. durante diecisiete años en
España.
El
Testaccio, cercano al puerto del Tiber donde desembarcaban las tinajas de
aceite que llegaban de Hispania y los mármoles que iban a ornar la ciudad (de
ahí el nombre de la via Marmorata), es un barrio construido a primeros del XX,
con casas en torno a un gran patio ajardinado que provee de luz y sol a todos
sus habitantes. En este barrio, trufado de calles con nombres como Vannvitelli, Betone o Américo Vespuccio, vivió la escritora Elsa Morante, primera esposa de Alberto
Moravia. La pizzeria del Antico Forno provee de una buena masa a la romana para
restaurar las fuerzas del recorrido.
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